miércoles, 27 de abril de 2022

 

LA PAZ QUE SE PERDIÓ

POR MANUELITA LIZARRAGA ALCARÁZ.

 

“EL MACHO DE PICHILINGUE...EL NIÑO Y EL PERRO”.

 

• OCHO AÑITOS TENIA LORENZO Y SUS GRANDES AMIGOS FUERON EL MACHO DE PICHILINGUE, “EL TORDILLO”, Y “LOBO”, SU PERRO.

• EL MACHO DE PICHILINGUE PARECIA OBRERO...DICE DON LORENZO VERDUGO, AÑORANDO AQUEL AYER.

• EL TORDILLO ERA MAS INTELIGENTE QUE CUALQUIER INGENIERO DICE DON LORENZO, PUES ESTE HABLABA CON LAS OREJAS Y LOS OJOS.

• “ERES MAS MAÑOSO QUE EL MACHO DE PICHILNGUE”, ERA UN DICHO MUY COMUN EN AQUELLA EPOCA POS ESTE MACHO ERA CELEBRE, ESTA LLENO DE MAÑAS.

• CUANDO YO MUERA, DICE DON LORENZO, LE PIDO A DIOS ME PERMITA ENCONTRARME CON MIS AMIGOS EL MACHO Y EL PERRO.

• AL TOQUE DE LA CAMPANA DE JUAN LUCERO QUE SEÑALABA LAS HORAS DE LABOR, DESDE LAS OCHO DE LA MAÑANA...UNAS TROPELADAS TRAIA EL MACHO ENVUELTO EN UNA NUBE DE POLVO BAJANDO DEL CERRO Y SOLITO SE METIA A LOS APAREJOS DEL CARRETON CARGADOS DE SAL, Y LORENZO LE PONÍA LA LANZA.

• A LAS SEIS DE LA TARDE SONABA LA CAMPANA, Y EL MACHO SOLITO SE MANEABA Y AHÍ SE QUEDABA AMACHADO ¡YA NO LO HACIAN TRABAJAR POR NADA DEL MUNDO!, ERA UN OBRERO QUE HABIA TERMINADO SU LABOR.

• SU TIO LORETO MARTINEZ PLATICABA CON EL MACHO EL QUE MOVIA OJOS Y OREJAS, Y HASTA PARECIA QUE SE REIA... ERAN TAN HERMOSOS Y BUENOS MIS INSEPARABLES AMIGOS, Y QUE FELICES ERAMOS ALLA EN LA SALINERA DE DON MIGUEL CORNEJO, EN SAN JUAN NEPOMUSENO, EN PICHILINGUE.

 

Dicen Don Lorenzo Verdugo mirando lejos, con gran nostalgia, deleitándose, recordando su feliz infancia al lado de su tío Loreto, sus amigos, el Macho de Pichilingue, el Tordillo y su perro Lobo, el macho era de color blanco con negro, era de bella estampa, “El tordillo se llamaba”, ¡era tan hermoso!, dice, nomás relumbraba su pelaje y tenía las orejas paradas y los ojitos muy pelones con unos pestañones, y cuando llovía en la salina, porque llovía mucho, dice, el macho se ponía muy contento, bajaba a tropeladas del cerro revestido de pastura y parecía que hasta se reía, hablaba con las orejas y los ojos, y él al fin niño, lo entendía perfectamente... ¡qué grandes aventuras pasaron juntos Lorenzo, el macho de Pichilingue, y su perro Lobo!.

 

Al niño Lorenzo le gustaba bañarlo, darle su agua dulce y amarrarle en  el hocico su morral de ixtle, repleto  de maíz, lo que tanto le gustaba...Juan Lucero sonaba la campana a las ocho de la mañana y el macho de Pichilingue bajaba a tropeladas del cerro envuelto en una nube de polvo  muy contento solito se metía a los aparejos del carretón...él sabía que empezaba su labor, pues era todo un obrero de la salinera, en San Juan Nepomuceno. A Lorenzo le encantaba ponerle la tranca o lanza, y el macho se enojaba muchísimo, pero se tenía que aguantar, porque Lorenzo también empezaba labor de arrear el carretón con la sal. Y de un salto se subía a darle a la dura jornada diaria de acarrear la sal.

