“EL SULTAN...EL PERRO DE DOÑA
CLOTI...FUE UN PERRO MANDADERO”.
“Allá va el
perro de Doña Cloti, la fotógrafa”, decía la gente al verlo caminar
gallardamente con un ojo al gato y otro al garabato, con la canasta en el
hocico atascada de carne y hueso, o de verduras y otras cosas...por aquellas
callecitas de La Paz de antaño...por el barrio “La isla de Cuba”...en el marco
de perfumadas flores, las que abundaban, los ruidos propios de aquel acontecer
diario, y de las notas musicales que escapaban de las rocolas de las cantinas y
billares de la época...cómo la de Don Goyito Chávez, Chula Vista y la de la
esquina de la alegría, la lonchería y billares de Don Conrado de la Peña, en
donde siempre estaba la perica en la puerta en espera de alguna eventualidad, y
la que nunca cerraba sus puertas y la música siempre estaba tocando entre
aquellos aromas de exquisito menudo, pozolada, café de talega y pan calientito.
El sultán el perro mandadero era de ancho pecho, de
gruesas patas y fuerte musculatura...sus ojos pelones parecían cargados de
tristeza...tenía el fino pelaje de color café obscuro como con unos brochazos
dados al descuido de color café mas claros...una mancha blanca plasmada en su
grande y chata cabeza le recorría por entre pecho y panza,
y la colita era larga y tiesa...el perro mandadero imponía respeto...no
era ni fino ni corriente, mas bien parecía un boxer con sus orejas semi
paradas
La nobleza e inteligencia
del perro eran excepcionales...fue educado por Benito el indio zapoteco...el
sultán fue un perro mandadero muy célebre, quien llegó a formar parte de la
familia Rodríguez ...y fue el causante de anécdotas y cómicos comentarios en
las tertulias familiares...el perro mandadero era de magnifica estampa...
compañero y seguro guardián de los niños
que compartía sus juegos infantiles...Doña Cloti la fotógrafa del pueblo, le
daba la canasta con el dinero y la nota del mandado dentro de ella, y le
ordenaba: “ ¡Sultán ve con Don Pepe Brooks al mandado!”, y el perro muy
obediente agarraba con el hocico la canasta y con su colita parada muy
garboso, al rítmico vaivén de la
canasta, llegaba al tendajón de Don Pepe y haciendo cola entre el público
consumidor se paraba sobre las patas traseras y ponía las delanteras sobre el
mostrador dejando la canasta y pegaba un suave mugido, como diciendo
“despácheme por favor”...y Don Pepe conociendo esta gracia del perro surtía la
nota, acomodaba el mandado y la feria en la canasta y el noble animal se iba
derechito a la casa de Doña Cloti a cumplir la encomienda.
Los tendajones que el Sultán visitaba muy orondo para
hacer las compras con su canasta en el hocico era, además de la de Don pepe
Brooks, “el chamaco”, la de el gavilán, la de el rancherito, la de don Salomón
Díaz la de Don Plácido Cota y el mercado Madero, principalmente las
carnicerías. Doña Cloti nomás le ordenaba tronándole los dedos...” Sultán ve
con fulano”...y a su regreso, al perro lo premiaba con una caricia, un hueso
carnudo y un puño de galletas abetunadas que tanto le gustaban; el perro, era
muy celoso con el mandado...cuentan los mayores que una vez, unos perros le
quisieron armar pelea y quitar el canasto con la carne, y el sultán dejando
ésta en el suelo, pelando tamaños dientes
para hacerles frente y la defendió metiéndoles buen susto a los perros
callejeros, los que huyeron despavoridos...también no faltó quien quisiera
pasarse de listo y quitarle el dinero al canasto pero con la mirada fulminante
que el perro les echaba, con eso bastaba para que se les quitaran las
intenciones.
Otras de las
peculiaridades del popular sultán, el perro mandadero, era que, se traía a
Benito, el indio zapoteco de las cantinas, nomás le quitaba el sombrero y
corría con él en el hocico, se lo
soltaba en un trecho y lo volvía a coger y así se iba llevando hasta la casa de
Doña Cloti, y Benito Furibundo tenía que venirse porque todo le podían quitar,
menos el sombrero. El perro mandadero de Doña Cloti, siempre estaba en el
zaguán donde no dejaba entrar a nadie. Todos tenían que entrar derechitos por
la puerta del negocio de fotografía. El sultán, además de hacer los mandados y
cuidar la casa, también cuidaba los niños. El perro siempre acompañaba al
mercado a Jesús Salgado el cocinero de Doña Cloti y cuando éste no podía ir por
alguna causa, entonces el perrito iba solo hasta el mercado a la carne. El
sultán vivió muchos años con Doña Cloti en el barrio La isla de cuba, catorce o
quince años según se dice, pero una aciaga mañana de invierno, el perrito
amaneció triste, no se levantó de su tapete, tenía catarro...Doña Cloti lo curó
con un collar de siete limones tatemados ensartados en un alambre de cobre,
pero de todos modos el perrito se murió; quizá porque ya estaba viejito...lo
cierto es, que este perrito fue muy popular y dejó un buen recuerdo y gran
pesar en la familia Rodríguez y quienes vivieron su época.
…Y por aquellas añoradas
callecitas de La paz con su canasta en el hocico…El sultán, el perro mandadero
muy garboso caminaba al rítmico vaivén de la canasta rumbo al mercado madero…
“…Por el placer de
Escribir… Recordar y Compartir…”
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