LA PAZ QUE SE PERDIO.
“LA GLORIETA DEL
COROMUEL...UN BALNEARIO DE LEYENDA”.
Aquella
cálida tarde de verano le di la vuelta al risco donde lentamente revienta su
soberbia las olas, y quedé frente al mar ¡que maravilla de la naturaleza! las
verdeazules y cristalinas aguas me hicieron recordar por un instante gratos
momentos de mi vida, de aquella feliz infancia, en esta maravillosa tierra de
Dios...me senté en el risco de cantera esculpido, y volaron mis pensamientos al
vaivén de las olas...voces del pasado...recuerdos, vivencias...la leyenda y la
historia se confunde en esta hermosa tierra peninsular...toda ella es
leyenda...es historia...!es tan bello recordar!, por la década de los 50,
aquella fresca mañana, después de tomarnos un café con pan, y mi perro el
pachuco su huarache, en la lonchería de Don Conrado de La Peña, mi abuelita
dejó encargada la canasta del mandado en el puesto de Don Lucio en el interior
del Mercado Madero...el alegre pregón del baratero cumbre se escuchaba de
puerta a puerta y mi abuelita me dijo, casi como en un susurro, te voy a dar
una sorpresa.
¡Que
me vas a dar abuelita! Te voy a llevar a la piedra zurrada, pero tenemos que
apurarnos porque se nos hace tarde...mi perro viejo el pachuco, paró las orejas
y movió su colita de contento...él sabía que andando con la abuela,
aprenderíamos muchas cosas...caminamos a prisa, los largos ropajes de mi
abuelita perfumados a cernada y jabón de pan, nomás volaba con el viento por la
calle 16 de Septiembre, seguida de mi perro y yo...hacía viento aquella
madrugadita...Nanita, le dije, señalándole donde es ahora Dorian’s, que bonita
está esa casa y que hermosas flores tiene en su jardín...si hasta acá se siente
el olor...si, dijo, ahí vive la familia Sosa y Silva. Llegamos hasta el kiosco,
el que estaba sobre el malecón y 16 de Septiembre, y levantándose el sombrero
de alta copa tejido de cogollo de palma, señaló a la distancia...tenemos que
caminar todo aquello... ¡Que hermosura se ofrecía ante nuestros ojos!...el mar
estaba crecido y sobrepasaba el malecón. ‘Abuelita por qué nunca vamos al
Coromuel”, Uy, esta playa es nomás para los ricos. Y nosotros, pues ¿que no
somos ricos? ¡Que ricos vamos a ser muchacha simple!, te quiero decir que a esa
playa del Coromuel van los que tienen carro, porque el camino está por encima
del cerro de la calavera, y si te traigo esta mañana es para que conozcas los
esteros tan bonitos que hay por aquí, el estero del Esterito, el estero de
Palmira y la piedra cagada; pero como está tan alta la marea, a ver si la
podemos ver.
A
esa hora de la mañana, las personas barrían los frentes de su casa desde la
calle como era la costumbre...la fronda de los árboles de la India, inundado de
pájaros cantores oscurecían más el camino...las cristalinas aguas mecían a
ritmo de canalete la barca de la Francesa, la señora Hoppen, a quien acompañaba
su inseparable perra negra, quien al ver al pachuco empezó a ladrar y ella muy
amable luciendo una amplia sonrisa bajo el sombrero le ordenó al animal,
¡Quieta Vicky!, y muy obediente la perra se sentó en la punta de la canoa viendo
a la distancia...en la lejanía se divisaba la lucecita del faro, los pescadores
alistaban sus barcas para salir a la faena diaria, y el pachuco correteaba
ladrando a la gran cantidad de gaviotas y pelicanos que se echaban clavados al
mar comiendo los cardúmenes de sardinas, los que iban huyendo de los pejegallos que parecían que también
volaban. ¡Que panorama tan bonito!, había tanto pejegallos en aquel tiempo que
inundaban nuestra bahía.
Nanita
linda, parece que fuera a llover...No se ve así por la neblina o la brisa del
mar, y ya casi se presenta la alborada, parece que el sol tiene una fuerte
lucha con las nubes que no lo dejan salir. Abuelita, quiero juntar caracoles y
conchitas, No, dijo mi nanita, ahora no se puede porque la marea está crecida,
será en otra ocasión, y aprieta el paso, porque si no, no llegamos a donde
vamos. Apretamos el paso y la abuela me iba señalando el nombre las playas,
porque decía que la costumbre entre los pescadores era ponerle nombre a cada
cuadra frente a la playa según la familia; esta es, dijo, la playa de la 16. La
gente no se baña aquí porque desembocan los caños; esta otra es la playa de los
canalizos, la que sigue, es la playa del cocol, esta otra, es la de David León,
la de más allá es la de los Puppo, y esta es la de los Lizardi...y así
sucesivamente ella iba señalando; nanita, y ¿usted conoce a toda esta gente?,
No pero a las playas así les dicen, son puntos de referencia.
