jueves, 28 de diciembre de 2017

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“LOS SANTOS INOCENTES...PRIMEROS MARTIRES DE LA HUMANIDAD...HERODES PRIMER PERSEGUIDOR DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO”.


AQUEL 28 DE DICIEMBRE...LLANTOS DE NIÑOS Y ALARIDOS DESGARRADORES DE MADRES LLORANDO...LLENARON LAS CALLES Y LAS PLAZAS DE LA CIUDAD DE DAVID.


            Nacido Jesús en Belén de Judea en tiempo del Rey Herodes, unos magos de oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: “¿Dónde está el nacido rey de los judíos?, porque vimos su estrella en el Oriente, y venimos a adorarle”. Al oír esto el rey Herodes se turbó, y con él toda Jerusalén. Y congregando a todos los sumos sacerdotes y a los letrados del pueblo, les preguntó por el lugar del nacimiento de Cristo. Ellos le dijeron: “En Belén de Judea, pues así está escrito por el profeta”.
            Y tu, Belén, tierra de Judá. No eres, no, la menor entre las ciudades de Judá. Porque de ti saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo Israel.
            Entonces Herodes, llamando aparte a los magos, puntualizó con ellos el tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos a Belén, dijo “Id e informaos bien sobre ese niño y cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a adorarle”. Ellos, después de oír al rey, se fueron y en esto, la estrella que habían visto en Oriente iba delante hasta que llegó y se paró encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de alegría y entrando en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrados le adoraron; abriendo sus tesoros y le ofrecieron regalos de Oro, Incienso y Mirra y avisados en sueños de no volver donde Herodes, regresaron a su país por otro camino.

            Después que se marcharon el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto y estáte allí hasta que yo te avise; porque Herodes va a buscar al niño para matarle”. El se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, y se fue a Egipto, y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera lo que dice el Señor por el profeta: “De Egipto llamé a mi hijo”. 
            Entonces Herodes, viéndose burlado por los magos, se enfureció mucho y mandó matar a todos los niños de Belén y de todo su término, de dos años para abajo, según el tiempo puntualizado con los magos. Así se cumplió lo que dice el profeta Jeremías: “Una voz se ha oído en Ramá, llanto y lamento grande: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse porque ya no existen”.
            Muerto Herodes, el Angel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y el dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y vuelve a Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño”. El se levantó, tomo al niño y a su madre y entró en la tierra de Israel, pero al oír que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, temió ir allá, y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir a una ciudad llamada Nazaret; para que se cumpliera lo dicho por los profetas, que sería llamado “Nazareno”.



            Los escribas y fariseos que maquinan la muerte de Jesús eran hombres esclavos de todas las pasiones: de la soberbia, de la ambición y de la envidia.
            ¿Y Herodes, el primer perseguidor de Cristo?
Es el hombre dominado por la ambición, el ejemplo más auténtico de los efectos que produce una pasión en el alma.
Herodes era un hombre nacido de la nada.
Ni siquiera tenía en sus venas pura sangre judía. Su madre era árabe y su padre idumeo, es decir, semijudío, pues la raza idumea hasta hacía pocos años, había vivido en el paganismo.
            Herodes, nacido de oscura familia, logra levantar su trono venciendo dificultades enormes, manejando el arma de la astucia y procurando el apoyo material y moral del emperador romano.
Aquel trono, levantado con tantos esfuerzos e intrigas, había que conservarlo a todo trance. La pasión no deja brotar en su alma los sentimientos religiosos. Hombre escéptico y frío, lo mismo entraba en el templo de Júpiter en Roma, que en el templo de Jehová en Jerusalén. Para halagar a los judíos, reconstruye totalmente el templo de Jerusalén, con toda suntuosidad que hace de él uno de los edificios más famosos del Imperio Romano. Por halagar a los romanos simultáneamente, hace construir también templos paganos en honor de la Diosa Roma y del Divino Augusto en Samaria, en Cesárea y en otros lugares.

            ¿Qué religión tenía Herodes?, ninguna. La que en cada momento sirviera mejor a su pasión de dominio, móvil de todas sus acciones.
            Esta misma pasión le hizo cruel, en tal extremo, que no dudaba en decretar sentencia de muerte cuando sospechaba que pudiera existir algún peligro aunque fuera remoto, de perder el reino...estaba obsesionado por la idea de las conjuras que instantáneamente ahogaba en sangre, hasta tal punto que, sin exageraciones, se le puede considerar como uno de los hombres más sanguinarios de la historia.
            Apenas conquista Jerusalén, con la ayuda de las regiones romanas, hace matar a 45 partidarios de su rival y a muchos miembros del Sanedrín. Dos años después, manda ahogar en una piscina de Jericó a su cuñado Aristóbulo, al que hace poco había nombrado sumo sacerdote.
            Al año siguiente, decreta la muerte de su Tío José. Cinco años después, comete su delito más trágico. Por simples calumnias urdidas en la corte hace matar a su esposa Mariamme, a la que amaba con locura. A los pocos meses es su suegra, la madre de Mariamme, víctima de su pasión. Y cinco años más tarde, es su cuñado Kosdobar.
            El palacio de Herodes chorreaba sangre por todas partes y aún no se había saciado su pasión. Mariamme, había dado a Herodes tres hijos, a quienes él quería mucho, tal vez en recuerdo de su esposa. A dos de ellos Alejandro y Aristóbulo, los envió a Roma para que se educaran y encontraron benévola acogida en la corte romana. Cuando volvieron a Jerusalén, receloso de ellos, los mandó matar, aunque Augusto trató de evitarlo; y junto con los jóvenes ajustició a 300 oficiales acusados de ser sus partidarios.
Le quedaba el hijo primogénito, Antípatros, a quien había designado para heredero al trono...pero no había de llegar a sucederle. Cinco días antes de morir él, mandó matar a su hijo.

