LA PAZ...Y
SUS LEYENDAS.
POR MANUELITA LIZARRAGA
“LA ANIMITA...HISTORIA Y
LEYENDA QUE SE CONFUNDEN...UNA TUMBA QUE FUE Y ES VENERADA POR LOS SUDCALIFORNIANOS. “
- Miguel Manríquez fue su nombre del niño Mártir.
- Concedía la salud a los enfermos… y quienes les
correspondían con mandas.
- Los estudiantes le piden que los ayude en sus
compromisos escolares y le corresponden con veladoras o flores o una
oración.
- Visita la capillita y retoma esa tradición que
se pierde en el tiempo y en el olvido.
Es
lamentable el estado de abandono y destrucción en que se encuentra el edificio
de la “animita”, siendo que esta tumba abandonada, y desconocida, fue motivo de
veneración y tradición en los habitantes de aquella Paz de antaño, y sigue
siendo de algunas personas de sienes plateadas en la actualidad, que aún
guardan fe y respeto por esa costumbre y jóvenes también, ya que para ningún
sudcaliforniano de aquella época es desconocida la historia de la animita. Al
penetrar a sus instalaciones, esa cálida tarde de verano y al tener ante mis
ojos el feo y pestilente espectáculo, con profunda tristeza cabalgaron como en
una película los recuerdos en mi mente, trasladándome hasta aquella casita
llena de amor, de amplios y frescos corredores arropados de perfumadas enredaderas,
de encaladas hornillas y crepitantes tizones, y entre humos y exquisitos
aromas, el bello rostro de mi madre.
Evocando el añorado ayer, cuando tenía apenas ocho
añitos, recuerdo...“don Chavalito, que dice mi nanita que le venda un milagrito
de plata; que sea una manita, porque el lunes va a ir a la animita a pagar una
manda. Ya sanó de su mano”. ¡Qué tiempos! Jubilosa corría por el malecón con el
preciado milagro que colgarían en la animita. ¡Que emoción!, sería una gran
experiencia el ir a la animita a pagar sus mandas.... Con cuanto fervor la
abuela y demás gente, algunas vestidas con hábitos del sagrado corazón de
Jesús, del santo niño de Atocha, de San Blas, o del señor San José, asistían
los lunes a llevar veladoras, flores y milagros. La animita estaba en las
afueras de la ciudad, en el cruce del camino, donde está ahora el primer
semáforo en 5 de febrero y Félix Ortega. Era un humilde promontorio de tierra
con una cruz y sin nombre; “el anima sola”, le decían también. La tumba estaba
cercada con rejitas pintadas de azul, y siempre tenía veladoras prendidas y
artísticos arreglos florales.
Lo curioso de esto, es que la tumba tenía muchos milagros
de oro y plata encajados en la cruz y nadie se los robaba. Había mucho respeto
por esas cosas sagradas. A la luz de los candiles, en aquellas añoradas tardes
lluviosas, mientras tomábamos café de grano con galleta marinera, contaban los
antiguos, entre otras muchas leyendas, la de la animita. Unos decían que en esa
tumba descansaba un niño mártir que dio la vida por su padre, al que acusaban
de cuatrero, ya que este señor era tanta su necesidad que se vio obligado a
robar una vaca para darle de comer a su numerosa familia. Por tal motivo, las
autoridades de la época aplicaron la ley, según ellos, y lo sentenciaron a
morir ahorcado. Y su hijo, que era apenas un adolescente, suplicando les pidió
que no mataran a su padre, porque les hacía falta a su madre y hermanitos. Que
mejor lo mataran a él, que daba su vida por su padre.
