LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA
LIZARRAGA ACARAZ.
“LA CASA DEL
PAREDON...Y EL NIÑO LLORANDO”.
Ya estaba muriendo
aquella tarde de invierno...caminaba absorta en mis pensamientos por el muro
costero del malecón...mis pasos me llevaron por el callejón de “las almas
perdidas” o callejón del beso, el que luce hermoso recién pavimentado...al ver
la ruinosa casa que perteneció a la familia Canalizo, la que fue derrumbada
recientemente recordé su historia, a aquella valerosa mujer...a Doña Chonita de
Canalizo, épocas de revoluciones y otras cosas...pero esa, después la voy a
narrar. Me encaminé a la calle Belisario Domínguez, y continué caminando con
intención de llegar hasta el final del mencionado callejón, y llegar a la
Belisario Domínguez para hurgar en su pasado...el caserío en ruinas me pareció
maravilloso, habla de toda una época...a esa hora de la tarde, se siente un
silencio sepulcral por ese rumbo, ya que es una de las calles más antiguas de
La Paz, la primera para ser precisa, impregnada de historias y leyendas...las
tijeretas y zopilotes retornaban a sus nidos en las susurrantes y juncales
palmeras.
Al ver los paredones
dejaba volar la imaginación, y pensaba en los galeones piratas que arribaban a
la bahía en tiempos pasados, y en los fieros e intrépidos aventureros, quienes
después de cometer los atracos a las flotas españolas y al galeón de Manila,
buscaban lugares seguros donde sepultar sus tesoros...volví a la realidad,
cuando de pronto, estaba frente a aquella mansión, sobre un paredón de piedra,
de la que se cuentan varias leyendas...la piel se me empezó a enchinar porque
ya todo estaba en penumbras, y vino a mi mente aquel relato que me hizo la
estimada Señora aquella tarde de invierno doña Conchita de Castro, después de
haber disfrutado de su agradable compañía y amena charla, al despedirme,
dándome una palmadita en el hombro, me dijo apuntando a la mencionada mansión:
“Fíjate mijita que en
esa casa espantan muchísimo. – ¿Cómo Así? – Si, sus habitantes ya se
acostumbraron a vivir con todo lo que pasa allí. Les apagaban la luz, pasan
sombras de un cuarto a otro, estornudan, arrastran cadenas, en fin, un montón
de cosas que ya ni caso hacen, pero lo que les pasó aquella vez, estuvo
espeluznante. Resulta, que se fue toda la familia a un baile, y cuando
regresaron después de la media noche, se encontraron con la novedad de que se
les olvidó adentro la llave de la casa, la que estaba hasta el fondo de un
pasillo, sobre un ropero. La casa estaba en tinieblas, y como todos sabían lo
que allí espantaban, pues nadie se quería meter por la llave. - ¿Y cómo le hicieron
Doña Conchita?, - Quiso la providencia que un jovencito, amigo del muchacho,
los acompaño al mencionado baile, desde luego el niño no sabía nada de los
espantos en la casa, y muy serio se acomidió a meterse por una ventana a la
mansión por la llave.
Así lo hizo el
jovencito, y salió chiflando muy tranquilo con las llaves en la mano, y cuando
le entregó a la señora de la casa las llaves, les dijo ¡Pero que inconsciencia,
como se les ocurre dejar al niño solito en aquella oscuridad! ¡Pobrecito!
apúrense el niño está llorando desconsoladamente - ¿Y qué pasó después doña
conchita? - ¡Pues nadie se quiso meter en la casa, se amaneció la familia en la
calle, ya que ellos no tenían un niño chiquito! El muchacho acomedido, al
enterarse de lo que pasaba en esa casa, y haber sufrido la espeluznante
experiencia, porque hasta le acarició la cabecita al niño, estuvo varios días
enfermo. Investigando sobre esta casa, otras personas que la habitaron en
épocas pasadas, dicen que también le sucedieron cosas extrañas, que la casa se
iluminaba como si se estuviera ardiendo, se escuchaban lamentos y llantos de
niños. Otras dicen que antiguamente fue allí una gran huerta, y su dueño sabía
de todo lo que pasaba, se decía que había un tesoro, pero al señor nunca le
interesó sacarlo y ni permitió que lo intentara otra persona por que le iban a
destruir la casa. Decía él, que, si había dinero o tesoro, podía ser de los que
enterraban los piratas en el siglo pasado ya que las aguas del mar subían hasta
esos paredones y siendo así, no le interesaba porque era dinero mal habido y
traía desgracias...según el tesoro, nunca nadie lo encontró. Por si las dudas,
apresuré mis pasos, no fuera a escuchar el llanto del niño chiquito, en esa
casona del paredón.
…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…
*Esta crónica fue publicada hace más de 25 años en el
periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto
directo XENT radio La Paz*
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