LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA
“EN SAN PEDRO DE LA
PRESA...HUBO UNA VEZ EL TESORO DE LA HACIENDA DE LOS DE LA TOBA”.
·
YA ERA UNA COSTUMBRE QUE
DES´PUES DE LAS LLUVIAS....GRANDES LLLAMARADAS AZULOSAS Y NARANJAS SE ALZABAN
AL CIELO, ENTRE MEZQUITALES CARDONES Y VISNAGAS EN SAN PEDRO DE LA PRESA... ¡AHÍ
ESTA EL TESORO!, GRITABA LA GENTE ESPANDA.
·
CONTABA LA LEYENDA DE UN TESORO
SEPULTADO POR LOS ANTIGUOS...PERO ERAN POCOS LOS QUE SE ANIMABAN A
SACARLO...SABIAN A LO QUE SE ENFRENTABAN
·
ERAN POCOS LOS QUE DOMINABAN LA
CIENCIA DE ECHAR LAS VARILLAS BENDITAS....SOLO HABIA UNA PERSONA CAPAZ DE
ENFRETARSE A TODO LO QUE PASABA CUANDO SE ESCARBABA UN ENTIERRO...DOÑA MARIA
LUISA TALAMANTES.
·
LA FLAMA ARDIENTE COMO UNA
LAMPARA ENCENDIDA QUE SALIO DEL FONDO DE AQUEL POZO...ILUMINO TODO AQUEL
AMBIENTE CAMPIRANO CEGANDO LA VISION DE QUIENES ESCARBABAN BUSCANDO EL FAMOSO
TESORO....
...Entre
jadeos y suspiros por la emoción del momento, los hermanos De La Toba, Ricardo,
Rodolfo y Alfonso pegaban barrazos y más barrazos...y las paladas de víboras
volaban al viento desapareciendo al caer a tierra, iluminados con la vela del santísimo, y amparados por los rezos y
agua bendita que roseaba Doña María Luisa Talamantes experta en echar las
varillas para buscar los tesoros, mientras las varillas benditas de olivo
seguían apuntando donde los hombres sudorosos escarbaban...y a los alrededores
se escuchaban lastimeros lamentos, maullidos y una tropelía de caballos como si
ya les fueran a caer encima, ante los asombrados ojos de la niña Vicenta Vargas
Higuera, quien bajo los largos ropajes de su adorada y sabia abuelita, Doña
Luisa, aterrada sostenía las otras dos varillas chicas de olivo, las que con
insistencia apuntaban hacia donde los hombres afanosos escarbaban.... eran muy
terroríficas las lamentaciones y los gruñidos que se escuchaban....la piel y
cabellos se erizaban por el terror.
....Y de pronto la barra pegó en algo muy
duro, y los lamentos ruidos y gruñidos se escuchaban más fuertes...y la abuela
conocedora de que esto pasaría más fuerte rezaba y roseaba agua bendita...ya
llevaban dos metros escarbados a la intemperie entre cardonales, biznagas y
mezquitales, donde constantemente miraban arder, especialmente cuando
llovía....la barra pegó a una capa de
tepetate amarillo y los ambiciosos hombres a marrazos la tumbaron, y no había
nada aún... y las varillas seguían empecinadas apuntando más abajo, decía...y
los hermanos De La Toba escarbaron otros dos metros hasta llegar a una capa de
tepetate colorado y entonces si parecía que el mundo se venía encima...era una
noche de terror para aquella niña de escasos doce años que temerosa contemplaba
todo aquello a la luz de la vela del santísimo.
De pronto, las
varillas se alocaron aún más...y las lamentaciones y mugidos eran más
lastimeros....hasta parecía que el viento lloraba....se miraban montones de
sombras fantasmales en las penumbras a los alrededores de aquella
excavación...su abuela Luisa quien dominaba la ciencia de las varillas les
infundía valor con sus rezos y la vela del bendito...y entonces sucedió lo que
tanto buscaban...al pegar la barra con el tesoro, salió una flama como una
lámpara encendida que iluminó todo aquel ambiente cegándoles la visión momentáneamente...y
los lamentos y todo lo que se escuchaba se fueron apagando poco a poco, como
cediendo la lucha, y la abuela fue bajándole al rezo, y aquella flama que
salió del pozo se fue apagando
lentamente...y ante los asombrados ojos de los allí presentes bajo aquel tepetate
colorado estaba envuelto en cueros un gran cántaro de barro bellamente labrado
en aleaciones de oro; la tapadera era de oro también; aquellos hombres
destaparon el cántaro quedando maravillados con la refulgencia de su
contenido... ¡estaba repletos de canicas de oro y de palitos de oro como del
tamaño de los palos de las paletas!, muchas bolitas de oro!....había en aquel
cántaro tan afanosamente buscado.
