viernes, 28 de julio de 2017

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“LA TUMBA SIN NOMBRE”



           
            Esa asoleada mañana, en el panteón de San José del Cabo, de pronto mis ojos se encontraron con esa tumba sin nombre, con una fresca y perfumada rosa, llamando mi atención el epitafio

“Fría, insensible bajo esta losa,
Victima triste de la parca airada
Una joven beldad yerta reposa
Con lágrimas tristísimas lloradas
Fue su muerte temprana y lastimosa
Mortal, si has conocido los amores
En su túmulo vierte unas flores”.

 Y cuenta el reconocido maestro Don Rubén Monroy Castro, nativo de esas tierras josefinas, la historia de esta tumba sin nombre que dio paso a la leyenda y dijo. No sé ni quien es...ni de donde sea...pero esto sucedió hace más de un siglo en el histórico poblado de San José del Cabo donde el rumor de los dos mares se unen con sus murmullos cantarinos de las olas del mar...que parecen plegarias al cielo...voces del pasado de antiguos pobladores.

            Cuenta la leyenda que vivió una joven a su tierna edad enamorada...quizás de un imposible amor...sus padres no permitieron nunca que se consumara dicha unión...la joven tuvo como exilio ese pueblo mencionado, pues procedía del Estado Norte de Baja California. Cuentan los mayores, que una mañana de frío invierno a principios del siglo pasado fondeó un gran vapor frente a la “aguada segura” o estero de San José. Venía, como era la costumbre, cada seis meses a traer toda clase de mercancías, y a embarcar ganado y todo tipo de productos de la región. Dicen los que saben mucho, que ante la sorpresa de los remeros, desembarcó una hermosa joven de cuerpo juncal, de tez muy blanca, de larga cabellera negra y venía ataviada de largos y blancos ropajes... por equipaje llevaba colgando al hombro un atado de cosas, lo que parecía un bulto o un morral...conteniendo quizás, algún cambio de ropa o cosas muy personales. Con una mantilla blanca se cubría el rostro...y la negra y ondulada cabellera que le volaba al viento, no permitía apreciar bien sus facciones.

            La pequeña embarcación se perdía entre las embravecidas olas, que al golpe de remos cortaban las aguas...impávida y trémula, la bella mujer perdía su mirada indiferente en la distancia...un sollozo entre cortado bajo el manto se escuchaba...al arribar la barca, la bella pasajera, de un salto llegó a tierra; y ante la mirada de los hombres que guiaban la canoa...las huellas de sus finos pies descalzos iban quedando plasmadas en las ardientes y níveas arenas, perdiéndose en la distancia. Nunca nadie supo su nombre...ni quién era...ni de donde vino...su vida siempre fue un misterio...sólo sabían que desembarcó en San José del Cabo, del vapor un día...en solariega y antigua mansión se le miraba deambular como alma en pena...siempre cubriendo su rostro con el manto...se fue tejiendo la leyenda a su alrededor...unos decían que venía exiliada por su familia, por no se que amor imposible...otros, que tal vez padecía una enfermedad contagiosa e incurable...lo cierto es que la hermosa y misteriosa joven fue muriendo poco a poco de inanición.

            Los días transcurrían para la bella, lentamente en el histórico y pintoresco San José del Cabo y para los pocos habitantes de la época que miraban recelosos la llegada al poblado de esta mujer de rostro cubierto por el manto, de blancos y largos ropajes y de cabellos tan negros como las alas de cuervo.

            La parca cumplió su misión...fría, yerta e inerme la encontraron un día, con el rostro cubierto con el blanco manto...manos piadosas le dieron cristiana sepultura y respetándole su sentir no le descubrieron el rostro, ni se investigó quién era, descansando sus restos mortales en el panteón municipal en San José del Cabo quedando su tumba sin nombre y sin fecha. Cuenta la leyenda que al paso de los años, la tumba sin nombre es visitada por los enamorados, principalmente por los de amores imposibles y le piden el favor a la mujer de la tumba sin nombre, quien sufrió de este mal de amores, peticiones según,  para lograr que se consolide el amor de la pareja. Aseguran que son muchos los testimonios de amores realizados.

            La tumba sin nombre, siempre tiene flores frescas, llevadas por algún enamorado, y sobre la lóbrega lápida reza un epitafio, inspiración de algún enamorado anónimo, el cual impacta  a los jóvenes y dice así:
“Fría, insensible bajo esta loza.
Víctima triste de la parca airada
Una joven beldad yerta reposa
Con lágrimas tristísima llorada
Fue su muerte temprana y lastimosa
Mortal, si has conocido los amores
En su túmulo vierte unas flores”.

            La tumba sin nombre, es visitada por jóvenes enamorados y siempre tiene flores rojas; incluso, hasta los extranjeros le llevan una flor...no sé ni quien es, ni de donde sea...sólo sé que desembarcó en San José un día.

            ...San José del Cabo, tierra de misterios...de andar de milenios...cuna de grandes héroes, ilustres hombres y bellas mujeres.


…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…


*Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*





LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“SAN BARTOLO...TIERRA DEL TRADICIONAL DULCE REGIONAL...CUNA DE INDUSTRIOSAS Y PROGRESISTAS MUJERES”.


            Sobre la loma más alta, allá en San Bartolo están las ruinas de lo que en otros tiempos fue una misión...también existe un antiguo panteón, un ojo de agua dulce y exuberantes palmeras en las cordilleras de los cerros, así como huertas de frutos regionales, entre ellos el exquisito mango, y Doña Estefana Silva es la muchacha más antigua de San Bartolo, donde nació el 04 de Enero de 1904 y dijo que sus padres fueron Francisco Silva Calderón, de ocupación de todos los oficios de aquella época, principalmente agricultor y ganadero, y su mamá Doña Rosario Cota Obello, fue dulcera desde sus ancestros por tradición, así como su abuelita Doña Porfiria Calderón y que desde tiempos inmemoriales las fiestas tradicionales de este pintoresco pueblito del Iguano, del dulce y del mango, son el 24 de Agosto, día del Santo Patrono, San Bartolo, y se festeja con bombo y platillo con un gran baile en la que participa toda la población de más de veinte ranchos aledaños, y otras comunidades, y es coronada la reina, la que este año fue la señorita Janeth Aguilar Díaz; y que en esa iglesia en ruinas de la que aún queda el arco en la pared que se niega a caer, a ella la bautizaron cuando era una bebe...y bonitas misas se realizaban y se veneraba a San Bartolo, que desde su infancia ella la recuerda, con sus bancas de madera de Güéribo, que contaban los mayores que esa iglesia fue construida por los as de 1729 por los padres jesuitas, pero que a su expulsión en 1768, todo quedó en el abandono, y las familias más antiguas que repoblaron San Bartolo fueron los Trasviña, Cota, Rochín, Silva, Meza, Aguilar, entre otros, y se dedicaban a la siembra y cosecha de caña, a la elaboración de panocha, panocha de gajo, conocimientos de este arte que trajeron los Silva a la península y se hizo una tradición.

            ...Había muchos molinos de caña y trapiches en San Bartolo...eran tiempos de Jauja...la iglesia continuó a tener actividades con sus festejos y todo, donde acudía todo el pueblo...una vez, llegó a San Bartolo un forastero quién traía un mapa, según venía buscando un tesoro que estaba enterrado en la iglesia pasando el arroyo grande sobre una loma, y escarbaron tanto pero no encontraron nada, y a través del tiempo son muchos los que han buscado el famoso tesoro, hasta que se fue acabando de destruir la iglesia a consecuencia del ciclón Lisa en 1976, en ese tiempo todavía estaba el padre Bruno; luego se edificó la nueva iglesia donde se venera a San Bartolo, donde cada sábado viene un sacerdote a la celebrar la misa. La economía en San Bartolo, dijo la encantadora muchacha antigua de cabellos como lirios florecidos, se basa en la agricultura, ganadería, pero principalmente en la elaboración y venta del dulce regional. La gente de San Bartolo  es muy trabajadora y para la preparación del tradicional dulce de mango y orejones, participa toda la familia. Durante el mes de Junio hasta el 15 de Agosto es la cosecha de mango y se tiene que trabajar intensamente para aprovechar todo el fruto.

            Meses antes, dijo Doña Estefana Silva, mientras pelaba unos mangos para preparar orejones, las familias en su gran mayoría empieza a amontonar varias cargas de leña en sus hogares y a preparar cazos y todos los utensilios para el intenso trabajo que se avecina con la maduración del mango y a como van cayendo se van aprovechando para el ate y orejones. Es todo un arte ese proceso de fabricar dulce, la gente que no hace dulce, es que no es de San Bartolo. En la mayoría de las casas se ven los leñeros atascados, los cazos repletos en proceso de dulce de mango en la lumbre, y la humareda en los techados perfumando el ambiente a mango maduro.  También las familias de San Bartolo, para apoyar su economía, preparan dulces de diferentes frutos en almíbar, como guayabate, jamoncillos, cocadas, coyotas, empanaditas, pinole, etc., y lo ponen a la venta a consignación en los puestos a la orilla de la carretera, el que el turista y demás visitante consume para deleite del paladar, dando fama San Bartolo por su exquisito dulce regional.

            Ella, continuó diciendo Doña Estefana Silva, desde que tenía cinco años la criaron y educaron sus padrinos Doña María Cota Oliveros y Serafín Meza Verduzco; ella los cuidó en su vejez y enfermedad hasta su muerte, fueron personas muy buenas, nobles y muy trabajadores, siempre le dieron muy buenos consejos y gracias a ellos ella se formó en la vida; esta casita de adobe, dijo, la construyeron sus padrinos en 1918, y se la heredaron a ella. Su padrino era, además de agricultor, comerciante, tenía varios aparejos de mulas y los cargaba de cacaixtle con aguacates y mangos, entre otros frutos, y los llevaban a vender a La Paz por aquellas polvorientas y pedregosas brechas, por las que hacían tres días de camino para llegar a la ciudad de los molinos de huertos familiares, de barcos mercantes y de tantas otras cosas hermosas. Cuando ella tenía 14 años, sus padrinos la llevaron a La Paz por primera vez...la bahía estaba inundada de embarcaciones de vela, armadas perleras le decían algunas, había unas cuantas casas con sus molinos de viento, parecía un rancho grande La Paz; las tiendas que recuerda eran la “Ochavada”, “La torre Eiffel”, “La casa Ruffo”, “El centro mercantil”, la fabrica de calzado de los chinos por el callejón 21 de Agosto, entre otros.

            En ese tiempo, continuó diciendo la dulce viejecita, estaba en su auge la Revolución de Felix Ortega y sus valientes, traían sombreros de colores, nomás zumbaban las balas a los alrededores...varias batallas se dieron con los pelones en San Bartolo, tenían las familias que salirse de sus casas y meterse entre las huertas. Se casó a los 23 años con el señor Serafín Meza Cota, procrearon cinco hijos: María de la Luz, María Antonia, Eduardo, María Consuelo y María de Jesús, quienes son una bendición, y le dieron muchos nietos, bisnietos y hasta tataranietos. Continuó diciendo Doña Estefana que ella es la menor de once hermanos, y nada más ella queda, que en San Bartolo, habitan alrededor de 150 familias con más de 630 habitantes en más de veinte ranchos, de sus alrededores: La Palmilla, El álamo, la parcela, el inquieto, el agua de la palma, el manchón, bebe lamas, el mezquite, la piedra, el rincón del León, el ciruelo, la veta, el potrillo, la bolsa, los pocitos, el candelilla, el mezcal, el cajón, el sifón y el tesal; tienen un buen subdelegado, se llama Ramiro Hirales Silva, un comandante delegacional de los Barriles, Ramón Cocula de la Toba, con siete gentes a su mando, quienes se coordinan con el delegado de los Barriles, Luis Ramón Trasviña Avilés para mantener el orden en las tres subdelegaciones, San Bartolo, El Cardonal y El Coro.

            Las personas de San Bartolo se dedican al dulce, el que venden durante todo el año, a las huertas y el ganado y los jóvenes trabajan en Los Barriles; terminó diciendo Doña Estefana Silva, que le horroriza tanta violencia y falta de respeto que hay en la actualidad.
 

…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…

*Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*









LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“TERRIBLES APARICIONES Y LAMENTOS EN LA BUENA MUJER”.

·            UN ESCALIOFRIANTE LAMENTO QUE ESTRUJA EL CORAZON Y HIELA LA SANGRE, SE ESCUCHA EN LA BUENA MUJER....QUE PARECE QUE SURGE DEL FONDO DE LA TIERRA Y SUBE POR TODA LA SIERRA “LA PINTADA”, PERDIENDOSE EN EL FIRMAMENTO, DICEN;
·            LOS ANIMALES SALTABAN LOS CORRALES  Y SALIAN DESPAVORIDOS CON LOS OJOS SALTADOS Y LOS PELOS PARADOS,  Y NO REGRESABAN HASTA DE CUATRO DIAS O MAS....PERO LO CURIOSO ES, QUE SOLO SE ESCUCHA A MEDIADOS DEL MES DE MAYO.
·            SALEN DUENDES QUE IMITAN TODO LO QUE LA GENTE DEL RANCHO HIZO DURANTE EL DIA.
·            TAMBIEN SALE UNA MUJER VESTIDA DE BLANCO LLORANDO CON UN PAÑUELO EN LA CARA, QUE SU VESTIDO LARGO HACE RUIDITO AL CAMINAR...Y QUIEN LA MIRA Y ESCUCHA EN MUCHO TIEMPO NO LA PUEDEN OLVIDAR.
·            UN JINETE VESTIDO TODO DE NEGRO MONTADO EN UN BRIOSO Y NEGRO CORCEL TAMBIEN SE VE TROTANDO RUMBO AL RANCHO LA BUENA MUJER.
·            SU PADRE DIJO DOÑA REFUGIO NUÑEZ, UN DEVOTO DEL ANIMA DEL PURGATORIO LE PRENDIA VELADORAS Y SE APARECIAN DOS MUJERES DE BLANCO HINCADAS REZANDO....LUEGO, ASUSTADO, LAS PRENDIA EN UN CIRUELO EN EL MONTE, Y ALLA SE APARECIAN LAS MUJERES.

Son muchas las terribles cosas que pasan en aquel lugar, lo que fue el rancho La Buena Mujer, ahora La Presa La Buena Mujer...platica espantada con la piel enchinada, al recordar, Doña Cuquita Núñez, quien vivió por muchos años en ese lugar...dicen que sus antepasados le pusieron ese nombre allá por 1840, porque en la falda de los cerros hay mucha de esa planta medicinal “La buena mujer”, que sirve entre otras cosas para que conciban bebé las mujeres y para curarse problemas del vientre. Que antes era un predio que se llamaba Nuestra Señora del Rosarito, y el señor Talamantes se lo vendió a su tatarabuelo Don Pánfilo Núñez Luke, y éste le puso así, La Buena Mujer, inspirado en la planta medicinal....

La Buena Mujer fue un rancho muy hermoso dice Doña Cuquita...su infancia la vivió entre sobresaltos y espantos...su padre Don Refugio Núñez Ojeda, nativo de La Buena Mujer, era de oficio pocero, y su mamá Doña Sara Olachea Martínez, nativa de San Blas. Don Refugio Fue un hombre muy sabio en su oficio, dice, nunca fallaba para encontrar agua, decía él que donde hay un mezquite, o un árbol de Iguajil, donde anidan los cuervos, es seguro que hay agua. Doña Cuquita recuerda con nostalgia a sus dos hermanos Manuel y Gabriela, así como a sus abuelos paternos y maternos además a su bisabuelita la curandera Lugarda Duke Ajuque, quien curaba la rabia, y decía y que Duke y Ajuque, eran apellido indios de los nativos californios. Continua recordando Doña Cuquita que contaban que en la Presa La Buena Mujer hay un entierro muy grande que seguido se miraba arder en aquellos tiempos, buenos sustos que se llevaron. Que don Manuel de Ocio tenía pleito con los Dominicos, y que decían los mayores que traía un gran cargamento de plata y oro y que los seguían, entonces lo sepultó por ese rumbo de la Buena Mujer, pero que nunca se supo si lo sacaron o no.



Que su abuelita, la curandera, murió de 107 años en buena salud....era una vida muy feliz en La Buena Mujer, a pesar de los espantos, pues ya se habían acostumbrados a vivir con ellos. El casco del rancho estaba al otro lado del arroyo. Todo lo que es ahora La Presa La Buena Mujer, frente a los cerros de la Sierra La Pintada; nomás caía la tarde y se escuchaba el trajín en la cocina, murmullos, hachando leña en los leñeros, ruidos en los corrales, como si se ensillaran los caballos, en fin, hasta molían café.

Pero lo más escalofriante que los habitantes vivían, y se preparaban durante todo el año para prepararlo, era en el mes de Mayo, a mediados, para ser exactos, con gran temor esperaban esa fecha para vivir la terrible experiencia una vez más la que a través de generaciones se sabía, pero no se sabía el motivo, el por qué sucedía esto, parecía que se desataban todas las fuerzas del mal y se miraban en ese mes todas las apariciones y remataban con el escalofriante lamento, decían los mayores, que salía del fondo de la tierra arropaba todo el rancho, o sea, todo lo que es la presa, y aquel lamento se iba por serranías, rumbo a La Pintada...a los humanos les helaba la sangre y les oprimía el corazón y los animales saltaban las cercas de los corrales espantados perdiéndose en el monte, hasta por más de cuatro días, que regresaban todos sedientos y desmejorados...nunca se supo el misterio de este lamento, que comparándolo con el escalofriante grito de la llorona, éste parece un pequeño susurro.

Dice Doña Cuquita que contaba su bisabuela Lugarda, descendiente de los indios Californios que sus mayores decían que en la fiesta de la “cosecha”, ese misterioso lamento se escuchaba durante la ceremonia, en la que bailaban los indios hasta ocho días, y en el último día, surgía ese lamento que helaba la sangre y oprimía el corazón.

En el libro de Bolton, “Los Confines de la cristiandad”, que el senador de la República, Lic. José Carlos Cota Osuna, me hizo el favor de obsequiarme y el que le agradezco  una vez más, el almirante de Atondo y Antillón, durante su incursión en la península en 1683, en San Isidro presenciaron el 4 de Noviembre del año mencionado una ceremonia de “La cosecha”; y después de describir la crónica de todo el ritual, dice.... “al tercer día se escuchó un terrible alarido que hasta se pusieron en armas”...

…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…


*Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*




LA PAZ QUE SE PERDIO.

“LA GLORIETA DEL COROMUEL...UN BALNEARIO DE LEYENDA”.


         Aquella cálida tarde de verano le di la vuelta al risco donde lentamente revienta su soberbia las olas, y quedé frente al mar ¡que maravilla de la naturaleza! las verdeazules y cristalinas aguas me hicieron recordar por un instante gratos momentos de mi vida, de aquella feliz infancia, en esta maravillosa tierra de Dios...me senté en el risco de cantera esculpido, y volaron mis pensamientos al vaivén de las olas...voces del pasado...recuerdos, vivencias...la leyenda y la historia se confunde en esta hermosa tierra peninsular...toda ella es leyenda...es historia...!es tan bello recordar!, por la década de los 50, aquella fresca mañana, después de tomarnos un café con pan, y mi perro el pachuco su huarache, en la lonchería de Don Conrado de La Peña, mi abuelita dejó encargada la canasta del mandado en el puesto de Don Lucio en el interior del Mercado Madero...el alegre pregón del baratero cumbre se escuchaba de puerta a puerta y mi abuelita me dijo, casi como en un susurro, te voy a dar una sorpresa.

         ¡Que me vas a dar abuelita! Te voy a llevar a la piedra zurrada, pero tenemos que apurarnos porque se nos hace tarde...mi perro viejo el pachuco, paró las orejas y movió su colita de contento...él sabía que andando con la abuela, aprenderíamos muchas cosas...caminamos a prisa, los largos ropajes de mi abuelita perfumados a cernada y jabón de pan, nomás volaba con el viento por la calle 16 de Septiembre, seguida de mi perro y yo...hacía viento aquella madrugadita...Nanita, le dije, señalándole donde es ahora Dorian’s, que bonita está esa casa y que hermosas flores tiene en su jardín...si hasta acá se siente el olor...si, dijo, ahí vive la familia Sosa y Silva. Llegamos hasta el kiosco, el que estaba sobre el malecón y 16 de Septiembre, y levantándose el sombrero de alta copa tejido de cogollo de palma, señaló a la distancia...tenemos que caminar todo aquello... ¡Que hermosura se ofrecía ante nuestros ojos!...el mar estaba crecido y sobrepasaba el malecón. ‘Abuelita por qué nunca vamos al Coromuel”, Uy, esta playa es nomás para los ricos. Y nosotros, pues ¿que no somos ricos? ¡Que ricos vamos a ser muchacha simple!, te quiero decir que a esa playa del Coromuel van los que tienen carro, porque el camino está por encima del cerro de la calavera, y si te traigo esta mañana es para que conozcas los esteros tan bonitos que hay por aquí, el estero del Esterito, el estero de Palmira y la piedra cagada; pero como está tan alta la marea, a ver si la podemos ver.

         A esa hora de la mañana, las personas barrían los frentes de su casa desde la calle como era la costumbre...la fronda de los árboles de la India, inundado de pájaros cantores oscurecían más el camino...las cristalinas aguas mecían a ritmo de canalete la barca de la Francesa, la señora Hoppen, a quien acompañaba su inseparable perra negra, quien al ver al pachuco empezó a ladrar y ella muy amable luciendo una amplia sonrisa bajo el sombrero le ordenó al animal, ¡Quieta Vicky!, y muy obediente la perra se sentó en la punta de la canoa viendo a la distancia...en la lejanía se divisaba la lucecita del faro, los pescadores alistaban sus barcas para salir a la faena diaria, y el pachuco correteaba ladrando a la gran cantidad de gaviotas y pelicanos que se echaban clavados al mar comiendo los cardúmenes de sardinas, los que iban huyendo  de los pejegallos que parecían que también volaban. ¡Que panorama tan bonito!, había tanto pejegallos en aquel tiempo que inundaban nuestra bahía.

