viernes, 12 de junio de 2020

LA PAZ QUE SEPERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA ÁLCARAZ
…RECUERDOS DEL PASADO A LA LUZ DE LAS VELAS…
Aunque tenía preparado escribir otro tema, me pareció muy bello hacerlo a luz de las velas; por exceso de pago me cortaron la luz, y para variar el calentón del baño ya dio lo que tenía que dar; y mientras me bañaba a jicarazos con agua cuarteada, a la luz de los candelabros, mi mente voló al pasado: cuanto se ahorraba el agua en el ayer; me puse a comparar la que utilizamos en la comodidad de la regadera, y la que se gastaba antiguamente.
El agua del pozo era cristalina y dulce… y a la tinaja de piedra cantera, junto al perchero le echábamos el agua colándola sobre una manta, y siempre tenía dentro una planta de “siempre viva” o flor de piedra, para atemperar lo salado, y evitar piedras en las vías urinarias decía mi sabia abuela; y de la piedra se filtraba por debajo de ella, el agua gota a gota, en un jarro de barro, y en el perchero no debía de faltar sobre la repisa, el recipiente de madera, con una brochita, donde hacia la espuma de jabón mi padre para rasurarse con la navaja de hoja; y también colgaba una cola de cerdas de caballo donde se encajaban los peines, o destramadores ,(no se conocían los cepillos para el cabello todavía), o en mi casa no los había; también estaba el pomo de la brillantina que mi abuelita preparaba,con tuétanos de res, fritos con flores de manzanilla y minoramas, y bajo el perchero se echaba mi viejo y fiel amigo el perro, el pachuco, en un tapete de costalito, con nuditos que le hice en la escuela, en la clase de manualidades, y junto al aparato del agua maníl y el pichel, donde nos lavábamos las manos y la cara al levantarnos, y los listones de variados colores para mis trenzas también estaban en un vasito, los cepillos de dientes y la pasta dental Fonhans, la que decían era buena para combatir la piorrea, la pasta Colgate empezaba a salir, y la anunciaba María Victoria , la famosa artista del momento. En aquel evocador perchero, colgado en el corredor arropado del emparrado cargado del exquisito fruto y donde también pendía la jaula del “Güerito”, el periquito grosero. Por un lado estaba el armario con el botecito que era la alcancía para el Santoclós, y que desde luego lo cuidaba el pachuco.
Antes de asistir a la escuela, dejábamos dos cubetas de agua llenas en el rayo del sol, para bañarnos al regreso, así lo enseñaban nuestros maestros, que era más saludable el baño de tina con agua asoleada. Y con la misma agua que corre después de bañarnos, con aquellos jabones, Colgate, Camay, o Palmolive las matas del huerto de mi madre se regaban así como también con el agua del lavadero, el que tenía dos salidas, el agua jabonosa era para regar el patio y bañar las plantas contra las plagas, así decía mi mamá y el agua de enjuague era para regar las plantas de ornato, y de algunas legumbres, así como medicinales. Y que dulces y sabrosas uvas daba la Vid o parra; las enredaderas siempre estaban frondosas y perfumadas, y los árboles cargados de frutos. Es curioso pero a la luz de las velas veo perfectamente y no necesito lentes para escribir… estoy inmersa en el pasado, quizá porque no quiero pensar en la realidad en la que vivimos.
En aquel añorado hogar, cada 6 meses achicaban o limpiaban el pozo del agua, hasta raspar los tepetates. Parece que estoy viendo fluir las venas de agua por entre los tepetates a la luz del sol, y hasta percibo el aroma de las flores que rodeaban el pozo, el que lo cubría una madre selva, y había mosquetas, ¡Que bella lucia aquella fuente de vida con los girasoles, y las varitas de San José a su alrededor! ¡Y que grandes y bonitas calabazas se daban!: cegualcas y aarotas. La madre tierra era generosa, y además de los macetones de ornato hasta plantas medicinales teníamos, las que no debían de faltar, porque decía la abuela “a donde quiera que vivas, el alimento y la planta medicinal Dios te arrima”: como por ejemplo, para el constipado, el poleo frito