Y sucedió lo
que siempre pasa en estos casos, uno de los hermanos al ver tanto oro le entró
la envidia y se volvieron a escuchar lamentaciones y maullidos...y sucedió lo
inevitable...el tesoro se volvió carbón, todo el oro era carbón!...y la abuela
reza y reza y roseaba agua bendita porque decía que con la envidia había atraído
otra vez las fuerzas del mal...cuando volvió la calma y el ambicioso recapacitó
y se pusieron de acuerdo, dejó de escucharse todo aquello que hacía que se
erizara la piel....y aquella pobre niña enmudecida de terror contemplaba la
escena....los hermanos se repartieron el tesoro, más bien el carbón a la abuela
le dieron varias puñadas de carbón las que amarro hechas ñudo en un paño
colorado, uno de los hermanos guardó su parte de carbón en un baúl; el otro lo
echó en una lona y lo envolvió y lo llevó a su cuarto y el otro lo echó en
frascos de vidrio para esperar a que pasar el encantamiento....pues ya tenían conocimiento
que esto sucedía cuando había envidia.
A los pocos
días, el joven De La Toba que había echado su carbón en botellas de vidrio,
vino a un tendejón de La Paz a comprar unas cargas de provisiones, y pagó
poniendo una botella llena de carbón en el mostrador, y sucedió que cuando el
tendero la tomó en sus manos, asombrado, vio que contenía pepitas de oro y
sorprendido preguntó que como le habían hecho para meter ese bolerío de oro a
la botella. Total que quebraron la botella y así pudieron disponer del
oro...entonces a los demás se les convirtió en oro aquel carbón del tesoro de
la hacienda de los De La Toba en la presa de San Pedro.
Doña María
Luisa Talamantes abuela de Doña Vicenta, dominaba además del arte de la
alfarería y tantas otras cosas que las mujeres de antes sabían hacer, esta
ciencia de echar las varillas para buscar tesoros, un conocimiento celosamente
guardado por los mayores heredado a través de generaciones. Las varillas debían
de ser cuatro, de árbol de olivo cortadas en una creciente con orquesta
benditas y además de las dos grandes dos más chicas; las grandes debían de ser
sostenidas por la persona que echa las varillas de corazón limpio y sin
ambiciones mientras que reza y rocía agua bendita alumbrada por la vela del
santísimo y las varillas más chicas deben ser sostenidas por una doncella.
Doña María
Luisa Talamantes sabía por sus antepasados que todas estas cosas a las que se
enfrentan cuando se buscan tesoros iban a pasar...son almas en pena, buenas y
malas, que custodian el dinero que sostienen luchas entre ellas, unas que
evitan que se lo lleven y las otras que quieren que se lo lleven para que estas
almas que andan sufriendo puedan descansar; es por eso que ella no demostró miedo
alguno. También Doña María Luisa sabía que cuando hay envidias el tesoro se
convierte en carbón, que es como un encantamiento; pero que si la persona
recapacita a tiempo éste se vuelve oro otra vez.
Doña María
Luisa fue una persona muy estimada por esta virtud, por esta ciencia de echar
las varillas y muchas más que le adornaban...fue una persona muy solicitada
para echar las varillas y fueron varios los tesoros que se encontraron a través
de sus conocimientos con las varillas, las que cada semana santas las llevaba a
bendecir.
...Al golpe de
la barra sobre el tesoro, volaban las paladas de víboras al viento, las que al
caer a la tierra, desaparecían, pero sólo eran visiones. Iluminados por la
flama ardiente del bendito...el viento parecía que lloraba y los lamentos y
sombras fantasmales merodeaban en aquel ambiente campirano....mientras que Doña
María Luisa rezaba y rezaba y roseaba con agua bendita, ante la mirada
contemplativa de la niña que en su
manita sostenía las varillas de olivo.
…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…
*Esta crónica
fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista
compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*
No hay comentarios.:
Publicar un comentario