“AQUEL PRIMERO DE JUNIO...SE
CELEBRO UNA BODA EN EL MAR Y EL QUIQUI LUCERO, EN LA REGATA FUE EL GANADOR”.
POR MANUELIZA LIZÀRRAGA
Dentro
de los festejos del día de la marina por la década de los 50 en nuestra
preciosa bahía de La Paz...las olas arrastraban aquella gran corona de hermosas
y perfumadas flores arrojadas al mar desde la fragata California por las
autoridades de la época, en memoria de los valientes marinos quienes en
cumplimiento de su deber, por diversas causas perdieron la vida y duermen el
sueño eterno en el fondo del mar. Después del luctuoso homenaje, la alegría se
desbordaba en aquella fragata...se celebraba la primera boda en el mar...el
almirante Luis Jacome Calderón y la señorita Esperanza Gonzalez Martínez unían
sus vidas entre aquellos aromas de flores, azahares y brisa de mar...bajo la
bendición del capitán del barco. Antiguamente el capitán estaba facultado para
celebrar matrimonios a bordo, y creo que hasta nuestros días...siendo quizás
esta boda, la única que se celebra en el mar aquí en La Paz.
¡que recuerdos tan bellos de
ese día de la marina!. Los novios tiernamente bailaban, en aquella fragata
mecida por el vaivén de las olas del mar,
así como todos los invitados a tan importante acontecimiento, al compás
de las notas musicales amenizadas por las orquestas del recuerdo, de don Rafael
Castro y Don Luis Gonzalez haciendo un bello soneto con el murmullo del mar y
graznar de gaviotas. Aquel primero de Junio, día de la Marina, mi hermana mayor
y las muchachas González nos llevaron en la panga remando a canalete hasta la
punta del muelle fiscal a disfrutar de estos tradicionales festejos...y desde
el muelle se miraba mejor la competencia a nado hasta el mogote, donde
participaban los pescadores del manglito y el esterito...hombres de gran
arrojo...y las regatas a vela tendida que iniciaba desde punta prieta hasta el
kiosco...las pangas y canoas de los leones del esterito y los manglitenses se
distinguían por el tipo de vela. ¡y que hermoso se veían los velajes cuando los
arrastraba el viento!, parecía que las embarcaciones llevaban motor (ni se
conocían los motores en ese entonces).
¡viene ganando el quiqui Lucero, gritaba la gente
emocionada,!, arriba los leones del Esterito!, no, a que gana el Gil Méndez o
el Repollo, gritaban los manglitenses, y se armó el sano alboroto....aquellos
musculoso pescadores empezaron a ser rueda, a aventar camisas, dagas y
paliacates, a la arena, porque tantito nomás querían para liarse a golpes...así
peleaban los jóvenes del ayer a puño pelón y a patada limpia aunque siempre
traían la daga fajada en la cintura, no hacían uso de ella...y al término de la
pelea se daban la mano. Esa era la
costumbre de entre los pescadores de los barrios más antiguos de La Paz El
Esterito y el Manglito. El cuchillo lo usaban para trabajar destazando
tiburones y toda clase de peces que inundaban la bahía...ahora los jóvenes usan
las dagas para sacarse el ombligo.
Aquella hermosa tarde del día de la marina, en la regata,
al fin ganó el quiqui Lucero y le dieron un diploma, don Gilberto Lucero,
respetable joven de la tercera edad que se nos adelantó en el camino en un
viaje sin retorno; y que a sus años aun buceaba y pescaba, y entre los
pescadores, por su valor, temple y arrojo le decía el León de los mares, terror
de los tiburones. Mientras que la gente bailaba en el muelle fiscal al compás
de la música de don Rafael Castro, y de Don Luis Gonzalez, sus tigrillos y los
canarios, los maderos crujían; y de repente, ante la sorpresa de todos los ahí
presentes, se cayó una muchacha de ropajes blancos al agua y no sabía nadar, se
armó la escandalera, y con el arrojo y valentía que distinguen a nuestros
hombres de mar “el chiricano Orantes”, abriéndose paso entre la asustada gente, a atropellones, codazos y
empujes, con todo y daga al cinto, se lanzó al mar a salvar a la bella dama.
Después de unas peripecias propias para el salvamento, sacó a la aterrorizada
muchacha en brazos hasta la orilla. Y lo curioso de esto, es que el novio de la
jovencita muy agradecido fue a darle las gracias al muchacho, y “el chiricano”
le dijo “que gracias ni que ocho cuartos, la
muchacha es mía por que yo la saqué”, y todo mundo soltó la carcajada
por esta puntada del chiricano y ya se
iban a agarrar a moquetes pero la gente los separo a tiempo. Yo estaba muy
niña, no supe el nombre de la muchacha ni el del chiricano, solo se que era un
hombre muy valiente, muy moreno y muy simpático.
¡que festejos tan bonitos del día de la marina, de
aquellos tiempos!. Todas las familias sudcalifornianas asistían a l malecón a
estas tradicionales fiestas, las que se realizaban en el muelle fiscal y calle
muelle. Las costureras tenían mucho trabajo porque todo mundo estrenaba ropa
hasta mi abuela estrenaba enaguas. La fragata california lucía hermosa...se
mecía al vaivén de las olas y al compas de la música de orquesta...la fiesta de
bodas del almirante Luis Jacome y Esperanza Martinez continuaba...y en el
malecón la alegría de las familias sudcalifornianas se desbordaban....los
muchachos que participaban en los diferentes concursos que se organizaban, le
pegaban el tarrascon al cochi encebado, el que se les safaba, y por alla caían
de bruces en el piso, y el que lograba agarrarlo es porque era muy
osado...!todo esto era muy divertido!, era toda una alegría...juegos de barril
y el palo encebado, carrera de gatos, de econstalados, a la cuerda...cuanto se
disfrutaban esta sana convivencia del dia de la marina aquí en La Paz. era
motivo de reunión para todas las familias y don Lencho Sánchez con su puesto,
la mariposa, de raspados chocomiles y campesinas hacia su agosto, mientras en
el barco del Varadero Abaroa la inolvidable profesora Jesús Rolland paseaba por
la bahía a un grupo de alumnas de la escuela Rosendo Robles de las mas
desatacadas, vestidas de marineras, esa era su costumbre, y don José Abaroa le
daba todo el apoyo.
En algunas ocasiones, ponían el palo encebado también en
el varadero de Abaroa y la bolsa con el dinero del premio lo amarraban en la
punta del palo, y los pescadores muy emocionados camelaban aquella talega
atascada de dinero y se ponían arena en las manos, pero ni asi, pegaban el
salto al palo, subían y subían y luego se iban hasta el suelo, hasta que lo
lograban. Y con el cochino pelado, embarrado de cebo, el que lo pillaba se lo
llevaba. Después de las competencias a nado, y de los veleros, don José Abaroa,
acostumbraba hacer caguamadas en los palmares para que comiera todo el pueblo,
amenizado con la música de las orquestas de Don Rafael castro y de Don Luis
Gonzalez, y las canoas las retacaban de cerveza y hielo. Que tiempos tan
bonitos los días de la marina aquí en la Paz que se perdió, y el Quiqui Lucero,
el terror de los tiburones casi siempre era el ganón de las competencias de
regata...
Ahora, los festejos son bonitos también, pero ya no hay
aquellos eventos que reunían a toda la familia sudcaliforniana, ni hay boda en
fragata, ni se caerá una muchacha al agua, ni competirá el león del Esterito,
porque su cabeza la blanqueo el mar y ya no esta físicamente entre nostros,
navega entre la bruma del tiempo en su barca caracola.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario