viernes, 28 de julio de 2017

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“LA TUMBA SIN NOMBRE”



           
            Esa asoleada mañana, en el panteón de San José del Cabo, de pronto mis ojos se encontraron con esa tumba sin nombre, con una fresca y perfumada rosa, llamando mi atención el epitafio

“Fría, insensible bajo esta losa,
Victima triste de la parca airada
Una joven beldad yerta reposa
Con lágrimas tristísimas lloradas
Fue su muerte temprana y lastimosa
Mortal, si has conocido los amores
En su túmulo vierte unas flores”.

 Y cuenta el reconocido maestro Don Rubén Monroy Castro, nativo de esas tierras josefinas, la historia de esta tumba sin nombre que dio paso a la leyenda y dijo. No sé ni quien es...ni de donde sea...pero esto sucedió hace más de un siglo en el histórico poblado de San José del Cabo donde el rumor de los dos mares se unen con sus murmullos cantarinos de las olas del mar...que parecen plegarias al cielo...voces del pasado de antiguos pobladores.

            Cuenta la leyenda que vivió una joven a su tierna edad enamorada...quizás de un imposible amor...sus padres no permitieron nunca que se consumara dicha unión...la joven tuvo como exilio ese pueblo mencionado, pues procedía del Estado Norte de Baja California. Cuentan los mayores, que una mañana de frío invierno a principios del siglo pasado fondeó un gran vapor frente a la “aguada segura” o estero de San José. Venía, como era la costumbre, cada seis meses a traer toda clase de mercancías, y a embarcar ganado y todo tipo de productos de la región. Dicen los que saben mucho, que ante la sorpresa de los remeros, desembarcó una hermosa joven de cuerpo juncal, de tez muy blanca, de larga cabellera negra y venía ataviada de largos y blancos ropajes... por equipaje llevaba colgando al hombro un atado de cosas, lo que parecía un bulto o un morral...conteniendo quizás, algún cambio de ropa o cosas muy personales. Con una mantilla blanca se cubría el rostro...y la negra y ondulada cabellera que le volaba al viento, no permitía apreciar bien sus facciones.

            La pequeña embarcación se perdía entre las embravecidas olas, que al golpe de remos cortaban las aguas...impávida y trémula, la bella mujer perdía su mirada indiferente en la distancia...un sollozo entre cortado bajo el manto se escuchaba...al arribar la barca, la bella pasajera, de un salto llegó a tierra; y ante la mirada de los hombres que guiaban la canoa...las huellas de sus finos pies descalzos iban quedando plasmadas en las ardientes y níveas arenas, perdiéndose en la distancia. Nunca nadie supo su nombre...ni quién era...ni de donde vino...su vida siempre fue un misterio...sólo sabían que desembarcó en San José del Cabo, del vapor un día...en solariega y antigua mansión se le miraba deambular como alma en pena...siempre cubriendo su rostro con el manto...se fue tejiendo la leyenda a su alrededor...unos decían que venía exiliada por su familia, por no se que amor imposible...otros, que tal vez padecía una enfermedad contagiosa e incurable...lo cierto es que la hermosa y misteriosa joven fue muriendo poco a poco de inanición.

            Los días transcurrían para la bella, lentamente en el histórico y pintoresco San José del Cabo y para los pocos habitantes de la época que miraban recelosos la llegada al poblado de esta mujer de rostro cubierto por el manto, de blancos y largos ropajes y de cabellos tan negros como las alas de cuervo.

            La parca cumplió su misión...fría, yerta e inerme la encontraron un día, con el rostro cubierto con el blanco manto...manos piadosas le dieron cristiana sepultura y respetándole su sentir no le descubrieron el rostro, ni se investigó quién era, descansando sus restos mortales en el panteón municipal en San José del Cabo quedando su tumba sin nombre y sin fecha. Cuenta la leyenda que al paso de los años, la tumba sin nombre es visitada por los enamorados, principalmente por los de amores imposibles y le piden el favor a la mujer de la tumba sin nombre, quien sufrió de este mal de amores, peticiones según,  para lograr que se consolide el amor de la pareja. Aseguran que son muchos los testimonios de amores realizados.

            La tumba sin nombre, siempre tiene flores frescas, llevadas por algún enamorado, y sobre la lóbrega lápida reza un epitafio, inspiración de algún enamorado anónimo, el cual impacta  a los jóvenes y dice así:
“Fría, insensible bajo esta loza.
Víctima triste de la parca airada
Una joven beldad yerta reposa
Con lágrimas tristísima llorada
Fue su muerte temprana y lastimosa
Mortal, si has conocido los amores
En su túmulo vierte unas flores”.

            La tumba sin nombre, es visitada por jóvenes enamorados y siempre tiene flores rojas; incluso, hasta los extranjeros le llevan una flor...no sé ni quien es, ni de donde sea...sólo sé que desembarcó en San José un día.

            ...San José del Cabo, tierra de misterios...de andar de milenios...cuna de grandes héroes, ilustres hombres y bellas mujeres.


…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…


*Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*





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