jueves, 31 de enero de 2019

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA
“DEL JARRO DE LOS REMEDIOS DE LA ABUELA... EL SARAMPION ENFERMEDAD DE TODOS LOS TIEMPOS Y QUE DEJA SECUELAS”.
• COCIMIENTOS DE BUÑIGAS DE CHIVAS, SAMBESARAMBE Y BOLAS DE CILANTRO, CON ESO CURABAN EL SARAMPION LOS ANTIGUOS.
• REPOSO Y CUARENTENA, ADEMAS DE ALIMENTOS SIN GRASAS Y PICANTES, ERA LA DIETA RECOMENDADA, AMEN ENTRE OTRAS COSAS.
• COCIMIENTO DE BORRAJA, RAIZ DE CHOYA Y CANELA PARA LAS CALENTURAS, Y NO SALIR AL VIENTO HASTA QUE EL SARAMPION BROTARA, ERA LO RECOMENDADO PORQUE SE HINCHABA EL ENFERMO Y PODIAN HASTA MORIR, DECIAN.
Eran los añorados años aquellos de los cincuentas, de La Paz risueña y hermosa....la mayoría de los hogares sudcalifornianos parecían hospitales con los enfermos con la epidemia del sarampión...pero que curioso, la gente estaba acostumbrada a hacerle frente a este tipo de enfermedades que azotaba en todo el país, y La Paz no era la excepción; es más, ya las esperaban, eran como que formaban parte de la educación de la persona. Por regla, le tenían que dar a uno esas enfermedades de la infancia, el sarampión, la tosferina, la chanza que ahora le dicen paperas, e incluso hasta daban la viruela loca, la que fue derivando en la ahora llamada varicela. Pero la gente mayor, tenían conocimientos por tradición de familia, de cómo cuidarse y curarse.
El enfermo, acudía al médico su hacían desarreglo y se complicaba la enfermedad, pero cuidándose no pasaba nada, tan sencillo como eso. Pero claro, ahora son otros tiempos, la alimentación es distinta, la vida muy de prisa, y el ambiente contaminado; todo es diferente...y es evocador recordar y comparar, al ver la alarma que genera la amenaza nuevamente el sarampión, el paludismo, el dengue, entre otras enfermedades del pasado...y recordar es vivir....vivir en el buen sentido de la palabra... ¡Cómase todo, porque tiene que estar fuerte para enfrentar las enfermedades que vienen!, en aquella época decía la abuela...este muchacho se siente mal, anda todo atolondrado, tiene colorado los ojos, la piel rojiza, la lengua blanca, anda malo del estómago, y tiene calentura, con seguro tiene sarampión, que no salga al viento, hasta que le reviente el sarampión, porque se puede hinchar y hasta puede morir, tampoco que pise el suelo descalzo con calentura, porque se va a enhuilar, tiene que estar en reposo y en cuarentena..
Y encerraban al muchacho enfermo, y recomendaban que se arrimaran los demás hermanos para que de una vez les diera el sarampión y quedaran inmunizados...y el jarro de los remedios de la abuela, empezaba a hervir en aquellas encaladas hornillas de crepitantes tizones, inundando aquel ambiente de agradables aromas a remedios, y la abuela ponía a coser en medio litro de agua un puño de ramas de sambesarambe, es una planta que crece como la verdolaga tendida en los caminos, muy parecida al choyal pero la hoja más chica; luego hacía con una mantita limpiecita un muñequito amarradito con siente bolingas o boñigas de chiva y echaba un puñito de cilantro de bola, a que hirviera por cinco minutos, luego lo apagaba y lo dejaba reposar otros tantos minutos para que aquel cocimiento soltara las propiedades medicinales, y le daban a tomar al enfermo tres tazas en el día hasta que brotara el sarampión y cosa buena era porque a los dos días estaba grifito el chamaco de sarampión, brotaba parejito, entonces se extremaban más los cuidados, ya no le daban boñiga de chiva al enfermo, ahora le daban te de borraja con canela y raíz de choya hasta que se quitaban las calenturas y luego seguía la cuarentena y ya el muchacho estaba curado con las dietas especiales.
Le quitaban al enfermo la leche, aunque le daban leche condensada del Águila, ahora la lechera y que decían que era de cabra...alguna relación debía de tener con la bolinga de chiva; también le daban caldito de pichón o de pollito con arroz sin condimento ni picante durante la cuarentena, a veces casi todos los miembros de la familia se enfermaban y con esos cuidados nada pasaba; la enfermedad tenía que salir decía la abuela. Claro que faltaban a la escuela y a los adultos les daba el sarampión más fuerte los que trabajan pues nomás no iban, algunos perdían su trabajo o nomás no les pagaban porque en aquel tiempo no había seguro social o tantas prestaciones.
En aquella época de epidemia de sarampión en La Paz, en casa de Tía Anita, de gratos recuerdos, la mayoría de las familias estaban en sarampión, y yo andaba entre los enfermos, alcanzándole los tes y calditos, en fin ayudando a atenderlo; me decía mi adorada madrecita “ve y ayúdalos para que te del sarampión de una vez”; todos estaban enfermos y yo entre ellos, ¡y no me dio el sarampión!...Dios quiera que ahora de vieja no se acuerde el sarampión de mí, porque quizás no lo pudiera soportar, son otros tiempos y a la mejor la bolinga de chiva con el bensemarambe, no funcione, ya estamos en otra época, por las dudas hay que guardar boñigas de chivas.
…Y entre aquellos aromas que salían del jarro de los remedios de mi nanita, en el ayer, las chivas generosas en el patio ofrecían sus bolingas para la cura del sarampión.
…Por el placer de escribir. Recordar.Y..Compartir..

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