LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA ÁLCARAZ
“DON GENOVEVO COTA COTA, TODA UNA VIDA EN SUDCALIFORNIA”.
· VIO LA LUZ PRIMERA EL 16 DE ABRIL DE 1906... DE LOS TIEMPOS AQUELLOS.
· FUE DE LOS PIONEROS DEL ANTIGUO MERCADO MADERO.
· MUY CONOCIDO Y APRECIADO EN LA PAZ ADEMAS DE SU DON DE GENTE DE BIEN... POR SUS AMPLIOS CONOCIMIENTOS EN LA MEDICINA NATURISTA.
· FUE PIONERO EN LA DISTRUBUICION Y VENTA DE LA MEDICINA HERBOLARIA, EN LA PAZ.
· POR LA IMPORTANCIA DE SU CONTENIDO Y PARA CONOCIMIENTO DE LAS GENERACIONES VENIDERAS, PUBLICO NUEVAMENTE ESTA SEMBLANZA, LA CUAL FUE PUBLICADA HACE MAS DE 20 AÑOS, EN LOS PRINCIPALES MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MAYOR PRESTIGIO EN LA PAZ.
Con su cabecita bañada de escarcha, con 97 inviernos en esta tierra bondadosa de prodigios y de leyendas en Sudcalifornia...el roble se niega a caer, y continua firme retando al tiempo para beneplácito de su familia y amigos...el espíritu vigoroso lo mantiene derechito...su rostro refleja paz espiritual por la misión cumplida...entre aquellos suaves aromas a medicina herbaria, Don Vevo, con una lucidez envidiable, entornando sus cansados ojos se remonta al pasado, aquel bello pasado, “Así como ahora dice Don Vevo, en La Paz, hubo de todo, bonanza, crisis, alegrías y sin sabores...pero los sudcalifornianos estamos forjados con el alma de hierro, y un corazón noble dispuestos a tender la mano al caído y a redoblar esfuerzos para seguir adelante con la sonrisa a flor de labios, aunque por dentro estemos destrozados”... dijo, al recordar con tristeza a su amada esposa Doña Genoveva quien rindió tributos al Creador en Agosto del 2002, así como a su adorada hija Elva, quien también nació a la vida eterna en Septiembre del mismo año mencionado.
El 16 de Abril de 1906, en El Rosario, Baja California Sur (las gallinas), un bello y pintoresco lugar, tierra minera de históricos y gratos recuerdos, poblados de agaves, mezquitales, cardones y níveos arroyos, entre otros árboles del campo, donde la naturaleza derramó su bondad, entre bramidos de ganado y al canto del grillo en esa fría tarde de primavera, la alegría llegó al hogar del matrimonio formado por los señores Genovevo Cota, e Isabel Cota, inundando de dicha su corazón al romper el silencio el fuerte llanto de su retoño al nacer a la vida, y a quien le pusieron por nombre Genovevo. La viga que sostenía la cuna de cacaixtle trabado, que meció en su lactancia a Don Vevo, todavía existe. Su primera infancia transcurrió felizmente entre aquellas serranías y bosques sureños, entre carretones tirados por briosos corceles cargados del mineral sacado de las minas del Valle Perdido y la Sin Rival. De acuerdo a la costumbre, el niño ayudaba a sus padres en los quehaceres propios del rancho. En la escuelita rural de El Rosario cursó sus primeros tres años de estudios...con nostalgia Don Genovevo recuerda a su primera maestra Estéfana Manríquez, y a sus compañeros de aula, los que fueron un grupo de 40 alumnos de los ranchos aledaños de El Guayabito, El Rincón, lugar donde nació la prestigiada escritora, periodista y poeta Doña Dominga G. De Amao; así como de El Tapanco. Tierra de auténticos rancheros sudcalifornianos que son puro corazón.
