POR MANUELITA LIZARRAGA
“EL NEGRO…Y OTRAS
APARICIONES EN EL SUDCALIFORNIANO”.
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…Y
POR LAS NOCHES, DE PELOS PARADOS QUEDAN QUIENES HAN SIDO LOS ESPANTADOS.
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RISAS
CANTARINAS DE NIÑOS, Y A VECES LLANTOS, SE ESCUCHAN EN LA
QUE FUE UNA ANTIGUA MANSION PROPIEDAD DE MI
PADRE DON BERNARDO LIZARRAGA TIZNADO (QEPD), AHORA EL SUDCALIFORNIANO.
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UN
NEGRO GRANDOTE, QUE PRETENDE AHORCAR A QUIEN TIENE EL INFORTUNIO DE TOPARSE CON
EL Y LUEGO ATRAVIESA LA PARED ,
DICEN QUE SALE TAMBIEN.
·
UNA
NIÑA DE RUBIOS CAIDELES COMO DE CINCO AÑOS, VESTIDA DE AZUL CON UNA CANASTE
REPLETA DE FLORES BAJO EL BRAZO, DANZANDO Y CANTANDO LA VIERON TAMBIÉN
·
UN
HOMBRE BAJANDO LAS ESCALERAS, Y QUE NUNCA LLEGA A SU DESTINO POR VARIAS
OCASIONES HA SIDO VISTO.
·
SON
VARIOS LOS ESPANTADOS QUE HAN ESCUCHADO SUSPIROS, LAMENTOS Y OTROS RUIDOS RAROS
A ALTAS HORAS DE LA NOCHE ,
Y A UN DE DIA, QUE EL RUIDO DE LAS MAQUINAS, NO LOGRA APAGAR, Y HACE QUE SE LES
ENCHINE LA PIEL.
“Señora Manuelita, estoy
firmando mi renuncia a este prestigiado diario porque son varias las ocasiones
en que me han espantado, me regreso a mi tierra”…me dijo muy asustado aquel
apuesto joven aquella mañana de invierno que acudí a este prestigiado diario de
su preferencia, estimado lector, El Sudcaliforniano, a dejar mi colaboración de
costumbre; y continuó diciendo que estaba él en el cuarto oscuro recostado,
descansando después de la media noche que terminó su labor; y ya estaba
cerrando los ojos cuando de pronto, le cayó encima un hombre muy pesado, le
agarró una mano, y con la otra lo agarró del cuello, lo tenía imposibilitado,
que apenas podía patalear y manotear al aire con el pie y mano libres, y emitir
agónicos gorgoreos como estertores de muerte, y cuando creía él que lograría
ahorcarlo, pasó el guardia haciendo su rondín y al escuchar extrañado los
gorgoreos y ruidos, preguntando, “¿Qué pasa?, ¿Qué pasa?, ¿Qué es eso?”, y
rápido abrió la puerta y prendió la luz y cuál sería su sorpresa que vieron un
hombrote negro, de pecho desnudo, cruzando la pared!!....
Que en otra ocasión escuchó pasos, suspiros y lamentos, y estaba él
solo, y creyó que sería algún empleado que quedó por ahí, pero no, salió a
cerciorarse y todo estaba en silencio sepulcral; fueron dos las ocasiones en
que este negro personaje, le cayó encima queriéndolo ahorcar; y que mejor se
regresaba a su tierra, dijo muy asustado el pobre muchacho.
A través del tiempo, siempre se ha rumorado entre los trabajadores
que van y vienen que ahí espantan, que pasan cosas raras. Una vez me dijo una
señorita recepcionista…”Doña Manuelita, aquí espantan a todas horas, ¡y mucho!,
yo me he quedado solita, y escucho risas cantos, y llantos de niños, como que
andan en una fiesta. En otra ocasión, estaba frente al espejo, tratando de
pintarme los labios, y a través de él miraba cómo iba bajando las escaleras un
hombre con pantalón de caqui, y me quedé en suspenso esperando a que terminara
de bajar para ver quién era, porque se suponía que estaba sola; y pensé que
sería alguien que quedó en las oficinas de arriba, e iba al baño; ¡pero nunca
bajó ni regresó, ante mis ojos desapareció en las escaleras!