Y cuenta la leyenda que aquellos chacales no se tentaron
el corazón al ver al niño, y lo colgaron en un gran árbol de palo verde que
había en el cruce de esos caminos. Y dicen que el cadáver del adolescente,
estuvo colgado por tres días, meciéndose grotescamente para escarmiento de los
cuatreros. Doña Dominga G de Amao, ameritada periodista y escritora, dijo que
al niño mártir lo arrastraron por el pueblo, y después lo colgaron en el árbol,
y que las autoridades de entonces no permitieron que se les diera sepultura,
que debía quedar colgado para que se lo comieran los animales, so pena de
muerte para el que desobedeciera la orden; pero que un primo de Miguelito que vivía
en San Antonio, al que le decian “El Güero”; vino en la madrugada, lo bajó y
sepultó en la tumba sobre otro cuerpo que ya estaba ahí, para que no se notara,
que en realidad había dos cuerpos en esa tumbita.
Otra versión es
que en la época de la Revolución, promovida por el Ilustre general Don Félix
Ortega gobernaban el territorio de Baja
California Sur, jefes políticos, y las discordias y las hostilidades
estaban a la orden del día. Unos eran fusilados, y otros eran desterrados en
las famosas “cuerdas”, junto con sus más cercanos colaboradores y hasta con
todo y familias. En una ocasión, entre los que iban en la cuerda de los
desterrados le tocó a un señor llamado Miguel Manríquez. Y cuando el barco
estaba de salida para llevarlo muy lejos, dejando esposa e hijos, de pronto dos
jóvenes llegaron al muelle fiscal, y lograron meterse al barco ‘El Bonita”; era
su hijo Miguel, acompañado de un amigo quien quería despedirse de su padre,
porque tal vez jamás lo volvería a ver. Y los guardias que en todo miraban
espías, se echaron sobre ellos, deseosos de venganza; y los acusaron de
rebeldes. Los jóvenes fueron martirizados con el objetivo de sacarle alguna
información y al no conseguir nada, porque no la había, ya que se dice que el
señor era inocente, sacaron a Miguelito, lo arrastraron por las orillas de los
montes, donde le dieron cruel muerte y fue sepultado en el cruce de los
polvorientos caminos, quedando perdida la tumba, entre los matorrales. Que por
eso le decían el ánima sola o animita.
La gente, consternada por el martirio de aquel niño que
murió por su padre y que estaba su tumba abandonada en aquellas soledades y caminos
reales, le empezó a rendir veneración y a atribuirle milagros; sobre todo,
cuando pedían por la salud de los niños y al sanar éstos, la manda consistía en
rezarle y llevarle durante nueve lunes veladoras y flores. Los estudiantes
secundarianos, también le pedían a la animita, que les ayudara a salir bien en
los exámenes, y se lo cumplía, y en pago al favor recibido, le prendían
veladora y le rezaban. La animita, primero fue un promontorio de tierra lleno
de veladoras encendidas, cubierta su cruz
de milagros, y siempre tenía
flores frescas o de lámina. Luego, al tiempo, estuvo cercada de rejitas de
madera pintadas de azul. Después, alguien le mandó construir una sencilla
lápida. Y se dice que una caritativa dama, agradecida por el favor recibido, al
sacarse la lotería le mandó edificar su capillita, donde la gente acudía llena
de fervor.
Decían también los mayores, que en el palo verde donde
colgaron a Miguelito, el que estuvo por mucho tiempo, fueron varios los
espantados al escuchar el chirriar de la cuerda que se mecía con el viento.
Otros contaban que en el cruce de esos caminos escuchaban que lloraba
lastimeramente un niño, perdiéndose el llanto entre el viento y el monte. Lo
cierto es, que la animita, fue un punto de referencia y de veneración para el
pueblo sudcaliforniano y está en el más completo abandono.
Antaño, el cuerpo inerte del niño mártir que dio la vida
por su padre...pendía grotescamente de aquel frondoso árbol a la veda del
camino...la gente consternada por el brutal ahorcamiento, en procesión le
llevaban milagros, veladoras y flores...una costumbre y falta de fe, que al
paso del tiempo se perdió...quedando la animita en la leyenda.
…Por el placer de escribir…Recordar…Y
compartir…
*Esta crónica fue publicada
hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el
programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*
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