LA PAZ QUE
SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA
“EL CARNERO...FUE UN
ANECDOTICO ANDARIN ENVUELTO EN LA LEYENDA...DE
LA PAZ DE ANTAÑO”
Jesús García fue su nombre...”El carnero”, le decían por
su afición a comer carne...caminaba grandes distancias de La Paz a San Pedro y
poblados aledaños...en las tertulias familiares, entre pescadores, en las
cantinas y en todas las esferas sociales, entre fumarolas, a la luz de los
faroles, el comentario obligado eran las cómicas anécdotas de “El carnero”.
El amplio sombrero de palma de alta copa que cubría su
cabeza, no le alcanzaba a disimular la nube en un ojo que le cegaba la visión,
lo que a los niños causaba horror...y al grito de “¡allí viene el
carnero!”...corrían despavoridos...vestía amplio pantalón de mezclilla que se
lo volaba el viento, y camisa de percal fajada, amarrada una riata a la cintura
a modo de cinturón...calzaba sus pies con huaraches de llanta... los que
arrastraba al caminar a causa de una fea yaga en la pierna... colgaba de sus
hombros un costal de ixtle lleno de cosas que se agenciaba de algunos vecinos
descuidados. Antiguamente, había mucho ganado en el territorio, y por
consiguiente la carne era muy barata y sabrosa, la que vendían en las pocas
carnicerías del pueblo. Por 20 o 30 pesos daban un montón de carne y huesos;
que como no había refrigeradores, la gente la ponía a secar al sol en los
patios sobre unos mecates, de mezquite a mezquite o de palo verde a palo
verde...y es donde El carnero hacía su agosto...pasaba con su costal en el hombro
y les pegaba un “bajón”.
La gente ya le conocía las mañas... y hasta le parecía en
gracia lo que El carnero hacía...a veces hasta se hacían de la vista
gorda...podía decirse que les gustaba ser el centro de las anécdotas de El
carnero. Contaban los mayores que una
ocasión, llegó El carnero y pidió posada para pasar la noche; le indicaron
donde podía acostarse, y el carnero muy mortificado les dijo “¡ay qué pena
señora! No les vaya yo a asustar las gallinas” y la inocente señora le contestó
“no se preocupe carnero, el gallinero está por este lado”, haciendo un ademán
señalando el lugar para donde estaban las gallinas, iluminándole el único ojo
al carnero. A la mañana siguiente, ni señas de las gallinas ni del carnero, se
las llevó en un costal. A Don Antonio Martínez, estimado joven de la tercera
edad, dice que también le voló un queso macho de treinta kilos, una vez que le
dio posada en su rancho... y cuentan que en otra ocasión donde le dieron
posada, había un tendal de huesos y carne; y el carnero dijo muy apesumbrado, sobándose
el cuerpo, “pobres huesitos míos donde irán amanecer mañana”, y dicho y hecho,
al canto del gallo, desapareció y desde luego se llevó los huesos en el famoso
costal que siempre traía bajo el brazo.
Contaba Don Quiqui Lucero, con una sonrisa maliciosa, que
en gloria esté. Que una vez estaba él hachando leña y que cuando ya llevaba un
buen tercio cortado, dejó el hacha clavada en un tronco para tomarse un
descanso, y fue a su casa a comerse un taco; cuando de repente tocaron a la
puerta y con sorpresa vio que era El carnero con su costal en el hombro y su
pierna enferma “pues ¿qué andas haciendo carnero?”, le dijo, “ando vendiendo
esta hacha, porque ando en un apuro”; y diciendo y haciendo El carnero sacó el
hacha del costal y pues a Don Quiqui le gustó mucho el hacha, la acarició, le
vio el filo y se la compró en 5 pesos. Muy contento El carnero puso pies en
polvorosa y Don Quiqui también con su hacha en el hombro se fue a continuar su
labor, pero cual sería su sorpresa, que el hacha que le vendió El carnero, era
la de él mismo; éste se la robó y la metió en el costal...le tomó el pelo a Don
Quiqui.
Cuentan que una noche, El carnero caminaba furtivamente
por aquellas callecitas de La Paz con un catre encajado en el hombro que
seguramente a alguien le había volado; de pronto, los policías que hacían su
ronda farola en mano, le salieron al paso diciéndole “Carnero ¿qué andas
haciendo tan tarde con ese catre en el hombro?” y cínicamente el carnero les
contestó “pues mire señor polecía, ¿pues que no puede cambiarse uno de noche?”
y ante la respuesta del carnero, los gendarmes rascándose la cabeza se quedaron
parpadeando y El carnero siguió su camino perdiéndose entre las sombras de la
noche con el catre en el hombro.
Jesús García, El Carnero, era muy buen andarín a pesar de
la fea fístula que padecía en su pierna. Caminaba grandes distancias...tocaba
de puerta en puerta con sus costal en el hombro buscando trabajo; ya fuera de
mandadero con la escoba o con la azada...y al ver los tendales de carne oreada
en los patios, estaba con un ojo al gato y otro al garabato, de repente
desaparecía junto con la carne, por eso le pusieron El Carnero...y lo curioso
de esto, es que la gente ni se molestaba. Se dice que no tenía hogar...era un
andarín, un hombre de la calle arrastrando su pierna y con el costal al hombro
que donde le oscurecía allí dormía...otros cuentan que vivía bajo la sombra de
un gran mezquite en un terreno baldío por las calles Ramírez y Ocampo....lo
cierto es que El carnero era un mano larga con gracia, y a la gente le caía
bien, hasta le festejaban los pequeños hurtos que El carnero hacía...era parte
de nuestra tradición pueblerina
Cuenta la voz de los ancianos, que Jesús García El
carnero fue un gran ranchero de gran arrojo, y que se vino a menos...era
simpatizante del idealismo del ilustre General Don Felix Ortega Aguilar,
revolucionario sudcaliforniano, cuando se levantó en armas con “El Plan de las
Playitas” y armó la revolución a mediados de la segunda década del presente
siglo. Y que al carnero lo acusaban de espía hasta que lo enviaron en las
famosas “cuerdas” en el barco El bonita. Cuentan una anécdota revolucionaria:
que un comandante de los federales, sacó de su casa con lujo de detalles a Don
Vicente Ortega que estaba enfermo de paludismo y que lo llevaban en medio de un
pelotón de soldados rumbo al panteón de Los San Juanes para fusilarlo. Iba
pasando el pelotón de la muerte por las calles Aquiles Serdán y 16 de
Septiembre y la gente sorprendida miraba el injusto cortejo, y de entre la bola
de curiosos gritó Jesús García “¡viva mi general Ortega!” al escuchar esto, el
comandante se paró en seco junto con el reo y el pelotón y le ordenó a El
carnero que se formara a la comitiva
porque lo iban a fusilar.
Cuando el pelotón y los sentenciados llegaron al panteón
para el fusilamiento, le dijo el comandante a Don Vicente Ortega apuntándole
con el fusil, que pidiera su última voluntad y éste pidió que le perdonara la
vida a Jesús García era simpatizante con los ideales revolucionarios del
general Felix Ortega Aguilar. Fue así como se salvó El carnero, pero no Don
Vicente quien si fue fusilado.
...El carnero fue un celebre
personaje del paisaje sudcaliforniano...todavía se recuerdan sus andanzas y
anécdotas...
…Por el placer de escribir…Recordar…Y
compartir…
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