viernes, 12 de mayo de 2017

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“AULAS FRIAS, Y ASIENTOS DUROS...PERO LLENOS DE CALOR HUMANO, RESPETO Y SABIDURIA”.



            Esa cálida mañana que viajaba en un pesero, llamó mi atención la plática de dos jóvenes señoras... “figúrese comadre”, le dijo una a la otra, mientras amamantaba un lindo bebé... “que dice mi niño, que el profesor lo regaña mucho, que porque no aprende y está muy atrasado, el pobre chamaco ya ni quiere ir a la escuela, mejor lo dejo viendo  a gusto su programa de televisión. – Pues no se apure comadre”, le contesta la otra señora, “nomás usted dice y nos juntamos un grupo de madre de familia y unas cuantas firmas y sacamos al profesor”.

            ¡Pues que nos pasa!
                       
            Me quedé perpleja al escuchar aquella plática en uno de tantos peseros a esa hora de aquella calurosa mañana...íbamos todos apretujados...jovencitas y personas mayores con sus cabezas plateadas, haciendo circo, maroma y teatro para no caerse, y los jóvenes y demás señores venían cómodamente sentados a dos ..., ¡que vergüenza!, cuantos valores se han perdido. No pude evitarlo, me puse a comparar el ayer y el presente...se agolparon en mi mente los recuerdos...regresé al pasado a aquella escuelita Rosendo Robles, la “Chango Robles”, logro de la inolvidable profesora Jesús Rolland y un grupo de entusiastas personas que la apoyaron. Escuela que dirigió hasta su jubilación. Con añoranza recuerdo los dos frondosos árboles al frente de la misma, a cuya sombra cobijaron los actos  cívicos, los juegos, rondas infantiles y tantas inquietudes y gozos de generaciones de niños, que algunos ya duermen el sueño eterno y otros peinamos canas y somos felices abuelos...hasta parece que escucho el alegre tintineo de la campana llamando a recreo, y aquella multitud de voces...aún retumban en mi oídos como notas musicales las fuertes voces llenas de sabiduría de los venerados y nunca olvidados maestros: Beatriz y Pilar Flores, Anita Valdivia, Luisita Angulo, Aurora y Agueda Meza, Manuel y Euximio Beltran, entre otros distinguidos maestros que algunos ya emprendieron el camino sin retorno, y a otros, el invierno plateó sus cabezas y sus pasos son ya lentos.

            Antaño, ¡que esperanza que permitieran los señores o jóvenes y aún niños que las damas estuvieran paradas!, muy atentos les daban el asiento o su lugar...mucho menos los ancianos, los ayudaban a cruzar la calle y a cargar paquetes, bolsas, canastos, etc., en aquellos tiempos eran más acomedidos. Había respeto por guardar esas formas de la educación, la que se mamaba de los mayores, generación tras generación en los hogares y era reforzada en la escuela por los maestros. ¡Tan queridos y nunca olvidados!, quienes merecían y merecen todo respeto y veneración, eran y deben de ser como nuestros segundos padres. Ellos tenían toda la confianza y autoridad de los mayores para reprendernos con energía porque lo hacían por nuestro bien y para nuestra formación...aún recuerdo aquellas frases que decían “¡aquí  le traigo a mi hijo profesor...se lo entrego con todo y todo!”.

            Cómo olvidar aquella ocasión en que mi hermana mayor quiso dar una queja en contra del maestro...”Mamá fíjese que la señorita me regañó y me..!” mi madre no la dejó terminar de hablar...con la mirada de aquellas que ella daba, que hacía que se le enchinara a uno la piel, la calló en el acto. Al día siguiente, sin que la chamaca supiera, mi madre fue a la escuela para entrevistarse con la maestra y enterarse cómo andaba la niña. Cuando regresamos de la escuela, estaba en la mesa un vaso de agua endulzada, ya sabíamos que quería decir eso... a alguien le iban a arrimar una zurra, y el vaso con agua endulzada era para el susto. Muy seriecitas, con el alma en un hilo, en suspenso guardamos los cuadernos en su lugar, y nos sentamos espichaditas a quitarnos los zapatos para que se enfriaran los pies, y a esperar a ver a quien le tocaba la cueriza. Después de hablar mi madre con la maestra, a mi hermana le pusieron una cintariza marca diablo, y claro, se bebió su vaso de agua endulzada después de que le dieron un baño.

