LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA ÁLCARAZ
…..DON ALEJANDRO… JUAN Y JOSE ABAROA GIL, PIONEROS EN CONSTRUCCION Y REPARACION DE BARCOS EN SUDCALIFORNIA…
ABAROA, UNA TRADICION EN LA PAZ EN CONSTRUCCION Y REPARACION DE BARCOS”.
En el siglo antepasado...cautivado por la aventura y la leyenda que antiguos navegantes rodearon a esta bella península de Baja California Sur, Don Alejandro Abaroa Gil...procedente de Altata, Sinaloa, navegaba en la pequeña embarcación de vela, llegando a San Lucas del Norte, Baja California Sur, donde se estableció. Don Alejandro, hombre de temple, osado y de arrojo, con el divino tesoro de conocimientos prácticos en construcción de varaderos y embarcaciones marinas, carpintero de rivera, llegó guiado por las brújulas y las estrellas a tierras peninsulares con el corazón repleto de esperanzas, aceptando la mano abierta de los habitantes de esta tierra pródiga para fundirse en su piel, unir su esfuerzo para su desarrollo, dejando en ella profunda huella con la tradición y como asunto de familia, la construcción y reparación de barcos ABAROA.
A Don Alejandro Abaroa Gil, le acompañaron también en este venturoso viaje a este bello jirón de tierra de misterio y de promesas, en la época de las perlas y de la abundancia, así como de invasiones extranjeras y piráticas...sus hermanos quienes nacieron en Bachimuto, Sinaloa; Juan, Mariana, Tomasa, Alejandro y José; así como las familias catalanas y vascos, Garaizar, Gorozave y Sánchez. Alejandro hijo, Juan y José lucharon a brazo partido, hombro con hombro al lado de su padre en los trabajos y artes marinas, aprendiendo de éste el universo maravilloso del conocimiento de la práctica en construcción de vallados y embarcaciones. Mientras que Tomasa y Mariana se dedicaban a las labores propias del hogar de acuerdo a las costumbres de la época. Pesados trabajos de vallado de pala realizaban estos bragados hombres. Hasta 3 o 4 meses tardaban en yaquear el barco que encallaba; tenían que esperar a que hubiera mareas altas para favorecer su labor. Grandes embarcaciones de vela arreglaban y construían estos señores. Don Alejandro Abaroa conoció a una hermosa flor de estos campos californianos, la señorita Angela Verdugo, con quien después de un bonito romance, apegado a las costumbres, unieron sus vidas; bendiciendo su hogar el creador, con seis hijos: José, Isabel, Juan, Tomasa, Inés y Angela. En San Lucas, don Alejandro junto con sus hermanos y sus familias, formaron un próspero pueblo, donde Alejandro era el constructor de barcos, José el navegante y Juan el comerciante. Tenían una rústica torre de vigía, donde mediante señales con unos gallardetes de color, guiaban la llegada de las embarcaciones.
En la época misional, en el siglo XVII, el industrioso Padre Juan de Ugarte, proyectó y dirigió la construcción del primer barco de vela en la península, con maderas de la región. Concretamente en la heroica Mulegé, Baja California Sur, el que fue botado al agua el 14 de Septiembre de 1720 con el nombre de “EL TRIUNFO DE LA CRUZ”. Durante la estancia de los jesuitas en la península, de 70 años, hasta su expulsión en 1768, construyeron 4 barcos más, los que dejaron al marcharse aquel 3 de febrero de 1768 para el servicio de las misiones.
Y los primeros barcos de vapor fueron construidos en la península por don Alejandro Abaroa Gil,, “EL PRECURSOR” y “EL MAVARI”, con una capacidad de 200 toneladas y encendidas sus calderas con leña y carbón...con rutas a Santa Rosalía, ejido San Lucas, Manzanillo, Guaymas, Topolobampo, Mazatlán y La Paz; llevando y trayendo productos propios de la región, principalmente la orchilla, planta tintórea que crece en el monte cerca de la costa, y la que era muy apreciada y explotada en aquella época. De ésta planta sacaban tinta para pintura, principalmente para pintar las telas. Don Porfirio Díaz, de tristes recuerdos, fue invitado por don Alejandro Abaroa para la inauguración de éstos barcos, orgullo nacional, y existe una carta de reconocimiento y agradecimiento por el histórico mandatario mexicano. Estos barcos, participaron en la época revolucionaria en sudcalifornia de 1910 a 1914, así como en el traslado de pasaje y todo tipo de las mercancías de las poblaciones aledañas a esta ciudad Capital, antes territorio del Distrito Sur.