 

A las doce del día sonaba otra vez la campana, y el macho se amachaba, ya no lo hacían trabajar ni por nada del mundo, entonces Lorenzo lo soltaba y agarraba muy contento para el cerro; luego, sonaba la campana a las dos de la tarde y allá venía el macho a tropeladas envuelto en una polvareda a continuar la jornada, y a las seis de la tarde que sonaba el ¡tolón! ¡tolón!, de la campana, el macho se maneaba y ya no lo hacían trabajar, él sabía que había terminado la jornada, y entonces si venía lo bueno, dice Don Lorenzo, los tres amigos, el niño, el macho y el perro agarraban para el cerro y se revolcaban en el pasto... ¡qué felicidad para un niño de ocho años!

 

Era un silencio tan bonito en la isla de San Juan Nepomuceno, roto solo por los ladridos del perro, los relinchidos del macho, el trinar de las aves y el rumor del oleaje del mar. Hasta allá se escuchaba el alegre tintineo de las campanas de la Parroquia. Nunca olvidaría aquel momento, cuando para enseñarlo a nadar su tío lo aventó en lo profundo del mar amarrado de un chicote y su perro el Lobo se lanzó tras él...estaba tan profundo, había tanto pescado y así fue como aprendió a nadar.

 

Era mucha la sal que sacaban en la salinera, la echaban en costales y las cargaban al carretón tirado por el macho, o simplemente a granel. Don Miguel Cornejo le pagaba a su tío con arroz, frijol y tequila. Momentos hermosos e inolvidables vivió también en la base naval norteamericana que ahí estaba, la carbonera de Pichilingue. Esta base, dice Don Lorenzo, estaba dividida; a un lado ondeaba la Bandera Americana, y por el otro, la mexicana, había tres grandes almacenes retacados de carbón de piedra, el que traían en barcos de vapor para las calderas; había días para trenecitos para acarrear el carbón hasta los almacenes, también había dos molinos de viento a la orilla de la playa y llave de agua, aljibe en los galerones y de allí, se llenaban barriles y los llevaban en pangos a la salinera remolcado por un bote...y el carajo macho y el perro se ponían recontentos cuando el agua llegaba...si hasta parece que escucho los ladridos del perro y los relinchos del macho.

 

Allí en la base Naval Americana, vivía el jefe John Black, Míster Black, le decían, era buena gente él y su esposa, la que tenía un perrito de esos peluditos, el que Lorenzo bañaba y le daba de comer, aunque se pegaba sus enceladas el macho y el perro...la Señora era buena gente, dice, le daba cositas buenas de comer y hasta para que le llevara  a su mamá...había tanto pescado que hasta se varaba solo.

 

Cuanto sufrió Lorenzo cuando se lo trajeron de la isla!, dejar al tordillo, su querido amigo, el macho de Pichilingue, era lo peor que le podía pasar...pero eso sí, les dijo, yo no me voy sin el perro... y se amachó igual que el macho cuando este ya no quería trabajar, y se trajo al Lobo, su perro...era una tarde nublada de 1918 la pequeña barca de vela se perdía en el oleaje trasportando a un niño triste, a Lorenzo, y su perro, así como a su tío Loreto Martínez...la salinera iba quedando atrás perdiéndose en la lejanía, en el tiempo y la distancia las tropeladas y relinchos del macho de Pichilingue despidiendo a su pequeño amigo, el niño Lorenzo.

 

Don Lorenzo, nació en los encinos el primero de mayo de 1909, sus padres fueron Guadalupe Verdugo Castro y Carlota Martínez Talamantes, sus hermanos Santos, Guadalupe, Carlota, Gracia, Leonor y Amadeo. Don Lorenzo se crio en el legendario barrio El esterito, con su tía Rosario Girasol, entre pescadores, sus bonitas costumbres y tradiciones, rodeado del cariño de sus tíos hermanos, primos y demás familia.

 

...cuando yo muera, dice Don Lorenzo, a sus 96 años de edad, le pido a Dios encontrarme con mis queridos e inolvidables amigos el macho de Pichilingue, el tordillo, y Lobo su perro.

 

…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…





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