“LA MUJER DE BLANCO...Y DEL
RELICARIO...DE LA COLA DE LA BALLENA”.
Desde temprana hora, y a altas horas de la noche,
también son varios los espantados por esos lugares...aterrorizados dicen que en
noches de plenilunio, se ha visto salir del rumbo de la cola de la ballena, una
alta mujer de ropajes largos, blancos y vaporosos...de cabellos largos también
y ondulados, tan negros y brillantes como la noche, y colgándole al cuello un
relicario...dicen que camina lentamente haciendo tanteos a los lados como si
buscara algo...las personas que la han visto, la siguen con la mirada creyendo que es algo
real; y de repente empieza a flotar en el aire perdiéndose entre los manglares
rumbo al mar.., también en noches serenas y obscuras blanquea la etérea y alta
figura de la mujer que flota en el aire. Dicen las personas que viven en
Chametla que ya son varios los que la han visto, a través del tiempo volándole
al viento los largos cabellos negros y el relicario.
¡Párate,
párate, ten cuidado vas a atropellar a esa mujer!. Le dijo la señora Teresita a
su esposo, cuando viajaban rumbo a Santa Rosalía como a las 4 de la mañana,
hace ya algunos años. Dice que vio salir a la muchacha por la cola de la
ballena, flotándole con el viento los cabellos, los largos ropajes blancos y
del cuello pendía un relicario. Que se les atravesó casi casi frente al carro,
que la mujer caminaba lentamente, y de
repente empezó a perder el suelo metiéndose entre los manglares. Aseguró que
ella no creía en aparecidos, pero desde que vio aquello, le piensa dos veces
para pasar de noche por ese rumbo del zacatal...de donde antaño dicen
cualquiera se convertía en lechuza o tecolote... la señora José que vive en
Chametla, dice que en una ocasión que venían a La Paz, a temprana hora cuando las penumbras empiezan su sobrino
Roberto venía en la caja del pick up, y de repente el muchacho gritó espantado
“!frenen, frenen, van atropellar a esa mujer!”, al escuchar el grito, su
esposo, pego el fuerte frenón, pero nosotros no mirábamos nada, solo el
muchacho aterrorizado porque el carro atravesó la figura de la mujer de blanco,
y ésta continuó flotando como si nada, perdiéndose entre los manglares rumbo al
mar, que tardó mucho tiempo el muchacho en recuperarse.
Dice
la señora José que la gente de Chametla que han visto esta aparición le piensan
dos veces para pasar de noche por allí; y los que tienen que pasar caminando,
van con el alma en un hilo, rezando y corriendo ese tramo de la cola de la
ballena, porque sienten el ambiente muy pesado, como que los vigilan, como que
los van siguiendo, que hasta se les enchina la piel y el cuero cabelludo. Por
su parte, Don Pepe dice que hace algunos años, una noche que llovía a cántaros
viajaba de La Paz rumbo a El Centenario, y al pasar por la cola de la Ballena,
de repente salió una mujer de ropajes muy blancos andaba como perdida en medio
del aguacero, volteaba para todos lados. El, luego luego paró el vehículo para
prestarle ayuda; pero cuál sería su sorpresa que la mujer pasó frente a él como
si no lo hubiera visto y se cruzó la carretera rumbo a los manglares, él la
siguió todavía un trecho sin imaginarse que no fuera de éste mundo gritándole,
“!señorita, señorita, ¿qué anda haciendo tan noche con este aguacero?, suba, le
doy un raite”. Pero para su sorpresa la mujer empezó a perder el suelo y a
desvanecerse entre los manglares. Dice don Pepe que era una figura etérea, y
que de pilón el carro se le atascó porque hizo la parada en terreno fangoso a
un lado de la carretera; y metido dentro del vehículo hecho bolita por el miedo
tuvo que esperar varias horas hasta que alguien pasara y le prestara ayuda. Fue
una experiencia aterradora, que no a cualquiera se la cuenta porque no se la
creerían y se reirían de él.