En 1913, álgidos tiempos revolucionarios se vivían en el país, motivado por los recientes asesinatos de Don Francisco I. Madero y José María Pino Suarez, Presidente y Vicepresidente de México, y por consiguiente en nuestra entidad y entre sobresaltos y tiros de escopetas, por aquellas brechas y polvorientos caminos entre ladridos de perros y el alegre trino de pájaros, el traqueteo al trote se escuchaba de dos carretas tiradas por briosos corceles que trasladaban a este bello puerto de La Paz, a la familia Cota Cota...los sorprendidos ojos de aquel inquieto niño de escasos siete años, y demás hermanos miraban gozosos la hermosa bahía de La Paz inundada de armadas perleras, mecidas al vaivén de las olas enmarcadas con el alegre graznar de las gaviotas, así como ante su mirada iban pasando hermosos edificios que se erguían majestuosos, como el Palacio Municipal, el Teatro Juarez, la Catedral de Nuestra Señora de La Paz con una sola torre, así como la torre Eiffel, Casa Ruffo (ahora La Perla de La Paz), la logia masónica y el Palacio de Gobierno frente a la plazuela, con su imponente monumento al Benemérito de las Américas Don Benito Juárez García expresidente de la nación mexicana, entre otros edificios coloniales para ellos desconocidos, así como las callecitas empedradas perfumadas a flores y tierra mojada, huertos familiares y molinos de viento, entre el humo que bañaba los techados del caserío aún dormido, y de lo que sería su hogar. Genovevo continuó sus estudios primarios en la Escuela que se llamó antes Porfirio Díaz, luego escuela Uno, después Ignacio Allende, hoy Miguel Hidalgo; sus compañeros fueron: Wilibaldo de La Peña (mi querido tío Bali), Ballel de La Peña, Loreto y Claudio Orantes, Rafael Soto, Alejandro Gallo, Enrique Taylor, Carlos Cota Downy, León Cornejo, Rafael Cosío, Ignacio Betancourt, Cristóbal Acuña, Valentín Cabrera, Juan Cota Manríquez, Cirilo Noriega, Gonzalo Carrillo, Así como Francisco Solano y Leopoldo Quijada, entre los que recuerda y quienes fueron sus compañeritos de travesuras y andanzas por el camino del saber en aquella Paz de ensueño, Paz de perlas, de minerales, y de importantes y florecientes industrias, fábrica de botones, fábricas de veladoras, fábricas de hielo, fábrica de cigarro, entre tantas cosas que cubrían las necesidades de la época, así como de molinos de viento y barcos de cabotaje, como la tenería Suela Viosca, que le dieron a La Paz renombre a nivel internacional por la calidad de la vaqueta que ahí se procesaba y se exportaba; así como por sus perlas del más fino oriente.
Con la mirada puesta en la lejanía, con añoranza, don Genovevo recuerda que al terminar la primaria, entre aquel bullicio, y desconcierto motivado por las epidemias como la influencia española, y el devastador ciclón del 15 de septiembre de 1918, llegó a la adolescencia y trabajó en la fábrica de calzado “E. C. Beltran y Compañía”, de Don Esteban Beltran, donde se elaboraba el mejor calzado de lienzo de mezclilla y cuero, así como de gamuza que cubría las necesidades de los habitantes de aquel tiempo. En la época de los farolitos coloniales, carretelas por las calles empedradas y de la policía montada haciendo rondines, don Vevo, en su juventud tocaba la tambora en la banda orquesta de don José Manríquez y la gente del ayer disfrutaba ese sano esparcimiento musical.