Después de la lamentable extinción de los californios, legítimos propietarios de estas tierras, Baja California Sur se ha ido poblando por gente que ha venido de otras partes, con una amalgama de conocimientos prácticos en todas sus ramas, costumbres y tradiciones. Y don Alejandro Abaroa Gil, puso la muestra de que cuando se quiere se puede, ya que la práctica es la madre de la ciencia, y aplicó sus bastos conocimientos con largueza en la construcción y creación de embarcaciones, desde un vallado hasta una panga, un velero, y hasta barcos de vapor y diesel, siendo fuente de trabajo para varias decenas de familias por generaciones. Aquella virgen y pródiga tierra de sudcalifornia, con aroma a brisa y sabor a mar, le dio abrigo, y don Alejandro respondió con aquel tesoro de conocimientos prácticos y buena voluntad para su desarrollo y progreso, dejando para la posteridad el SELLO ABAROA, sinónimo en México de construcción de barcos. Después de un tiempo, don Alejandro dejó San Lucas y se trasladó con su familia a esta ciudad de La Paz, donde sepultó su corazón y sus raíces, surgiendo un semillero de constructores de barcos.
Una cálida tarde de verano de 1913, entre sobresaltos y tiros, debido a la Revolución que se vivía en el Distrito Sur, enmarcado con una tarde crepuscular de leyenda de La Paz que se perdió, el graznar de gaviotas y murmullos del mar, dieron la bienvenida a don Alejandro Abaroa Gil, a su esposa Angela Verdugo e hijos, quienes llegaron a esta ciudad al palmar del barrio El Manglito, para fundar el tradicional Varadero de Abaroa. De su primer matrimonio, le nacieron 2 hijos más: Angela e Isabel el carismático don Chabelo. En aquel tiempo, don Alejandro compró aquí en La Paz, todo un solar para construir su casa familiar. Eran puros paredones y palmeras que daban, y dan, un bellísimo espectáculo con los mágicos crepúsculos, engalanando la mirada contemplativa, y fortaleciendo el espíritu con ese mar bermejo de abundante alimento marino, que se metía hasta dentro del solar, casi hasta llegar adonde ahora es carretera, y don Alejandro y sus hijos tumbaron los paredones hasta aplanar el terreno ganándole tierra al mar. Luego la fatalidad le llegó a don Alejandro, su primera esposa doña Angelita Verdugo, falleció. Posteriormente contrajo nupcias con la señorita María León, quien le dió otros 10 hijos de los cuales fallecieron 3. Creciendo el semillero Abaroa, con Juan José, Divina, Josefa, Mariana, Andrés, José Jesús y Juana. En total fueron 14 hijos quienes crecieron juntos bajo el amparo amoroso de doña María León.
Una tarde lluviosa de invierno, de 1948 don Alejandro emprendió el camino sin retorno, durmiendo el sueño eterno dejando en sus descendientes, “ESTE ASUNTO DE FAMILIA”, como una tradición, el Varadero Abaroa, para la reparación y construcción de barcos. Don José Abaroa Verdugo, apoyado por sus hermanos continuó con la tradición, hombre osado y de mano callosa, casado con doña Pilar Martínez quien le dio siete hijos, Alejandro, Alberto, Agustín, Estela, María de Los Angeles, José y Abraham. Además de fundar el Astillero Abaroa, fuente de trabajo para decenas de familias a través de los años, contribuyó al desarrollo de La Paz cuando empezaba su crecimiento, don José Abaroa junto con su padre abrieron a pico y pala las brechas de la carretera Transpeninsular al norte hasta Santo Domingo, y la del malecón, en el gobierno de don Agustín Arreola, primer gobernador, por plebiscito en la península de 1920 a 1924, y las que posteriormente el Ingeniero Sebastián Díaz Encinas perfeccionó los trazos y continuó con el encarpetado. Cada vez que don José Abaroa botaba un barco al agua, traía de Sinaloa las famosas orquestas de los “Mavaris” y los “Andes Famanía”. Mataba hasta cinco reses para la barbacoa, e invitaba a toda la gente del pueblo a disfrutar de aquella alegría, la que acompañada de la música, los palmares del barrio el Manglito se cimbraban haciendo latir de gozo los corazones de los pescadores con sus familias, y demás invitados de don José.
En el día de la marina, era una tradición los festejos en el palmar de Abaroa, con música, barbacoa y todo, así como el Día del Trabajo. La inolvidable profesora Jesús Rolland, vestía de marineras a las alumnas más destacadas de la escuela Rosendo Robles, y las llevaban a pasear por la bahía en los barcos de Abaroa, como premio a su dedicación. Las canoas de los pescadores lucían en el mar repleto de cerveza con hielo, eran las hieleras y los ribereños pescadores, libres y dueños absolutos de los productos del mar y de su esfuerzo, lucían amplia sonrisa de oreja a oreja. Los Abaroa, hombres de limpia trayectoria en La Paz, fabricantes de barcos de merecido renombre, construyeron los barcos Don Alejandro I y II, así como don José I y II y El Amigo, el que quedó inconcluso. A la fecha, son incontables las embarcaciones construidas por ellos. Además de los trabajos de vallado, realizaban y realizan trabajos de herrería en la fragua, como anclas y utensilios propios de su rama. De los trabajadores fundadores del varadero de Abaroa, algunos viven todavía, otros ya se adelantaron al viaje sin retorno. Don Apolonio Domínguez de 96 años, llamado cariñosamente por familiares y amigos “Don Ponayo” quien se especializaba en calafateo y de todo lo que se ofreciera en la rama de las embarcaciones, fue de las confianzas de don José, y hasta un verso le escribió:
“Estaba José Abaroa
Calafateando la proa
Cuando se escucha un ruidito, y dijo
Es una canoa.