Al
escuchar tantas experiencias vividas sobre ésta aparición por diferentes
personas, en distintas épocas, me puse a
investigar y pregunté a la voz de los ancianos como es mi costumbre; dice doña
Dolores Carballo, hermosa muchacha antigua del Barrio El Manglito que cuando
era ella muy niña, su padre don Pilar Carballo, tenía varios botes o
embarcaciones ya que se dedicaba al comercio marítimo entre los poblados
aledaños, a la pesquería de perlas, entre otras cosas. Que contaban los
mayores, que por aquella época se perdió aquí en La Paz una señorita de familia
acomodada, que pasaron muchos días y no la encontraron. Una tarde, su padre don
Pilarillo, llegó de uno de sus viajes, con la novedad de que andando él
navegando por el rumbo de Chametla se divisaba encajado entre los manglares el
cuerpo, al parecer de una mujer de ropajes blancos y largos, y de cabellos muy
negros. Luego luego, don Pilar dio parte a las autoridades correspondientes,
pero lo desagradable del asunto fue que le dieron la comisión de que él sacara
el cuerpo de la mujer de entre los manglares; y así lo hizo. Se trajo el
esqueleto a La Paz, en su barco el Kino. Doña Lola, no recuerda a que familia
pertenecía la muchacha ni el nombre, y si era la que se perdió, lo único que
recuerda es a su padre que no podía comer por varios días y se retorcía de
asco, y que su mamá, Doña Susanita le decía “a no ves Pilar, para que ya no te
andes metiendo en otra”; y él contestaba “era mi deber mujer”. Continua
diciendo Doña Lola que eso es lo que sabe sobre la mujer de blanco de la cola
de la ballena, que no puede asegurar que sea la misma que por allí se aparece.
Por
otra parte, don Siriano Sandoval, también joven de la tercera edad,
lamentablemente ya fallecido, pero que me dejó su testimonio hace tiempo sobre
este asunto. Dijo que él era tataranieto de don Rosario Sandoval y Rafaela
Carlón, segundos fundadores de El Zacatal; dice segundos fundadores porque
cuando él tenía como seis años, su abuelo se lo sentaba en las piernas, y
señalando todos los sembradíos que había, le decía “mira Siriano, cuentan los
mayores que antes que nosotros aquí fue el primer asentamiento de los padres
Jesuitas, quienes querían fundar la parroquia de Nuestra señora de La Paz; pero
debido a las hostilidades de los Guaycuras se fueron más allá, y ese pozo de
agua que ves allí, contaba mi abuelo que lo hizo el Padre Juan de Ugarte, que
se lo contaron los mayores. El Zacatal, era más antiguo que La Paz, fue una
gran hacienda muy próspera donde se producían dátiles, higos, alfalfa, uvas y
una diversidad de frutas y verduras que cubrían las necesidades de la época.
Continua diciendo don Siriano que El Zacatal colindaba con los Ranchos La
Floresta, Chametla, el Porvenir, y el Progreso; todo eso era muy hermoso. Había
muchos guajolotes, gallinas, pájaros canores de todos, conejos, liebres,
venados y gatos monteses había mucho que pescar y cazar, el mar se salía desde
el kilómetro diez o la piedra colorada hasta El Centenario. Donde por cierto en
la piedra colorada sale un perro prieto aullando muy feo arrastrando una
cadena.
Agregó
don Siriano, que en la cola de la ballena a un ladito de la carretera había un
ojo de agua dulce, o un venero, que salía a chorros y se llamaba el agua de
León porque bajaban los leones a beber agua. Que se hacía un estero muy grande
que se juntaba con el mar y se metía por el caserío. Que la gente tenía que
echarle ramas para pasar por él. Que en esa época, los habitantes de Chametla y
de El Zacatal, vivían aterrorizados porque al caer la tarde, entre las
penumbras, salía en el estero un gran perro prieto con los ojos muy brillantes
y el hocico babeante, que nomás caía el sol y las gentes se metían a sus casas,
ni un alma quedaba afuera. Que en una ocasión, cuando él tenía doce años lo
mandaron a La Paz a comprar panocha y otras cosas; desde luego iba a caballo,
pero cuando venía de regreso por entre aquellos pedregales y brechas, acuérdese
de pronto del perro prieto y le metió espuelas en los hijares al caballo para
ganarle a la oscuridad, porque forzosamente tenía que atravesar por el estero
por donde ahora está la cola de la ballena. De repente, se le pararon los
cabellos; divisó a lo lejos el perro
prieto, el que era grandísimo más grande que un Paskín, y se fue perdiendo por
entre los manglares, y casi inmediatamente se le emparejo al galope del caballo
una mujer de largos ropajes blancos y cabellera negra volándole al viento y
colgándole al cuello un escapulario, pero que él no sintió miedo como cuando
vio al perro prieto, sino que por el contrario, se sintió fortalecido y que él
le dijo a la mujer “buenas tardes señora”, pero que nada le contestó, como que
si ni lo hubiera visto y rebasó al caballo, y ante sus sorprendidos ojos la
mujer se fue flotando en el aire delante del caballo, perdiendo el suelo,
metiéndose entre los manglares; dice que estuvo muchos días enfermo y su
abuela le daba te de palo de Brasil para
el susto.
…Por si las dudas, si usted tiene que pasar de noche
por la cola de la ballena, abra bien los ojos y vaya rezando, no se vaya a
topar de frente con la etérea figura de la mujer de blanco y del relicario… y
por si fuera poco, hasta con el perro prieto se puede topar, o el toro prieto
del tesoro de los Sandoval…
“…Por
el placer de Escribir… Recordar y Compartir…”
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