domingo, 17 de diciembre de 2017

LA PAZ Y SUS LEYENDAS
POR MANUELITA LIZARRAGA

“EL ALMIRANTE OBREGON PERLA...EN LA LEYENDA DE LA PAZ DE ANTAÑO”




            La humareda arropaba los techados de tejamanil y palma del caserío dormido, arrullados por las susurrantes palmeras, trino de pájaros canores y molinos de viento...el silencio era roto por los ruidos propios del amanecer...al despuntar el alba, por las tranquilas callecitas de La Paz perfumadas a tierra mojada y efluvios de  perfume de hermosas flores, el follaje, como mullida alfombra, amortiguaba el lento caminar de un personaje muy singular, el Almirante Obregón Perla,  así como las pisadas de los demás habitantes del pueblo, dirigiéndose con su canasta o morral bajo el brazo, como era la costumbre, al antiguo mercado Madero, punto de reunión de la gran familia sudcaliforniana para realizar las compras diarias.

            Su porte era distinguido...alto y huesudo se autonombraba él mismo Almirante Obregón Perla...nunca nadie supo de donde vino, ni cuál era su verdadero nombre...bajo el mugriento sombrero, atravesado de plumas de colores, que cubría su cabeza, se distinguían hilos de plata en sus sienes...los grandes ojos bajo las pobladas cejas denotaban inteligencia y en su rostro la bondad...vestía un harapiento uniforme como de militar, con un enorme cinturón de cuero cubierto de alambres y pedacería de metal... en sus piernas se ponía polainas de cuero también enrolladas de alambre y cadenetas, así como muñequeras de cuero sucio en los brazos calzaba botines de lona que era parte de su uniforme de almirante, y los dedos de sus manos los traía llenos de tuercas, a manera de anillos, portaba un largo fierro a guisa de sable...era un personaje muy singular que paseaba por toda la ciudad pidiendo ropa y mendrugos...formaba parte del paisaje folklórico de aquella Paz de antaño. Al ver las manos de algunas señoritas, que en todos sus dedos llevan anillos, y hasta en los tobillos se ponen cadenitas y se ven muy bonitas por cierto, me recordaron a Obregón Perla, que de alguna manera con sus tuercas en los dedos impuso la moda de ahora.

 Un día cualquiera apareció de repente  paseando por las orillas de las playas de la hermosísima bahía de La Paz...cuentan que Obregón Perla, en su juventud fue un honrado empleado de “El Boleo” en Santa Rosalía, se decía que habitaba bajo los pilares del muelle fiscal y que dormía vestido con todos su colgajos de metales. Obregón Perla, sentado en la blanca arena bajo la sombra del frondoso pino en el legendario e histórico muelle fiscal, entre fumarolas del grueso puro, perdía su mirada en la lejanía del mar...dejaba vagar sus pensamientos, confundiéndose con el vuelo de las gaviotas...Mateo, un viejo pescador de los tradicionales barrios del Manglito y El Esterito, con su palanca al hombro se acercó a él extrañado de ver a ese personaje con esa  rara indumentaria,  e interrumpiendo sus evocadores momentos, le preguntó ¿quién eres forastero y de donde has venido?. Obregón Perla como un resorte se levantó haciendo un ruidajo con los alambres y metales de su indumentaria donde se estrellaban los reflejos del sol,  y cuadrándose con un saludo militar levantando su mano llena de tuercas a manera de anillos, señaló con el bastón a la distancia y dijo “Soy el Almirante Obregón Perla y estoy cuidando mi flota de barcos fondeados en la bahía, porque en breve zarparé a los siete mares y llevaré mis baúles llenos de perlas a lejanas tierras”.

Mateo el pescador, paseó su mirada al mar buscando la flota de aquel personaje tan singular, pero ésta existía sólo en la imaginación del almirante Obregón Perla. Rascándose la cabeza, el pescador al rítmico vaivén de la palanca continuó su camino hundiendo sus pisadas en las níveas arenas atascadas de conchas y caracoles. Obregón Perla con su indumentaria llena de alambres y metales, y su sombrero cubriendo su cabeza,  con su acompasado caminar, se paseaba por las callecitas de La Paz rumbo al mercado Madero  y al malecón donde vivía bajo los pilares del muelle, y según él tenía fondeada su flota imaginaria.

¡Adiós almirante!, le gritaba la gente a su paso, a modo de saludo, y él levantaba su sable y respondía “voy a  mi barco insignia para zarpar a los siete mares...llevaré mis baúles llenos de perlas a lejanas tierras”. Obregón Perla, con su lento caminar y su sombrero cubriéndole las plateadas sienes recorría los ya desaparecidos tendajones de La Paz, entre ellos “El huracán” de don Alejandro Gallo quien le daba una gruesa de puros y los demás comerciantes, siempre tan nobles, le daban algunas cosillas que le pudieran servir de alimento. En los lugares públicos, a la gente le gustaba escuchar sus fantasías. Obregón Perla decía que él era un gran almirante y que tenía fondeados en la bahía su flota de barcos, donde guardaba baúles llenos de perlas, y zarparía a los siete mares llevando sus tesoros a lejanas tierras.

¡Adiós almirante!, le gritaban los niños y adultos y Obregón Perla con su andar acompasado levantaba el sable a modo de saludo y contestaba “voy a mi barco insignia, zarparé a los siete mares, rumbo a lejanas tierras”. Obregón Perla fue un personaje muy singular...fue parte del folcklor  de aquella Paz antigua... una vez no se le vio ya más...la gente estaba acostumbrada a verlo deambular por aquellas evocadoras callecitas de La Paz...al morir el almirante Obregón Perla, se fue un pasado romántico de aquella Paz de molinos de viento y de barcos de cabotaje entre tantas otras cosas  y su flota y sus baúles de perlas imaginarios se perdieron en el mito y la leyenda...sólo quedó su nombre en una fría lápida en el panteón de Los San Juanes...y en el recuerdo, de quienes fueron niños  en otras épocas y ahora peinan canas...!Adiós almirante Obregón Perla!

…y del histórico barco mercante “El kórrigan IV”, sable en mano, saltó al muelle fiscal un día, el almirante Obregón Perla ataviado de su singular vestimenta…


…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…




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