            En aquellos salones fríos, de asientos duros pero inundados de calor humano, de respeto y de sabiduría, a la hora de clases, nada más la voz del maestro se escuchaba...!que maestros!, y que manera de explicar la clase, con aquella paciencia tan de ellos...luego dictaban un resumen, después los alumnos tenían que explicar ante todo el grupo lo que habían aprendido. Las clases de historia, ¡que clases!...tenían una narrativa que transportaba al alumno y lo hacían vivir aquellos momentos históricos, y sentirse los personajes que se narraban y que nos hacían palpitar el corazón y sentir nuestra identidad nacional. Las clases de urbanidad y civismo las hacían como obras de teatro, donde los propios alumnos escenificaban los  personajes. El Himno Nacional se entonaba completo con todas sus estrofas. Ahora creo que ya casi nadie lo sabe completo. Se fomentaba el honrar a nuestros héroes que nos dieron patria y libertad, así como a nuestro lábaro patrio, a nuestros mayores, y a nuestros gobernantes y tantas otras cosas que hacían consolidar el sentimiento nacional.

            Como olvidar aquellos ejercicios acompañados de caligrafía que hacíamos una y otra vez desde segundo año de primaria.

            “AMA Y RESPETA TU BANDERA COMO A TUS PADRES”
            “EL RESPETO AL DERECHO AJENO ES LA PAZ”
            “SI QUIERES SER, CUANDO GRANDE, BUEN CIUADADANO, DESDE PEQUEÑO PORTATE BIEN CON TUS MAYORES”.
            “SI QUIERES SER BUEN NIÑO Y BUEN MEXICANO SE OBEDIENTE CON TUS MAYORES Y HONRA TU BANDERA”.
            “LA DISCIPLINA Y OBEDIENCIA ES LA BASE DEL TRIUNFO EN LA VIDA”.

            Palabras que repetíamos una y otra vez y que se ponían en práctica y se quedaron grabadas para siempre. Venerados maestros que nos dieron tanto a cambio de sentir la satisfacción de que la semillita del conocimiento que sembraron en nuestro cerebro era tierra fértil y germinó...el esfuerzo no fue en vano. Pero aquella valiosa enseñanza que desprendieron de su propio ser, poniendo el alma y que no está escrito en los libros, se guarda como en una joya muy valiosa en el corazón. En aquel tiempo los maestros no andaban con huelgas ni en plantones, no se usaba eso. Ahora, sus razones tendrán y se les respeta. El sueldo de los maestros quizá era decoroso y le alcanzaba para vivir dignamente. El ser maestro aquí en La Paz, era de lo más grandioso y respetado, como debe serlo ahora. En la mañana, y por la tarde, un mismo maestro lidiaba con 50 niños. Cinco cuadernos y el libro de lectura era todo lo que necesitábamos. Los niños escribían del pizarrón al cuaderno, y aprendían a memorizar y a sacar cuentas en el aire para ejercitar la mente. Ahora, si no tienen calculadora a la mano no pueden sacar una cuenta. Eran otros tiempos...tal vez era porque no había televisión ni radio y los niños tenían que desarrollar su creatividad, elaboraban sus propios juguetes, como baleros, barquitos, aviones, troquecitos, tiradores, papalotes y traían sus catotas metidas en un calcetín colgando de bolsa del pantalón, y que orgullosos se sentían con las canicas especiales de tiro y los catotones. Iban a la escuela mañana y tarde llevando las tareas resueltas las dos veces, y todavía había tiempo para que escucharan las interesantes y amenas narrativas de los mayores, porque algunas mamás no trabajaban fuera del hogar, eran productoras allí mismo y de esa manera ayudaban aún más al gasto familiar y estaban al pendiente de sus hijos; no miraban novelas, y los maestros no tenían que salir corriendo desesperados a otro trabajo. Claro que es por el progreso, que debe ser muy bueno, los resultados están a la vista. No había niños ni jóvenes vagos, ni delincuentes, quizá era porque mamá estaba en casa preparando ricos guisados para la hora de salida de la escuela de sus hijos, y el papá en el trabajo tenía la preocupación de estar a tiempo en su casa donde lo esperaban su esposa y sus hijos, y comerían todos juntos, como era la costumbre. Ahora, unos andan para allá y otros para acá.

            ¿No sería bueno volver atrás y tratar de rescatar de los escombros del pasado costumbres que se perdieron, sobre todo en lo que se refiere a valores, educación escolar y en el hogar? Tal vez si se le otorgara más confianza a los maestros, y le enseñamos más respeto a nuestros hijos para con ellos, y que algunas mamás que trabajan, reflexionaran si vale la pena lo que ganan, comparado con los valores que se pierden con sus hijos y pudieran volver al hogar...las nuevas generaciones pudieran ser mejores, se evitaría un poco la delincuencia, la desintegración familiar y la  crisis de valores que hoy padecemos, pero creo que es un esfuerzo conjunto de gobierno, padres de familia, religión e instancias educativas.

            ...Aulas frías y asientos duros...pero inundados de amor, de calor humano, respeto y sabiduría.


…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…




*Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*




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