         Nanita linda, parece que fuera a llover...No se ve así por la neblina o la brisa del mar, y ya casi se presenta la alborada, parece que el sol tiene una fuerte lucha con las nubes que no lo dejan salir. Abuelita, quiero juntar caracoles y conchitas, No, dijo mi nanita, ahora no se puede porque la marea está crecida, será en otra ocasión, y aprieta el paso, porque si no, no llegamos a donde vamos. Apretamos el paso y la abuela me iba señalando el nombre las playas, porque decía que la costumbre entre los pescadores era ponerle nombre a cada cuadra frente a la playa según la familia; esta es, dijo, la playa de la 16. La gente no se baña aquí porque desembocan los caños; esta otra es la playa de los canalizos, la que sigue, es la playa del cocol, esta otra, es la de David León, la de más allá es la de los Puppo, y esta es la de los Lizardi...y así sucesivamente ella iba señalando; nanita, y ¿usted conoce a toda esta gente?, No pero a las playas así les dicen, son puntos de referencia.

         Al fin llegamos al Estero del Esterito...había tanto palmar donde es ahora el Seguro Viejo...que bonito estaba todo, pasamos por el puente de madera y por debajo de él pasaba el agua del mar y entraba muy lejos y creo que casi hasta el panteón. Por aquí, dijo mi abuelita, al otro ladito está el rastro y por este puente pasan las recuas de vacas, los carros y la gente, y ese troquectio de redilas que viene allí seguramente viene del rastro y lleva las reses destasadas rumbo al mercado...empezaba a clarear y pasamos cerca de la piedra cagada...era una gran piedra dentro del mar que estaba zurrada por las gallinetas, gaviotas y pelicanos. Nanita y ¿por qué le dicen la piedra cagada?, pues por eso, porque está cagada; mi perro viejo asintió con la mirada. Al fin pudimos llegar al Estero de Palmira...mis ojos de niña no podían creer de tanta hermosura...había tanto manglar y dentro de su espeso follaje matizado por los rayos del sol que ya empezaba a salir, se escuchaba como un suave arrullo el graznar de las aves...el agua estaba como azul marino matizadas por el sol...el perro empezó a ladrar como loco...yo creo que de gusto porque las aves estaban todavía entre los manglares.

         Mi abuelita cameló el gusto que yo sentía porque me quedé pasmada al ver tanta belleza de la naturaleza...nos quedamos en silencio como en un encantamiento... nada más se escuchaba el cucuyo de las aves, los ladridos del perro y el reventar de las olas sobre las piedras...yo sabía que este estero te iba a gustar, por eso es que te traje, para que no te cuenten. Dijo mi adorada abuelita. Al fin salí de mi encantamiento  y pude balbucear; ¡Que bonito está todo esto abuelita!, ¡pero me da tanto miedo ese cerro de la calavera!, ves, y así quieres ir al Coromuel. Bueno, por lo menos cuénteme nanita que sabe usted del coromuel. Te contaré lo que he escuchado, sentémonos en esa piedra a descansar un ratito para luego emprender el regreso. El pachuco se echó a nuestros pies porque también le gustaba escuchar “En la antigüedad los legítimos dueños de estos mares y tierras con todas sus perlas y riquezas, fueron los californios. Eran tribus guaycura, ichuties y coras, eran personas muy sanas que estaban asentados en la rivera del mar, cuentan los que saben muchos que eran magníficos pescadores, nadadores y buzos, también cazaban y recolectaba raíces para alimentarse.

                Cuentan que los peces los sacaban con la mano de tantos que había, ellos eran libres y vivían muy felices, hasta que llegaron los europeos con religión, cultura, y también enfermedades, y según cuentan que en 100 años se acabaron los californios. Estos mares estaban asolados por los piratas que atacaban los galeones españoles y las naves que llegaban de filipinas que llegaban por Los Cabos desde la Europa para quitarle sus riquezas, oro, perlas, perfumes, sedas y tantas cosas preciosas, y se escondían por estos rumbos para enterrar sus tesoros. Entre tantos piratas hubo uno muy osado que se llamo Cronwell, este acostumbraba que después de sus ataques entraba por la bahía a vela tendida con el viento, y se escondía por estos lugares. Los californios se acostumbraron a verlo, y a esperar ese airecillo fresco que deslizaba el galeón del feroz pirata, cuando entraba por las tardes ese fiero y misterioso hombre  y gritaban al verlo “ya viene el coromuel” y se tumbaban en la arena a esperar el coromuel.

         Por eso se dice que se hizo la costumbre de generación en generación entre las familias de La Paz, salir por las tardes a la banqueta, sacar las poltronas y hacer tenderetes en el suelo e incluso en las mismas orillas de la playa a esperar el coromuel. Ese pirata Cronwell dio origen a esa costumbre, y como por la glorieta del coromuel se metía le pusieron coromuel a ese balneario. Nanita linda ¿usted como sabe tantas cosas?, no, no se tantas cosas, lo que pasa es que se aprende con la convivencia familiar, y eso que te cuento no lo leí, lo he escuchado en las reuniones con tu tía chuy que va esa gente culta y de todas las clases sociales y me gusta escuchar y observar para aprender, y así como yo te cuento a ti,  mi abuela me contaba a mi, es por eso que los conocimientos se van heredando de generación en generación. La vida es una gran escuela, claro, por el buen camino.


…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…


*Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*




LA PAZ...Y SUS LEYENDAS.
POR MANUELITA LIZARRAGA

“LA ANIMITA...HISTORIA Y LEYENDA QUE SE CONFUNDEN...UNA TUMBA QUE FUE Y ES  VENERADA POR LOS SUDCALIFORNIANOS. “




  • Miguel Manríquez fue su nombre del niño Mártir.
  • Concedía la salud a los enfermos… y quienes les correspondían con mandas.
  • Los estudiantes le piden que los ayude en sus compromisos escolares y le corresponden con veladoras o flores o una oración.
  • Visita la capillita y retoma esa tradición que se pierde en el tiempo y en el olvido.


            Es lamentable el estado de abandono y destrucción en que se encuentra el edificio de la “animita”, siendo que esta tumba abandonada, y desconocida, fue motivo de veneración y tradición en los habitantes de aquella Paz de antaño, y sigue siendo de algunas personas de sienes plateadas en la actualidad, que aún guardan fe y respeto por esa costumbre y jóvenes también, ya que para ningún sudcaliforniano de aquella época es desconocida la historia de la animita. Al penetrar a sus instalaciones, esa cálida tarde de verano y al tener ante mis ojos el feo y pestilente espectáculo, con profunda tristeza cabalgaron como en una película los recuerdos en mi mente, trasladándome hasta aquella casita llena de amor, de amplios y frescos corredores arropados de perfumadas enredaderas, de encaladas hornillas y crepitantes tizones, y entre humos y exquisitos aromas, el bello rostro de mi madre.