            Para coronar su vida con acto que fuera digno remate de todos los anteriores, cuando previó que estaba cercano su fin, convocó a muchos judíos ilustres de todas las regiones del reino, y cuando los tuvo reunidos los mandó apresar en el hipódromo de Jericó y dio órdenes apremiantes a sus familiares de que los mandara matar a todos en el momento en que él muriera. Conocida la crueldad y la ambición de Herodes, es muy explicable y aun natural en él, la matanza de los niños inocentes. Este hombre, dominado por la ambición que veía conspiradores por todas partes y no dudaba en sacrificar a las personas más queridas, un día recibe una visita inspirada que le hace temblar en su trono amasado con sangre. Son personajes ilustres, sabios, venidos de tierras lejanas que aseguran que allí en las tierras de su dominio ha nacido el famoso Rey de los Judíos, esperado hacía muchos siglos. Temeroso, consulta Herodes a los sabios de Jerusalén a los doctores peritos en la sagrada escritura, y confirman éstos la creencia de los magos. La ambición de aquel hombre hace revivir en él todos los instintos sanguinarios. Ahora, si, ahora existe un verdadero peligro para su trono. Disimula hasta que marchan los magos. El hipócrita Herodes llega a fingir  sentimientos de religiosidad y deseos de adorar al niño Jesús. Pero interiormente maquina su muerte.
            Cuando se encuentra solo, ruge de furor, pasea inquieto por los salones regios. ¿Tendrá que renunciar a aquel trono que tantos esfuerzos y tanta sangre le ha costado? ¿Tendrá él que abandonar aquel palacio?... ¡imposible!... ¡Imposible!, se dice...ese niño tiene que morir. Si ese niño es el mecías, esperado por los judíos, lo que está profetizado en él, tiene que cumplirse y todos sus esfuerzos serán inútiles; y si no es el mecías ¿Por qué temes?...el mecías...lo profetizado...él no tiene fe en nada, Herodes no cree en nada. Le han dicho que en sus tierras ha nacido un Rey y hay que matarle. ¡Pronto!, ¡lo más pronto posible! Desconcertado se pregunta, ¿Quién será ese niño para que yo pueda matarle?, ¡no lo conozco!, los magos cuando vuelvan me darán noticias de él...esperemos, pensaba Herodes. Espera algún tiempo y los magos no regresan, le han engañado...su furor se exalta más todavía, morirá ese niño y para asegurar bien el golpe, morirán con él todos los niños de Belén menores de dos años...entre ellos está ese niño y morirá infaliblemente.

            Fueron muchas las muertes, 30, 40 niños, quizás más de una aldea, ¿Que significa eso para él que ha sacrificado centenares de víctimas, personas distinguidas y aún los seres más queridos al corazón humano? Fue un espectáculo desgarrador...decenas de madres enloquecidas de dolor defendiendo la vida de sus hijos, de las armas de los soldados romanos... ¿Que le importa a Herodes el llanto de unas madres extrañas, si ha mandado a matar a la madre de sus propios hijos?...el trono de Judá vale mucho más que la vida de los santos inocentes y las lágrimas de tantas madres. Herodes, sin vacilar, da la orden del degüello. Ruge la fiera en su palacio de Jerusalén, corre la sangre de los niños inocentes en los hogares Belemitas...aquel 28 de Diciembre, llantos y alaridos desgarradores llenaron las calles y las plazas de la Ciudad de David. Por eso, quedó en las efemérides el día de los santos inocentes.
Para que el temor del castigo nos frene también un poco, conozcamos el fin desastroso de Herodes. Casi todos los perseguidores de Jesucristo han terminado trágicamente su vida. Herodes parece que sufre el castigo de Dios antes de salir de este mundo. Se apodera de él una enfermedad extraña. Un fuego interior le abraza. Sus entrañas están ulceradas, todos su miembros, doloridos...los pies y el vientre hinchados y sanguinolentos. Algunas partes del cuerpo llegan a corromperse y a crear gusanos...es un cadáver vivo en putrefacción. ¡Qué terrible es la pasión cuando se enrosca en el alma! Herodes, para halagar al emperador de Roma, había mandado colocar en el frontispicio del templo un águila romana de oro. Para los buenos israelitas aquello era como una idolatría. Sucedió que la noticia de su muerte corrió antes de tiempo. Entonces dos doctores de la ley y otros seguidores suyos se adelantaron y arrancaron del templo aquella águila que hería continuamente los sentimientos religiosos del pueblo judío.
Lo supo Herodes, en el lecho de su muerte, su mano moribunda pudo firmar la sentencia de muerte de aquellos dos doctores y de treinta de sus afiliados.


…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…



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