Y le contestó Ponayo
Con su risita inocente
Le dice, viene Manuel Moreno
A alborotar la gente.
Le contesta don José
No le aflojes la chamarra
No sea que venga saliendo
Con una puta guitarra.
Decía José Abaroa
Yo voy a calar
Porque ahí viene uno de palabra
Y es del Seguro Social”.
Lamentablemente, el autor de este verso, el anterior sábado 14 de Enero del año 2000 falleció a los 96 años de edad. La familia Abaroa, así como amigos del barrio el Manglito le rindieron un homenaje al último de los trabajadores fundadores del Varadero Abaroa. El cortejo fúnebre los trasladó al varadero y don José Abaroa le dirigió un emotivo mensaje de agradecimiento, al tiempo que arrojó arreglos florales al mar.
Otros de los pioneros fueron El “Peludo”, don Celestino Orantes, Tevano Tapiz Carballo, Florencio Espinoza (el legendario Polencho), Luis Escobar, Martín, Inés y Andrés Domínguez, Manuel Ruiz, Reyes Talamantes, Manuel Meza y Fidencio García, entre tantos otros bragados hombres que no se les ataban las manos para resolver cualquier situación que surgiera en la rama de su trabajo para la reparación de grandes barcos de vapor que traían todo tipo de carga para surtir el comercio de La Paz, principalmente a los chinos quienes impulsaron su desarrollo, y eran los principales comerciantes aquí en La Paz, además de los señores Ruffo. Don José Abaroa, con el divino tesoro de la práctica, nadie entendía como le hacia para invadir la “3 14 16”, complicada fórmula de navegación y calcular la contracción del fierro y la madera en movimiento, así como la perfección en la construcción de todas las piezas del barco, engranes, quilla, la proa, la popa, espejo de la embarcación, pro pelas, timón de mando, y tantas cosas que componían el barco, y surcaba los mares de California guiados solamente por la brújula y las estrellas.
En 1942, recientemente extinguidas las perlas en La Paz, bellos recuerdos...dando inicio a la explotación y exportación del tiburón, apreciado por su hígado y su aleta. Las embarcaciones inundaban los mares embelleciendo la bahía con sus velajes...y por esos años don José Abaroa construyó el varadero en Topolobampo, Sinaloa. En Cabo San Lucas, inundan los mares una flota de lanchas deportivas Juanita, construidas por Juan José Abaroa, “JuanChe” y su descendencia. Los Abaroa, hombres de gruesos perfiles en el progreso naval mexicano, de inigualable experiencia, aplicada a la construcción de naves que ostentan orgullosos las rutas marítimas del país, el sello y el banderín de quien las construyó y las botó al mar ABAROA. Hace 16 años don José emprendió el camino sin retorno dejando huella profunda, y un sinónimo de progreso en Baja California Sur. El apellido Abaroa está fundido con el mar, en puertos, barcos, astilleros y construcciones navales para comercio de ultramar o cabotaje. Actualmente continua con la tradición familiar don Alejandro Abaroa Martínez, “Don Cano”, quien con el apoyo de sus hijos, nietos y bisnietos, dirige dignamente ésta gran nave: EL VARADERO ALEJANDRO ABAROA GIL, engalanando la marina con incontables embarcaciones turísticas, que cual Venecia duplican las figuras con gallardía en las cristalinas aguas de La Paz, y quien siempre está a la vanguardia en la tecnología de punta para ofrecer un mejor servicio. Los primeros vallados fueron de cuna, para varar barcos. Después cunas de metal que corrían sobre vías y actualmente, cuenta con nuevo sistema de bandas para levantar, y llantas de hule sin mojarse la cuna. Don Alejandro Abaroa Martínez contrajo matrimonio con Doña Rosa María de Abaroa, procreando 11 hijos: José Luis, Alejandro, Rosa, Guadalupe, Víctor, Francisco, Martín, Aurelia, Enrique, Humberto y Yolanda , y quienes continúan respetando la voluntad de don Alejandro y don José el de apoyar con sus barcos toda labor de beneficio social, principalmente enfocado a la educación y a la cultura, así como a la religión, ya que es tradición desde hace cinco décadas, que el día del Señor San José pasean el santo en las embarcaciones del varadero Abaroa por toda la bahía de La Paz, entre otros eventos importantes. Don Cano Abaroa, con justa satisfacción y orgullo dice que, desde la llegada de su tatarabuelo a la península de Baja California Sur, la familia asciende a más de 2,000 almas en estas tierras sudcalifornianas. ABAROA, UNA TRADICION EN LA PAZ EN CONSTRUCCION Y REPARACION DE EMBARCACIONES.
….Por El Placer De Escribir…Recordar…Y Compartir….