            Evocando el añorado ayer, cuando tenía apenas ocho añitos, recuerdo...“don Chavalito, que dice mi nanita que le venda un milagrito de plata; que sea una manita, porque el lunes va a ir a la animita a pagar una manda. Ya sanó de su mano”. ¡Qué tiempos! Jubilosa corría por el malecón con el preciado milagro que colgarían en la animita. ¡Que emoción!, sería una gran experiencia el ir a la animita a pagar sus mandas.... Con cuanto fervor la abuela y demás gente, algunas vestidas con hábitos del sagrado corazón de Jesús, del santo niño de Atocha, de San Blas, o del señor San José, asistían los lunes a llevar veladoras, flores y milagros. La animita estaba en las afueras de la ciudad, en el cruce del camino, donde está ahora el primer semáforo en 5 de febrero y Félix Ortega. Era un humilde promontorio de tierra con una cruz y sin nombre; “el anima sola”, le decían también. La tumba estaba cercada con rejitas pintadas de azul, y siempre tenía veladoras prendidas y artísticos arreglos florales.

            Lo curioso de esto, es que la tumba tenía muchos milagros de oro y plata encajados en la cruz y nadie se los robaba. Había mucho respeto por esas cosas sagradas. A la luz de los candiles, en aquellas añoradas tardes lluviosas, mientras tomábamos café de grano con galleta marinera, contaban los antiguos, entre otras muchas leyendas, la de la animita. Unos decían que en esa tumba descansaba un niño mártir que dio la vida por su padre, al que acusaban de cuatrero, ya que este señor era tanta su necesidad que se vio obligado a robar una vaca para darle de comer a su numerosa familia. Por tal motivo, las autoridades de la época aplicaron la ley, según ellos, y lo sentenciaron a morir ahorcado. Y su hijo, que era apenas un adolescente, suplicando les pidió que no mataran a su padre, porque les hacía falta a su madre y hermanitos. Que mejor lo mataran a él, que daba su vida por su padre.

            Y cuenta la leyenda que aquellos chacales no se tentaron el corazón al ver al niño, y lo colgaron en un gran árbol de palo verde que había en el cruce de esos caminos. Y dicen que el cadáver del adolescente, estuvo colgado por tres días, meciéndose grotescamente para escarmiento de los cuatreros. Doña Dominga G de Amao, ameritada periodista y escritora, dijo que al niño mártir lo arrastraron por el pueblo, y después lo colgaron en el árbol, y que las autoridades de entonces no permitieron que se les diera sepultura, que debía quedar colgado para que se lo comieran los animales, so pena de muerte para el que desobedeciera la orden; pero que un primo de Miguelito que vivía en San Antonio, al que le decian “El Güero”; vino en la madrugada, lo bajó y sepultó en la tumba sobre otro cuerpo que ya estaba ahí, para que no se notara, que en realidad había dos cuerpos en esa tumbita.


Otra versión es que en la época de la Revolución, promovida por el Ilustre general Don Félix Ortega gobernaban el territorio de Baja  California Sur, jefes políticos, y las discordias y las hostilidades estaban a la orden del día. Unos eran fusilados, y otros eran desterrados en las famosas “cuerdas”, junto con sus más cercanos colaboradores y hasta con todo y familias. En una ocasión, entre los que iban en la cuerda de los desterrados le tocó a un señor llamado Miguel Manríquez. Y cuando el barco estaba de salida para llevarlo muy lejos, dejando esposa e hijos, de pronto dos jóvenes llegaron al muelle fiscal, y lograron meterse al barco ‘El Bonita”; era su hijo Miguel, acompañado de un amigo quien quería despedirse de su padre, porque tal vez jamás lo volvería a ver. Y los guardias que en todo miraban espías, se echaron sobre ellos, deseosos de venganza; y los acusaron de rebeldes. Los jóvenes fueron martirizados con el objetivo de sacarle alguna información y al no conseguir nada, porque no la había, ya que se dice que el señor era inocente, sacaron a Miguelito, lo arrastraron por las orillas de los montes, donde le dieron cruel muerte y fue sepultado en el cruce de los polvorientos caminos, quedando perdida la tumba, entre los matorrales. Que por eso le decían el ánima sola o animita.

            La gente, consternada por el martirio de aquel niño que murió por su padre y que estaba su tumba abandonada en aquellas soledades y caminos reales, le empezó a rendir veneración y a atribuirle milagros; sobre todo, cuando pedían por la salud de los niños y al sanar éstos, la manda consistía en rezarle y llevarle durante nueve lunes veladoras y flores. Los estudiantes secundarianos, también le pedían a la animita, que les ayudara a salir bien en los exámenes, y se lo cumplía, y en pago al favor recibido, le prendían veladora y le rezaban. La animita, primero fue un promontorio de tierra lleno de veladoras encendidas, cubierta su cruz  de milagros,  y siempre tenía flores frescas o de lámina. Luego, al tiempo, estuvo cercada de rejitas de madera pintadas de azul. Después, alguien le mandó construir una sencilla lápida. Y se dice que una caritativa dama, agradecida por el favor recibido, al sacarse la lotería le mandó edificar su capillita, donde la gente acudía llena de fervor.

            Decían también los mayores, que en el palo verde donde colgaron a Miguelito, el que estuvo por mucho tiempo, fueron varios los espantados al escuchar el chirriar de la cuerda que se mecía con el viento. Otros contaban que en el cruce de esos caminos escuchaban que lloraba lastimeramente un niño, perdiéndose el llanto entre el viento y el monte. Lo cierto es, que la animita, fue un punto de referencia y de veneración para el pueblo sudcaliforniano y está en el más completo abandono.

            Antaño, el cuerpo inerte del niño mártir que dio la vida por su padre...pendía grotescamente de aquel frondoso árbol a la veda del camino...la gente consternada por el brutal ahorcamiento, en procesión le llevaban milagros, veladoras y flores...una costumbre y falta de fe, que al paso del tiempo se perdió...quedando la animita en la leyenda.

…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…


*Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*




viernes, 21 de julio de 2017

LA PAZ QUE SE PERDIO.
“UÑAS ENTERRADAS O ENCARNADAS...BEDOLLA”.
POR MANUELITA LIZARRAGA


    A causa de una molesta uña enterrada e infectada, con el rostro descompuestos por el dolor llegó la señora Elena a la clínica de Bedolla donde inmediatamente fue atendida por la especialista María del Rocío y en cuestión de minutos, la joven señora estaba sonriente...el dolor había desaparecido y Bedolla le daba indicaciones que debía tener para sus pies; ya que por lo menos, dice el especialista, una de cada tres personas padece este mal de las uñas enterradas motivado a que por el mal hábito de convivencia con sus pies se les somete a todo tipo de maltrato porque a menudo se aprisionan en incómodos y mal diseñados zapatos, a veces por el simple deseo de estar a la moda, y por supuestos las primeras víctimas de este descuido son las uñas.

    Continuó diciendo la señorita Bedolla que la prevención es el mejor remedio para esta terrible dolencia por lo que le recomendaba a la señora Elena la atención periódica a sus pies visitando a su pedicurista, apartando con tiempo su cita al 1220638. Muy interesada la señora escuchaba la ilustración que Bedolla le daba quien continuó diciendo que a causa del calzado incómodo, las uñas crecen hacía el frente desde una matriz que está detrás de la cutícula, la que tarda hasta 120 días para que esta crezca, hasta la punta del dedo; pero si hay una anormalidad como infecciones o uñeros enterrados, entonces el ritmo de crecimiento se altera tanto en tiempo como en forma; por lo que ella recomienda que en caso de infección no debe tratarse en casa, sino acudir de inmediato al especialista, pero lo más importante reitera, es la prevención. Terminó diciendo la señorita Bedolla.