Lo vi, de los pies hasta la cintura, y a medio camino desapareció,
Me quedé perpleja, helada, esperando a que alguien llegara para no estar tan
sola, en aquel silencio. Continuó diciendo la joven que hace algunos días, otra
compañera, se asustó bastante, pues llega un momento en que todo el personal
sale, y queda una persona solo para la atención al público, y escuchó en la
parte de arriba, en las oficinas, mucho movimiento, pasos, ruidos de aparatos,
llantos, risas, lamentaciones, suspiros; y subió para ver que pasaba, y ¡Oh
sorpresa!, estaba completamente sola!.... que sintió tanto miedo!, que sólo el
latir de su corazón rompía aquel lóbrego silencio. Las piernas le pesaban como
plomadas para regresar a su mesa de trabajo, y esperar a que alguien llegara
para romper aquella horrible tensión que sentía.
Que ella ya estaba acostumbrada a escuchar todo eso, dice la joven,
y hasta ya ni miedo sentía porque pensaba, ¿qué me puede pasar?, y tiene que
trabajar, y en esas estaban, cuando de repente se escuchan cantos, risas y
llantos de muchos niños como si fuera una fiesta, y se dice no pasa nada… y
mentalmente se pone a orar y todo pasa en un instante, que ya se acostumbró a
convivir con esas cosas raras que pasan en este periódico, suspirando, terminó
diciendo la joven.
Yo estaba indecisa en
escribir sobre este tema, en especial sobre este edificio de El
Sudcaliforniano, ya que fue propiedad de mi padre, Don Bernardo Lizárraga Tiznado….y
mi mente vuela al pasado, parece que los estoy escuchando a él y a Santa, y la
niña mi pequeña hermanita de rubios cabellos, Santa, de escasos dos añitos,
paradita sobre el mostrador de la tienda, cantándome y bailando el “dominiqui
niqui niqui”…ahora ella es una prestigiada maestra educadora de vocación. En
esa ocasión y otras, mi padre me contaba que en esa casa espantaban y mucho;
que por dos veces a él y a Santa les había caído encima un hombre grandote
tratando de ahorcarlo, alcanzaban a verlo donde atravesaba la pared de la
recámara, que viene siendo el famoso cuarto “oscuro” del periódico y que
colinda con la huerta de mi prima Haydee y desde luego estaban muy asustado.
Continuó diciendo mi padre que en varias ocasiones vieron a una
niña de rubios cabellos vestida de azul cantando y danzando entre los árboles
con una canasta repleta de flores bajo el brazo, y que él le dijo a Santa “Oye
que anda haciendo la niña tan tarde en el patio”… “no, si la niña ya está
dormida en su cuarto”, dijo ella, y rápido se asomó mi padre y la niña estaba
dormidita en su camita. Decía también mi padre que fueron varias las ocasiones
en que a la niña Santa la cambiaron de lugar, de su cama la sacaban dormida y
la dejaban en el patio, o la tenían sentadita en su periquera o en el
corralito, y la encontraban en el suelo en distintas partes del patio; que
estaban acostados, y nomás apagaban la luz y sentían a alguien sentado en la
cama, que incluso escuchaban el latir de su corazón y el fuerte resuello junto
a sus oídos; que la niña casi siempre se comportaba como si jugara con alguien
y que en varias ocasiones iba con las manitas como agarrada de alguien; que
fueron muchas cosas hasta que se hartaron y decidieron por el bienestar de la
niña, salirse de esa casa, y se la rentaron al Señor Don Carlitos Morgan (QEPD)
de gratos recuerdos para que instalara el periódico de gran tradición y
prestigio en todo el estado de Baja California Sur; y que al paso del tiempo,
porque batallaba mucho para que le pagaran la renta, como presión para que le
vendiera el edificio, y así fue se enfadó de tanto echar vueltas, y vendió con
todo y espantos.
La huerta de mi prima Haydeé colinda con la barda de El
Sudcaliforniano y su chofer y velador, mejor renunció porque fueron varias las veces
que vio que un negro grandote con gruesas cadenas en cada mano salía del fondo
de la huerta a gran velocidad rompiendo como saeta las ramas de los árboles, y
atravesaba la pared, saliendo hacía la calle Hidalgo, y sale a la vuelta de
Haydee con rumbo desconocido sobre la calle Hidalgo.
Pobre del que se tope con este negro, de torso desnudo, y dos
cadenas en las manos, tenga cuidad, este negro solo sale a altas horas de la
noche y le da por querer ahorcar y las otras cosas raras que se oyen y se ven,
también de día salen, por las dudas, ándese persignado.
…Por el placer de
escribir…Recordar…Y compartir…
*Esta crónica fue publicada hace más de 15
años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio
contacto directo XENT radio La Paz*
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