LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR: MANUELITA LIZARRAGA ALCARAZ.
POR: MANUELITA LIZARRAGA ALCARAZ.
LOS BOLEROS DE CAJON... BOLEROS CALLEJEROS.... DIGNO OFICIO DE AYER Y DE HOY.
El buen bolero se forja en la calle... y tocando puerta de casa en casa...en el ayer, el punto de reunión de los boleros callejeros fue en las arterias más importantes del corazón de La Paz, de aquella Paz del romance y del ensueño... la catedral, la botica de Castro, la plazuela o Jardín Velazco, el antiguo Palacio de Gobierno, y el teatro cine Juarez. El bolerito centavero, con el sonreído rostro lleno de esperanzas, el cajón bolero al hombro y el banquito bajo el brazo, caminaba despreocupadamente tarareando una canción por aquellas empedradas callecitas de La Paz entre rondines de la perica, de policías de a pie y de músicos trovadores, a realizar su noble oficio para ganar algunos centavos. El cajón bolero contenía un trozo de trapo de franela, grasa y lustre de las marcas ámbar y oso, una botella con agua jabonosa de camay o colgate, y un cepillo para sacudir calzado, para cobrar a 15 y 20 centavos la boleada.
El bolear calzado fue uno de los sanos oficios acostumbrados en la niñez y adolescencia en los muchachos de aquella época...y lo mismo eran boleros los chamacos de los barrios que había así como de familias acomodadas. No había diferencia, ya que le hacían a la boleada no por necesidad, sino para no estar de ociosos, y para aprender a desenvolverse, a trabajar y a ganar dinero. Bonitas y taquilleras películas de gran contenido social y cultural, pasaban en el teatro cine Juarez en aquel añorado ayer... donde se daban cita para su sano esparcimiento la mayoría de las familias de todos los estratos sociales. En la banqueta del cine Juarez, así como bajo la fronda del gran árbol de la India el que fue plantado a principios del siglo XX y fue derribado hace pocos años, los boleros hacían su agosto centavianado y dándole vuelo al trapo sacándole ese rechinido tan peculiar que era una competencia entre los boleros lustrando zapatos, los mismo eran de Generales de alto rango y demás miembros del ejército y demás miembros del pueblo, entre aquellos ruidos del fuerte zapateo en el tablado del piso en medio de la emoción y la balacera de la película en turno en la galería del cine, así como el zumbar de licuadoras chocomileras del Español, del raspador de hielo en el puesto de raspados de Don Trino Osuna en el antiguo mercado Madero, así como del tris tras de las tijeras de la peluquería el zurdo, el zumbar de maquinas de coser de los prestigiados sastres Don Manuel Wong y Don Julián Pérez, quienes vestían a la mayoría de los señores y jóvenes de La Paz, entre aquellos aromas de las exquisitas tortas del puesto de Doña Chuy junto al cine, en el marco de las hermosos notas musicales arrancadas a los instrumentos por jóvenes estudiantes en la escuela de música, dirigida por Don Fernando Sandozequi o mediante una moneda introducida a la rocola de la tradicional y romancera nevería Flor de La Paz, de bellos recuerdos, donde se daban cita los empleados del Palacio de Gobierno y los jóvenes enamorados a paladear las sabrosas nieves de garrafa de sabores naturales elaborada artísticamente a mano por Doña Ever.
En aquel ayer de gratos e inolvidables recuerdos, el paso forzoso de la gente, y de las citas de enamorados era por la botica de Castro... y mientras sentados en la banca verde esperaban los medicamentos preparados en morteros y probetas, los boleritos, chamacos al fin, mientras le hacían a la boleada estaban con un ojo al gato y otro al garabato enterándose de las novedades del diario acontecer, y ante sus ojos infantiles miraban encantados por la reja de la ventana para adentro de la botica, a Rosalba y Rebeca Barrera haciendo los preparados de pomadas y cucharadas, y batían aquel liquido blanco en una botella y el abogado iba anotando formulas en un libro llamando su atención seguramente el batido de la medicina ya que ellos batían también el jabón de olor en una botella para limpiar el calzado a su numerosa clientela, ante la mirada contemplativa de los taxistas del sitio Unión frente a la botica, y ala bajadita estaban los billares. De los primeros taxistas Don Lao Lizarraga Tiznado, el Chino Abraham, Melesio, el Chato Barron, el Güero Carballo, el Güero Taylor entre otros, de los dos únicos sitios que había en La Paz, el Unión y el Flecha Roja.
El bolero callejero siempre tenía trabajo y sacaba suficiente para comprar sus cuadernos y traer su porta libro de mezclilla muy surtido. Entre los boleros había competencia, haber quien hacía el cajón más novedoso y quién hacía rechinar más fuerte el trapo así como quién daba la mejor boleada. El bolero se hacía su propio cajón y su banco y eran muy ingeniosos. Le hacían la planta de un zapato y lo adornaban con espejos, las puertitas del bolero eran muy originales, la cosa es que ellos mismos con creatividad elaboraban su propio cajón y su banco.
Algunos de los carismáticos y populares boleritos mas conocidos por loa apodos que se recuerdan de aquel tiempo son: el rey de los boleros, El Chilpa, Vicente Orantes, El Gorupo, el Maleno, el Peinado, el Chunique, el tizón, el Chanate, el Burro, el Frijolito y el Moco entre tantos otros. Fabricas de calzado de gran prestigio hubo en La Paz, las que daban empleo hasta a 40 gentes y que calzaban a toda la familia. En cada hogar era la costumbre que no debía faltar el cajón de bolear bien equipado con sus grasas y todo. Era todo un arte el cuidado del calzado por que se elaboraba de excelente baqueta procesada en la tenería suela viosca; una industria de gran importancia en La Paz, y a nivel internacional la que surtía estas fabricas a los zapateros remendones y las industrias familiares así como al interior de la República y al extranjero. Su producción era de 300 vaquetas diarias, y a su vez, se surtía de pieles del ganado que s producía en la región. Había rancheros que tenían hasta 6,000 y 8,000 cabezas de ganado quienes también lo exportaban, así como sus productos como el queso macho de prensa de hasta 30 kilos y las pacas de carne seca de gran fama en el interior y exterior por su calidad y sabrosura.
La tenería suela viosca empleaba a más de 200 gente que eran el sustento del mismo numero de familias, y Don Miguelito Miranda Castro, quien el anterior 8 de Mayo cumplió 105 años entro a trabajar ahí a la edad de 12 años como peón de albañil en la construcción de la gran chimenea que aun reta al tiempo. Don Miguelito llego a ser su administrador, ayer como hoy el bolerito trabaja dignamente en puntos estratégicos de la ciudad con su clientela cautiva.
Antaño...en las empedradas callecitas de La Paz, el bolerito callejero y centavero, con su cajoncito lleno de menjurjes al hombro tocaba de puerta en puerta ofreciendo sus servicios...a 20 centavos la boleada.
…Por el plcer de escribir…Recordar…Y…Compartir…
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