    Caminando como entre algodones salió la señora Elena y dijo estar muy satisfecha y que el mejor regalo que le dará este día de las madres a su mamá y su suegra es un pedicura altura con Bedolla, ya que son diabéticas y padecen de pie diabético con lo que se previno y les apartó su cita con tiempo.

    Bedolla Pedicura sinónimo de salud para sus pies cansados.


…Por el placer de escribir…Recordar…y compartir…


LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“EL NIÑO ALEJANDRO QUIERE UNA FLOR”.


    En el panteón del legendario e histórico San José del Cabo...tierra de leyendas y del rebelde pericú, de virtuosas mujeres hermosas, perdida entre un montón de tumbas se encuentra un antiguo mausoleo que en su lápida siempre tiene una fresca y perfumada flor, llamando la atención su epitafio:


EL NIÑO ALEJANDRO QUIERE UNA FLOR.


    Nadie supo quién era ni de dónde vino, solo que desembarcó de un vapor un día, en la aguada segura, ahora Estero de San José, un lóbrego y rústico ataúd...quienes vieron el extraño desembarco sorprendidos quedaron al ver la tristeza y profundo sufrimiento reflejados en los desencajados rostros de sus padres, que nada más a eso llegó el barco a San José del Cabo para sepultar a su único hijo de ocho años muerto en alta mar por no sé qué rara enfermedad de la época;  y continuaron su camino en busca de “El Dorado”, el auge del oro en California.

Cuenta la leyenda que en aquellos álgidos tiempos de la piratería, invasiones, saqueos indiscriminados de las riquezas naturales de California, entre tantas otras cosas, un vapor con su cargamento humano y demás mercaderías surcaba las embravecidas olas rumbo a San Francisco California, atraídos por el auge del oro...cuentan los mayores que el gran vapor había perdido el rumbo, llevaban meses y meses navegando entre mar y cielo, y no se avistaba un lugar seguro para desembarcar....los pasajeros y demás tripulantes venían enfermos...la desesperanza se reflejaba en sus rostros, ya sin fuerzas para seguir adelante, entre todos venía un matrimonio con su hijo Alejandro de ocho años de edad.   El niño estaba muy enfermo. Rodeado de toda la tripulación lo inundaban de plegarias. Él sabía que iba a morir y les dijo a sus progenitores: “Padres, los quiero mucho, sé que pronto voy a morir y les pido que me concedan el deseo de sepultarme en tierra, no me arrojen al mar, que aterra que los animales marinos me coman”. “Pero hijo, tu no vas a morir”, dijo la madre, “al parecer moriremos todos, porque el barco anda perdido”.... Y el niño cerrando sus ojos, dijo “No madre, llegaremos a tierra, veo un hermoso jirón de tierra parecido al paraíso inundado de palmeras y demás vegetación de blanquísimas arenas que brillan con el radiante sol, bañadas por todos lados por las olas y el rugir del mar donde el agua dulce fluye a raudales y sus habitantes son buenas personas y cordiales...ahí quiero que me sepulten”. Y terminando de decir esto el niño exhaló el último aliento...los padres se soltaron en llanto y la tripulación asombrada, gritaba, esperanzada, “!Es una profecía del niño Alejandro!, llegaremos a tierra!”, “no”, decían otros, “estaba delirando por la calentura”, y las laboriosas manos de los carpinteros abordo empezaron a construir el rústico ataúd, luego depositaron el pequeño cadáver del niño Alejandro y el capitán dio inicio al ritual de sepultura en el mar, en el marco de rezos y llantos...No, esperen, decía su madre, implorante, llegaremos a tierra porque el niño así lo predijo, fue su última voluntad, que no lo sepulten en el mar. Y cuenta la leyenda que cuando a punto estaban de lanzar el ataúd al mar, se avistó en la distancia, serranías y palmeras y todos al unísono gritaban “¡tierra!, ¡tierra! Gracias a Dios”... era la aguada segura, el estero de San José del Cabo, donde llegaban todos los barcos de la época. Así  fue como llegó el ataúd con el niño Alejandro, el niño profeta decía la gente...toda la tripulación acompañó  el cortejo fúnebre donde le dieron cristiana sepultura ante los asombrados ojos de los habitantes de este hermoso pueblo josefino, cumpliendo así sus padres el deseo del niño Alejandro poniendo en su lápida el sencillo epitafio, ALEJANDRO QUIERE UNA FLOR. Y continuaron su camino rumbo a El Dorado el sueño del oro en California. Y la tumba del niño Alejandro siempre tiene una fresca y perfumada flor, que algún turista o visitante josefino, al posar su mirada en la lápida cumple los deseos del niño Alejandro, pidiendo una flor.  …Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir… *Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*







LA PAZ QUE SE PERDIO

POR MANUELITA LIZARRAGA

“LA ANIMITA DEL DIFUNTITO DE SAN JOSE DEL CABO”.

·        EL DIFUNTITO DE LA SALINA, TAMBIEN LE DICEN
·        ES UNA PEQUEÑA TUMBA LLENA DE OFRENDAS, MUY VENERADA EN ESPECIAL POR LOS PESCADORES
·        LA ANIMITA DEL DIFUNTITO ESTA UBICADA EN DONDE FUE EL RANCHO LA CACHORA, ENTRE SAN JOSE DEL CABO Y LA PLAYA
·        ERA UN BEBE SIN NOMBRE TODAVIA...Y LA GENTE LE ATRIBUYE MILAGROS...EN EL CICLON DEL 18 FALLECIERON SUS PADRES Y EL TAMBIEN.


Cuentan los mayores que el devastador ciclón del 15 de septiembre de 1918 el que duró tres días y azotó en la mayor parte del territorio de BCS...y en San José del Cabo además de que derribo la antigua misión, entre otros importantes edificios, hubo muchos estragos y pérdidas de vida, entre ellas El Niño sin nombre y sus padres, a quienes los arrastró las turbulentas aguas del arroyo...aquel 15 de septiembre de 1918, el crepúsculo era demasiado rojo y bello, preludio de un huracán, decían los que muchos saben y el ocaso fue tan negro como el ala de un cuervo, y los vientos arreciaban poco a poco...nadie se imaginaba lo que vendría poco después...las familias josefinas se vestían con sus mejores galas para acudir a la gran fiesta que se celebraba en un uno de los ranchos aledaños; hermosas fiestas del pueblo tan alegres y tan sanas y desde luego que los padres del niño sin nombre quienes habitaban en el rancho las cachoras también asistieron con sus bebé en brazos apenas de 9 meses de nacido, y cuentan que su hermanita mayor se quedó en casa con sus abuelitos, fue por eso que se salvó de morir arrastrada por la corriente del arroyo.

...Eran como las siete cuarenta de la noche...la fiesta estaba en todo su apogeo y la alegría se desbordaba...la gente bailaba al compás de bellas notas musicales arrancadas a las cuerdas y guitarras de violines, vientos huracanados con fuertes lluvias se empezaron a sentir, en los brazos de su madre, el niño sin nombre lloraba como presintiendo la tragedia que se avecinaba...a las ocho y minutos de la noche, el viento era ya incontenibles y el aguacero torrencial...los llantos del niño se perdían en aquel ruido infernal. Los señores alarmados, gritaban, “Esto es un huracán”, las mujeres se santiguaban...y algunas familias salían despavoridas tratando de llegar a sus hogares para guarecerse del terrible meteoro, entre ellas, los jóvenes padres del niño sin nombre, que con él en brazos, trataban de llegar a su rancho Las cachoras, antes de que arremetiera toda la furia del huracán del 18, pero nunca llegaron, los alcanzó el arroyo y las embravecidas aguas le arrebataron al niño de sus brazos llevándolos lejos de ellos

...los árboles caían levantados de cuajo y las caudalosas aguas arrastraban todo lo que encontraban a su paso... ¡la furia de la naturaleza estaba desatada! Y en la casona iluminada por la luz de San Thelmo donde momentos antes todo era alegría, ahora era incertidumbre, temor y negros presentimientos....era el caos, estaban atrapados...tres días duró el huracán del 18; 15,16 y 17 y el 17 como a las ocho de la noche, empezó a amainar, ya para la mañana del 18 todo era silencio, destrucción y muerte.