con infundía de gallina, teníamos muchas gallinas ponedoras, pollos, y gallos pisadores y cantadores; para las hemorragias, la borraja y hierba del Manzo; la hierba del indio para las pulgas, y dolores de estómago , así como hierba buena con micle, albahacar y cogollo de guayaba para la soltura y dolor de estómago; la ruda para el dolor e inflamación de odios, con albahacar y ajo, y el romero, así como el guaco con raíz de choya, no debían de faltar; Recuero que la abuela se hacía un té de guaco con raíz de cholla para el dolor de huesos, y quedaba como de 15 años, y los piquetes de hormiga colorada de y bitaches, así como de abejas, los curaban con un puño de lodo y listo.. Mi abuelita se miraba muy chistosa con unas hojas de “levántate San Juan2, AMARRADAS EN LA RODILLAS CUANDO ÉSTAS LE DOLÍAN, y todo lo me
Bajo los árboles había un gran gallinero, repleto de gallinas y pollos que se alimentaban con maíz, utatabes o trigo, además de los recortes de verduras, y sobrantes de alimentos, ¡y que huevos tan bonitos ponían, con la yema muy amarilla! Mi abuelita me había tejido un canastito, de vástago de dátil, para que recogiera los huevos de los nidos de las gallinas, y hasta doce huevos diarios ponían, las gallinas pelonas eran muy ponedoras, y las petaconas coloradas y abadas, pues no se digan. Los cascarones se juntaban en un gran canasto para pintarlos con palo de Brasil, y cascaras de granada para el carnaval. Nótese como se aprovechaba todo para el buen vivir, ahora da tristeza cuando estoy preparando la comida, y todos los recortes que se van a la basura (bueno aunque ahora hago composta con ellos, para abono de las plantas), siento que estamos desperdiciando la vida, y me digo si tuviera un marranito y gallinas todo esto se comerían; y ahora el kilo de huevos esta por los cielos, y todo lo demás, con ésta pandemia están abusando algunos comerciantes.
En aquella época de estudiante, quedaba con la nariz tiznada a la luz de los candiles, cuando hacia la tarea de taquigrafía, que me dejaba mi querida e inolvidable profesora Chelo Batís; o la tarea de higiene que tenía que llevar a la siempre recordada Profesora Graciela de Vonborstel, “si hasta parece que percibo el suave aroma de su perfume, como a Chanel, o los balances de contabilidad del profesor Evodio Balderas, así como la de español, y literatura del nunca olvidado el profesor Manuel Torre Iglesias y demás Maestros, y mientras la tarea realizaba a la luz del farolito, lámpara o , candil, la tenue luz de la luna se filtraba por el cristal de mi ventana, haciendo bellos reflejos, en mi larga cabellera; y el ruido de los camiones de redilas que cargados de algodón o de trigo pasaban por la carretea, cuando aún era brecha, deleitaba mis oídos, cuando el jale de las cosechas en el tiempo de bonanza de Comondú o valle de santo Domingo…Las velas se apagan… Mas no mis recuerdos…que como un bello tesoro están en mi mente… cuidemos más el agua, el entorno, la flora y fauna, que Dios nos prestó, y que es la vida misma. Para nosotros, y futuras generaciones.
Con una media docena de gallinas y un gallo que criaran las familias en las colonias, tendrían el huevito diario, y hasta pollos; con recortes de verduras, hojas de lechuga, de repollo, cascaras de papa, y mil cosas que les dieras, se apoyarían en el gasto familiar; y con el agua de los lavaderos, regaran hortalizas y árboles frutales, los más comunes: mango, naranja, limones, guayaba, mandarina, granada, uvas, y naranja lima, limas chichonas, que las generaciones actuales no conocen… y si las señoras saben cocer y cortar el cabello, pues ya la hicieron, las velas se apagan y mis ojos ya sienten el cansancio, mañana Dios nos reglara un día nuevo.
… Y a la luz de las velas… mis recuerdos, como corceles desbocados galopaban, empujados por mi pluma, movida por el corazón…plasmado lo que dé él iba surgiendo…
…Por el Placer de escribir…Recordar…Y…Compartir…

..Por el placer de Escribir…Recordar…Y…Compartir…

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