Al
fin llegamos al Estero del Esterito...había tanto palmar donde es ahora el
Seguro Viejo...que bonito estaba todo, pasamos por el puente de madera y por
debajo de él pasaba el agua del mar y entraba muy lejos y creo que casi hasta
el panteón. Por aquí, dijo mi abuelita, al otro ladito está el rastro y por
este puente pasan las recuas de vacas, los carros y la gente, y ese troquectio
de redilas que viene allí seguramente viene del rastro y lleva las reses
destasadas rumbo al mercado...empezaba a clarear y pasamos cerca de la piedra
cagada...era una gran piedra dentro del mar que estaba zurrada por las
gallinetas, gaviotas y pelicanos. Nanita y ¿por qué le dicen la piedra cagada?,
pues por eso, porque está cagada; mi perro viejo asintió con la mirada. Al fin
pudimos llegar al Estero de Palmira...mis ojos de niña no podían creer de tanta
hermosura...había tanto manglar y dentro de su espeso follaje matizado por los
rayos del sol que ya empezaba a salir, se escuchaba como un suave arrullo el
graznar de las aves...el agua estaba como azul marino matizadas por el sol...el
perro empezó a ladrar como loco...yo creo que de gusto porque las aves estaban
todavía entre los manglares.
Mi
abuelita cameló el gusto que yo sentía porque me quedé pasmada al ver tanta
belleza de la naturaleza...nos quedamos en silencio como en un encantamiento...
nada más se escuchaba el cucuyo de las aves, los ladridos del perro y el
reventar de las olas sobre las piedras...yo sabía que este estero te iba a
gustar, por eso es que te traje, para que no te cuenten. Dijo mi adorada
abuelita. Al fin salí de mi encantamiento
y pude balbucear; ¡Que bonito está todo esto abuelita!, ¡pero me da
tanto miedo ese cerro de la calavera!, ves, y así quieres ir al Coromuel.
Bueno, por lo menos cuénteme nanita que sabe usted del coromuel. Te contaré lo
que he escuchado, sentémonos en esa piedra a descansar un ratito para luego
emprender el regreso. El pachuco se echó a nuestros pies porque también le
gustaba escuchar “En la antigüedad los legítimos dueños de estos mares y
tierras con todas sus perlas y riquezas, fueron los californios. Eran tribus guaycura,
ichuties y coras, eran personas muy sanas que estaban asentados en la rivera
del mar, cuentan los que saben muchos que eran magníficos pescadores, nadadores
y buzos, también cazaban y recolectaba raíces para alimentarse.
Cuentan que los peces los
sacaban con la mano de tantos que había, ellos eran libres y vivían muy
felices, hasta que llegaron los europeos con religión, cultura, y también
enfermedades, y según cuentan que en 100 años se acabaron los californios. Estos
mares estaban asolados por los piratas que atacaban los galeones españoles y
las naves que llegaban de filipinas que llegaban por Los Cabos desde la Europa
para quitarle sus riquezas, oro, perlas, perfumes, sedas y tantas cosas
preciosas, y se escondían por estos rumbos para enterrar sus tesoros. Entre
tantos piratas hubo uno muy osado que se llamo Cronwell, este acostumbraba que
después de sus ataques entraba por la bahía a vela tendida con el viento, y se
escondía por estos lugares. Los californios se acostumbraron a verlo, y a
esperar ese airecillo fresco que deslizaba el galeón del feroz pirata, cuando
entraba por las tardes ese fiero y misterioso hombre y gritaban al verlo “ya viene el coromuel” y
se tumbaban en la arena a esperar el coromuel.
Por
eso se dice que se hizo la costumbre de generación en generación entre las
familias de La Paz, salir por las tardes a la banqueta, sacar las poltronas y
hacer tenderetes en el suelo e incluso en las mismas orillas de la playa a
esperar el coromuel. Ese pirata Cronwell dio origen a esa costumbre, y como por
la glorieta del coromuel se metía le pusieron coromuel a ese balneario. Nanita
linda ¿usted como sabe tantas cosas?, no, no se tantas cosas, lo que pasa es
que se aprende con la convivencia familiar, y eso que te cuento no lo leí, lo
he escuchado en las reuniones con tu tía chuy que va esa gente culta y de todas
las clases sociales y me gusta escuchar y observar para aprender, y así como yo
te cuento a ti, mi abuela me contaba a
mi, es por eso que los conocimientos se van heredando de generación en
generación. La vida es una gran escuela, claro, por el buen camino.
…Por el placer de escribir…Recordar…Y
compartir…
*Esta crónica fue publicada
hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el
programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*
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