Los josefinos empezaron a buscar sobrevivientes y muertos los que fueron varios, entre ellos los padres del bebé sin nombre, pero al niño no lo encontraban, lo buscaron por varios días, ¡y nada!...y cuentan que un grupo de pescadores ya estaban exhaustos de tanto buscar, y que se hincaron e imploraron a Dios y al mismo niño sin nombre, que apareciera su cadáver para darle cristiana sepultura y que al parecer sus oraciones fueron escuchadas, porque a unos pasos de donde ellos oraban, entre unos matorrales retorcidos por las fuerzas de la naturaleza, estaba el cadáver desnudo del pequeño sin nombre, pero lo sorprendente era que a pesar de los días de muerto, no estaba en estado de descomposición; los pescadores tomaron el pequeño cuerpecito, lo envolvieron en una manta y ahí mismo lo sepultaron...y cuentan los que saben de esto, que a partir de entonces se fue tejiendo la leyenda de la animita del difuntito de San José, los pescadores al salir a pescar tenían que pasar por la animita del difuntito para encomendarse a Dios y al niño, con gran devoción para que les fuera bien en la pesca, y le hacen peticiones y en enfermedades que les aquejan, los que según les concede como lo demuestran las ofrendas que tiene la tumbita.

Cuenta Doña Rosita Castro que la animita del difuntito es un punto de fe y referencia para los lugareños, en especial para los hombres del mar, quienes en su mayoría no salen a pescar si no pasan por la animita y se encomiendan al difuntito como también le dicen para que les vaya bien en sus actividades para lograr buena pesca, que desde el ciclón del 18 los pescadores y los josefinos lo adoptaron como su ángel de devoción y por generaciones hasta la fecha lo veneran terminó diciendo la dulce viejecita.

…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…


*Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*



LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“EL TUNEL DE LOS ACAPULES, Y SUS LEYENDAS...DE TESOROS DE AHORCADOS Y APARECIDOS”.


·         LOS ACAPULES ERAN LOS UNICOS ARBOLES DE ESA NATURALEZA EN TODA LA PENINSULA...ESTABAN PLANTADOS EN SAN JOSE DEL CABO...Y EL HURACAN JULLIETE SE LOS LLEVO.



Los legendarios árboles de más de cuatrocientos años, los que fueron plantados por los piratas según las leyendas, se los llevó el huracán Julliete...los arrancó de cuajo y ni sus rastros dejó. Simplemente ya no existen...la furia del viento y de las aguas los arrastró...eran enormes, estaban de lado y lado del camino, que parecían que pasaba uno por un túnel rumbo a la playa...sus troncos eran anchísimos como de diez metros o más cada uno y de 20 a 30 metros de altura....su espejo follaje era muy peculiar...las raíces les nacían de los brazos y se iban sepultando en la tierra, quedando como fuertes troncos dando la impresión que eran personas ahorcadas, por eso le decían el túnel de los ahorcados...ahora ya no existen, gracias a Julliete. Estos árboles eran un atractivo turístico y estaban protegidos por el INAH. Ahí se ve la magnitud de la violencia del huracán Julliete. Estos históricos árboles habían resistidos todos los huracanes que azotaron la península y que se tenga memoria registrada por los padres Jesuitas son: en 1716, en que el padre Juan de Ugarte pasó 24 horas sobre una peña durante el fuerte huracán que devastó todo lo construido hasta entonces. En 1740, hubo otro huracán el que abnegó toda la California y sus fuertes vientos arrebataron a un joven de 16 años llamado Mateo, según el último de los gigantes que quedaban en la península, así como hundió 4 embarcaciones que andaban en la pesquería de perlas y que según el padre Ugarte en 30 años que tenía en la península nunca había habido un huracán de esta magnitud y para esa fecha ya estaban plantados los acapules por los piratas allá en San José del Cabo, la tierra del rebelde pericú.

     Estos hermosos árboles resistieron también el embate de los ciclones de 1895, el cordonazo del 04 de Octubre de 1911, el de 1918, los que se creen que fueron los más devastadores, entre otros antes de Julliete. Durante una visita que realicé al paradisiaco San José del Cabo el anterior mes de Agosto, tuve la fortuna de tomarles algunas fotos a estos hermosos árboles de leyenda...ahora quedaron para la historia. Aquella cálida tarde de verano, Don Manuel Salvador Castro Saiza, nativo de San José del Cabo, propietario de los predios donde estaban los Acapules, dijo, que su abuelo Don Teodoro Ruiz quien murió de 120 años, fue el dueño de estas tierras también y le contaba que su padre, o sea, su bisabuelo, conocía la historia de los legendarios acapules, sus espantos y sus leyendas. Que eran los tiempos aquellos en que los mares del Golfo de California y el Mar de Cortéz surcaban galeones piratas en busca de la nao de China y otras flotas españolas e inglesas para abordarla y hurtar sus riquezas...así como venían atraídos por la leyenda del país de las perlas, del oro y plata de mujeres amazonas. Cuentan que en una ocasión el temible pirata Tomás de Covendish con un negro historial pirático había navegado a lo largo de las costas de Chile, Perú y la Nueva España, donde había consumado grandes saqueos hundido más de 20 embarcaciones, saqueado e incendiado todas las villas y pueblos que había visitado. Covendish, con una flotilla de 3 galeones habiendo doblado el extremo austral de la América subió por toda la costa cometiendo toda clase de atentados sin lograr gran cosa en esa ocasión; pero que en el mes de Octubre de aquellos años llegó a Cabo San Lucas y se quedó a camelar al galeón de Manila, el Santa Ana, al que asaltó con sus corsarios y el que traía un valiosísimo cargamento de 700 toneladas en efectos y metálicos.

Cuentan que el Santa Ana era una verdadera fortaleza, pero venía tan cargado, y como con 400 pasajeros que no pudo maniobrar la defensa. El asalto de los piratas fue un éxito, y el barco con su valiosísimo botín fue llevado a San José del Cabo, antes la aguada segura, o esa, el estero de San José, el que era habitado por indios pericues. Allí fueron bajados a tierra como 200 supervivientes, y murieron en la batalla otro número igual de pasajeros. Ante el asombro de españoles e indios los piratas cargaron sus tres galeones con el fabuloso botín. Pero era tanto, que no cupieron todas las riquezas y tuvieron que dejar bastantes. Cuentan que los temibles piratas llenaron con oro, plata, perlas y otras cosas preciosas montones de barricas, baúles y grandes jarrones de bronce, los acarrearon en hombros, perdiéndose entre los acapules de los esteros. Que echaban y echaban viajes a ocultar los tesoros, pero que de pronto Covendish se dio cuenta que una de las pasajeras cautivas que venía procedente del Brasil, otros dicen que del Perú, traía dos hermosos árboles muy raros, que eran los acapules, los que cuidaban celosamente cubriéndolos con su manto y el pirata le arrebato el manto con lujo de violencia diciéndole ¿ que os esconder ahí?, y la joven sin contestar sin una palabra los cubría más con su cuerpo y ante la sorpresa del pirata eran los acapules, los que le arrebató; y dijo, estos árboles raros serán la señal de donde están sepultados mis tesoros. Y como la mujer se resistía a soltar los árboles ordenó que se la llevaran también rumbo a los tulares donde estaban enterrados los tesoros para plantar los árboles sobre ellos y como la mujer seguía ofreciendo resistencia y venía maldiciendo al pirata diciéndole que nunca encontraría sus tesoros y que ante su vista los árboles desaparecería, que estas riquezas serían encontradas por una persona de corazón noble.