Don Vevo Cota, fue pionero de la Sociedad Mutualista Unión, y sus compañeros en la sociedad fueron El licenciado Javier Galindo, quien fue Secretario de Gobierno. El señor Eduardo Bátiz, Presidente del Tribunal Superior de Justicia, y el señor José Elizondo, Agente del Ministerio Público de quienes guarda agradecimiento y gratos recuerdos por qué lo ayudaron a trasladarse a Guaymas, Sonora, en donde recibió el nombramiento de celador de aduanas en 1928. Asimismo trabajó un tiempo en Nogales, y en uno de tantos viajes a Guaymas, comisionado por su mismo trabajo, conoció a una hermosa morena, flor de aquellos campos que lo cautivó y con tan buena suerte, que le correspondió; la señorita Genoveva Aros. Después de un romántico noviazgo, apegado a las costumbres de la época, en Guaymas Sonora, en 1932 contrajo nupcias. Regresaron a esta ciudad de La Paz en 1935; Dios bendijo su hogar con cinco hijos. La tristeza invade a don Vevo al recordar que dos hijos emprendieron el camino al llamado del creador, y tres aún gracias a Dios viven: Alicia Cota viuda de Escamilla; Elba Cota y el Ingeniero Genovevo Cota Aros, profesionista de gran prestigio en el Estado.
Durante la primera década de los 40, se fundó el antiguo mercado Madero en La Paz, durante el gobierno del General García de Alba, donde es ahora el Pasaje Madero. Don Vevo Cota Cota fue pionero del mismo. Antes, había un pequeño mercado frente al cine Juarez. La mayoría de las familias tenían su propio huerto con pozo de agua y su molino de viento, así como su jardín, donde se producían hermosas flores, frutas, verduras y legumbres. Los compañeros de don Vevo pioneros fundadores del Mercado Madero fueron Isaac Geraldo, Esperanza Cota, Manuel Lucero, El Quilayo, don Aparicio, Julio Álbañez, Lorenzo Lizardi, Manuel Esliman, Santos Núñez, Félix Ojeda, Romualdo Hirales, Miguel Romero (El Miguelón), Don José Castro (El Guayabero), quien vendía fruta importada, Manuel Collins; así como los carniceros fueron José Amao, Gilito Arriola, Severo Gómez, Melchor Cota, Juan Osuna, Don Lucio, Santos Núñez y Doña Lilia de la panadería. Las que vendían alimentos cocinados fueron las señoras Victoria Villalobos, Cuca Tamayo y Tomasa Talamantes. Quienes en un brasero para carbón hacían el exquisito y tradicional cocido de hueso blanco, de cuadril y de espinazo así como de colita, con pozoles de maíz o garbanzo, con todas las verduras de la región, era el platillo preferido para el almuerzo, además del arroz blanco o rojo. También fueron pioneros don Crescencio González y Trini Osuna quienes vendían fuera del mercado raspados de frutas naturales, de rosa y vainilla. Entre otros que se pierden en la memoria, dijo.
Don Vevo, con añoranza recuerda que así inició el comercio en el antiguo mercado Madero, vendiendo frutas, verduras, semillas, dulces regionales como panocha de gajo, melcochas, guayabate, dulce de gajos de toronja en almíbar, así como limón papaya y mango, miel de panal de abeja y todo lo que se producía en los ranchos aledaños para cubrir las necesidades de la población. Asimismo, don Vevo Cota fue pionero de la Cámara de Comercio, y en aquellos años el titular era don Enrique Ruffo, luego se dedicó a la venta de plantas medicinales. Actualmente a sus 97 años Don Vevo Cota rodeado del cariño de sus hijos, nietos, bisnietos, amigos y demás familiares, en la tranquilidad de su hogar ve pasar los días, meses y años bendiciendo cada minuto de su vida, y de ser sudcaliforniano, dijo que todas las bondades que éste jirón de tierra le ha dado a través de la mano de Dios, es lo mejor su vida.
…Y por aquellos polvorientos caminos…. Y empedradas callecitas de La paz aquella… La carreta tirada por briosos corceles transportaba a la familia Cota Cota, que ante los asombrados ojos del niño Genovevo, iban pasando los hermosos y modernos edificios coloniales de la época, en el marco de tong, tong de molinos de vientos, trinar de tijeretas y gaviotas y demás aves del cielo, dándoles la bienvenida…
….Por el placer de escribir...Recordar…Y…Compartir…
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