“ EL CARNERO...FUE UN
ANECDOTICO ANDARIN ENVUELTO EN LA LEYENDA...DE
LA PAZ DE ANTAÑO”
Jesús
García fue su nombre...”El carnero”, le decían por su afición a comer
carne...caminaba grandes distancias de La Paz a San Pedro y poblados
aledaños...en las tertulias familiares, entre pescadores, en las cantinas y en
todas las esferas sociales, entre fumarolas, a la luz de los faroles, el
comentario obligado eran las cómicas anécdotas de “El carnero”.
El
amplio sombrero de palma de alta copa que cubría su cabeza, no le alcanzaba a
disimular la nube en un ojo que le cegaba la visión, lo que a los niños causaba
horror...y al grito de “!allí viene el carnero!”...corrían
despavoridos...vestía amplio pantalón de mezclilla que se lo volaba el viento,
y camisa de percal fajada, amarrada una reata a la cintura a modo de
cinturón...calzaba sus pies con huaraches de llanta... los que arrastraba al
caminar a causa de una fea yaga en la pierna... colgaba de sus hombros un costal
de ixtle lleno de cosas que se agenciaba de algunos vecinos descuidados.
Antiguamente, había mucho ganado en el territorio, y por consiguiente la carne
era muy barata y sabrosa, la que vendían en las pocas carnicerías del pueblo.
Por 20 o 30 pesos daban un montón de carne y huesos; que como no había
refrigeradores, la gente la ponía a secar al sol en los patios sobre unos
mecates, de mezquite a mezquite o de palo verde a palo verde...y es donde El
carnero hacía su agosto...pasaba con su costal en el hombro y les pegaba un
“bajón”.
La
gente ya le conocía las mañas... y hasta le parecía en gracia lo que El carnero
hacía...a veces hasta se hacían de la vista gorda...podía decirse que les
gustaba ser el centro de las anécdotas de El carnero. Contaban los mayores
que una ocasión. Llegó El carnero y
pidió posada para pasar la noche; le indicaron donde podía acostarse, y el
carnero muy mortificado les dijo “!ay que pena señora! No les vaya yo a asustar
las gallinas” y la inocente señora le contestó “no se preocupe carnero, el
gallinero está por este lado”, haciendo un ademán señalando el lugar para donde
estaban las gallinas, iluminándole el único ojo al carnero. A la mañana
siguiente, ni señas de las gallinas ni del carnero. A Don Antonio Martínez,
estadio joven dela tercera edad, dice que también le voló un queso macho de
treinta kilos, una vez que le dio posada en su rancho... y cuentan que en otra
ocasión donde le dieron posada, había un tendal de huesos y carne; y el carnero
dijo muy apesumbrado, sobándose el cuerpo, “pobres huesitos míos donde irán
amanecer mañana”, y dicho y hecho, al canto del gallo, desapareció y desde
luego se llevó los huesos en el famoso costal.
Contaba
Don Quiqui Lucero, con una sonrisa maliciosa, que en gloria esté. Que una vez
estaba él hachando leña y que cuando ya llevaba un buen tercio cortado, dejó el
hacha clavada en un tronco para tomarse un descanso, y fue a su casa a comerse
un taco; cuando de repente tocaron a la puerta y con sorpresa vio que era El
carnero con su costal en el hombro y su pierna enferma “pues que andas haciendo
carnero?”, le dijo, “ando vendiendo esta hacha, porque ando en un apuro”; y
diciendo y haciendo El carnero sacó el hacha del costal y pues a Don Quiqui le
gustó mucho el hacha, la acarició, le vio el filo y se la compró en 5 pesos.
Muy contento El carnero puso pies en polvorosa y Don Quiqui también con su
hacha en el hombro se fue a continuar su labor, pero cual sería su sorpresa,
que el hacha que le vendió El carnero, era la de él mismo; éste se la robó y la
metió en el costal...le tomó el pelo a Don Quiqui.
Cuentan
que una noche, El carnero caminaba furtivamente por aquellas callecitas de La
Paz con un catre encajado en el hombro que seguramente a alguien le había
volado; de pronto, los policías que hacían su ronda farola en mano, le salieron
al paso diciéndole “Carnero que andas haciendo tan tarde con ese catre en el
hombro?” y cínicamente el carnero les contestó “pues mire señor polecía, ¿pues
que no puede cambiarse uno de noche?” y ante la respuesta del carnero, los
gendarmes rascándose la cabeza se quedaron parpadeando y El carnero siguió su
camino perdiéndose entre las sombras de la noche con el catre en el hombro.
Jesús
García, El Carnero, era muy buen andarín a pesar de la fea fístula que padecía
en su pierna. Caminaba grandes distancias...tocaba de puerta en puerta con sus
costal en el hombro buscando trabajo; ya fuera de mandadero con la escoba o con
la azada...y al ver los tendales de carne oreada en los patios, estaba con un
ojo al gato y otro al garabato, de repente desaparecía junto con la carne, por
eso le pusieron El Carnero...y lo curioso de esto, es que la gente ni se
molestaba. Se dice que no tenía hogar...era un andarín, un hombre de la calle
arrastrando su pierna y con el costal al hombro que donde le oscurecía allí
dormía...otros cuentan que vivía bajo la sombra de un gran mezquite en un
terreno baldío por las calles Ramírez y Ocampo....lo cierto es que El carnero
era un mano larga con gracia, y a la gente le caía bien, hasta le festejaban
los pequeños hurtos que El carnero hacía...era parte de nuestra tradición
pueblerina
Cuenta
la voz de los ancianos, que Jesús García El carnero fue un gran ranchero de
gran arrojo, y que se vino a menos...era simpatizante del idealismo del ilustre
General Don Felix Ortega Aguilar, revolucionario sudcaliforniano, cuando se
levantó en armas con “El Plan de las Playitas” y armó la revolución a mediados
de la segunda década del presente siglo. Y que a El carnero lo acusaban de
espía hasta que lo enviaron en las famosas “cuerdas” en el barco El bonita.
Cuentan una anécdota revolucionaria: que un comandante de los federales, sacó
de su casa con lujo de detalles a Don Vicente Ortega que estaba enfermo de
paludismo y que lo llevaban en medio de un pelotón de soldados rumbo al panteón
de Los San Juanes para fusilarlo. Iba pasando el pelotón de la muerte por las
calles Aquiles Serdán y 16 de Septiembre y la gente sorprendida miraba el
injusto cortejo, y de entre la bola de curiosos gritó Jesús García “!viva mi
general Ortega!” al escuchar esto, el comandante se paró en seco junto con el
reo y el pelotón y le ordenó a El carnero que se formara a la comitiva porque lo iban a fusilar.
Cuando
el pelotón y los sentenciados llegaron al panteón para el fusilamiento, le dijo
el comandante a Don Vicente Ortega apuntándole con el fusil, que pidiera su
última voluntad y éste pidió que le perdonara la vida a Jesús García era
simpatizante con los ideales revolucionarios del general Felix Ortega Aguilar.
Fue así como se salvó El carnero, pero no Don Vicente quien si fue fusilado.
...El carnero fue un celebre personaje del paisaje
sudcaliforniano...todavía se recuerdan sus andanzas y anécdotas.
“…Por el placer de
Escribir… Recordar y Compartir…”
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