     Esto enfadó tanto al cruel pirata, que tomándola de los cabellos, la colgó en un árbol que estaba en la vera del camino junto a donde plantó los acapules, los que eran pequeños en ese tiempo, hace casi cuatrocientos años atrás. Cuentan la leyenda que Covendish, después de consumar el espantoso crimen, enterrar sus tesoros y sembrar los árboles, incendiaron el barco, y levaron anclas  quedando la gente abandonada entre los indios, quienes afortunadamente no eran hostiles, y los ayudaron a sofocar el fuego y a la reparación del Santa Ana, en el que después de un tiempo pudieron regresar a su lugar de origen y contar los hechos. Entre estos pasajeros iba Sebastián Vizcaino quien en ese tiempo era comerciante y quien después de algunos años conociendo el camino, volvió para bautizar con el nombre de La Paz a este bello puerto.

Dice Don Manuel Salvador que a través de los siglos estos tesoros de los acapules fueron afanosamente buscados por piratas y aventureros, pero que los árboles tenían como un encantamiento, o quizás era la maldición de la mujer ahorcada, por cierto la primera ejecutada por ahorcamiento en la península, ante el asombro de los indios que no conocían esta manera de morir. No todos los que buscaban el tesoro del pirata tenían la fortuna de encontrar los árboles y los que lo hacían escarbaban y no encontraban nada, incluso el mismo Covendish los buscó durante toda su vida y se le perdía el camino, y así fue trascendiendo la leyenda de los acapules a través de los tiempos. Otros cuentan que a los cautivos de los galeones asaltados por piratas, los colgaban en estos árboles por ser tan grandes y raros, en tiempos de revueltas y revoluciones, los acapules era el lugar de las ejecuciones, fueron muchos los colgados en esos árboles, que hasta los mayores contaban que las raras lianas que colgaban de sus brazos eran las almas de ahí colgados y que en noches de luna simulaban sus cuerpos. El túnel de los ahorcados les decían a los acapules...fueron muchos los espantados por esos caminos a través de los tiempos...Don Manuel Salvador cuenta que una noche de luna andaba regando la huerta...eran como las doce de la noche, y de repente entró un fuerte y helado airecillo...los perros aullaban lastimeramente, y de pronto entre los troncos de los acapules se escuchaba un lastimero llanto y luego unos estertores agónicos, soltó el azadón y se quedó expectante, la piel se le enchinaba y el corazón parecía que se le salía del pecho...se quedó como hipnotizado viendo los acapules...de pronto, de entre los árboles salió una alta mujer vestida de largos y blancos ropajes envuelta en un manto blanco también que lo volaba el viento...fue cosa de instante...era una figura etérea que sus pies no pisaban el suelo...se fue metiendo entre los troncos de los acapules y desapareció...los perros callaron y todo quedó en silencio, nada más escuchaban el ruido del agua y el silbar del viento...fue una experiencia que nunca ha podido olvidar.

 Dijo Don Manuel Salvador que él no se quedó conforme porque aquello le hizo sentir miedo y decidió convencerse que no era cierto lo que había visto, y seguía regando la huerta a la misma hora, con la oscuridad de la noche y de lunas plateadas daba la impresión de que las lianas colgantes eran cuerpos ahorcados, pero él se mantenía firme, quería volver a ver la aparición y que no lo agarrara por sorpresa...pero a los pocos meses de aquel suceso venía él de San José del Cabo y forzosamente debía de pasar por el túnel de los acapules...todavía era temprano, apenas las penumbras y el ya no se acordaba de aquello...cuando de pronto la divisó....la mujer iba flotando dentro de él...el caminaba un trecho  y se paraba y la mujer se detenía también entonces él caminaba más recio como para dejarla atrás, pero también ella arreciaba el paso, hasta que llegaron a donde está una virgencita y la mujer se paró allí y él también y pensó no voy a parpadear porque se me va a perder...clarito escuchaba el palpitar de su corazón de pronto sintió una fuerte y rara comezón en los ojos que se tuvo que rascar y en ese parpadeo se le perdió junto a la virgen.

Otra experiencia de terror en el túnel de los acapules le paso a son Jesusito. Aquella tarde, ya a la oscurezca, don Jesús venía del pueblo rumbo a su rancho, llevaba las mulas cargadas de mandado, cuando pasaba por los acapules las lianas se empezaron a mover con el rítmico vaivén de los ahorcados, lo raro era que no hacía viento luego se escucharon estertores agónicos y una tronazón de huesos que caían al suelo. Las mulas salieron despavoridas, y a Don Jesús lo agarraron entre dos piratas y lo azotaron en el suelo una y otra vez hasta que lo soltaron. Jamas volvió a pasar de noche por ese lugar y prometio poner una virgen a la orilla del camino. Promesa que cumplió. Dice don Manuel salvador que en otra ocasión estaba sentado en las trancas del corral mientras regaba, cuando de pronto escucho un estruendo muy fuerte y no le hizo caso...los acapules estaban llenos de frutos, y luego pego otro ruido mas fuerte y a los pocos minutos vino un fuerte remolino que dio varias vueltas a los acapules hasta que cayeron al suelo haciendo un gran estruendo desconocido para el...que era como vaciaron montones de metales al tiempo que llantos, lamentos y ruidos de huesos, esa vez se asusto tanto al ver los arboles en el suelo con las raíces para arriba, que salió huyendo despavorido, y conto en su casa que los raros arboles habían sido derribados por el viento. Otro día que fue a la huerta cual seria su sorpresa que los acapules estaban en su lugar tan erguidos y hermosos como siempre pero todo el fruto estaba regado en el suelo parecía una gruesa alfombra. Son muchas las leyendas que cuentan de los acapules y muchos son los espantados que han intentado encontrar el gran tesoro del pirata Covendish hubo valientes incrédulos que pasaban la noche retando al mas allá pero otro día los encontraban con los cabellos encanecidos hablando incoherencias...de los aventados que pasaron la noche ahí cuentan que hubo uno que vio fondeado un gran galeón de cinco mástiles y otro que se incendiaba sorprendido se quedo oteando la lejanía y de repente saltaron a tierra una procesión de hombres vestidos como piratas con baúles y barricas en los hombros dirigiéndose a donde el estaba y al frente de ellos traían una mujer envuelta con un manto blanco...no lo penso dos veces y puso pies en polvorosa. Otro día fue a buscar rastro de los barcos y de los piratas pero no había nada.

Son leyendas muy bonitas pero lo cierto es que los acapules en San José del cabo ya no están...se los llevo el huracán Julliete.


…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…
 


*Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*