viernes, 12 de junio de 2020

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR: MANUELITA LIZARRAGA ALCARÁZ
…. LA ABUELA Y EL JARRO DE LOS REMEDIOS…EL HEPATITIS….Y LA CHINCHI HOCICONA.
En el otoño de la paz aquella… en la evocadora casa de piedra, del barrio el choyal, de aquellos años ya idos, jugaba con el perro en el patio, apretujando contra mi pecho, mi muñeca de trapo, y los humos y aromas que lo inundaban, me hicieron irrumpir con premura en la cocina, de grandes y encaladas hornillas, de crepitantes tizones encendidos… ¡nanitaaa!... ¡nanitaaa!... “¿Que escandalo es ese muchacha?”, ¡pero qué bonito huele la cocina, y esta tan llena de humo, que ni usted y el perro se ven!, “estoy quemando hojas de eucalipto, para que se mueran los zancudos”, ¿pero que no dijo usted, que quemando el pasojo de burro y cuacha de vaca secos, eran buenos?.... “también lo son, pero estoy probando esta receta que me pasaron. Dicen que hace algunos años, el eucalipto, lo trajeron al territorio de B.C.S. y lo sembraron los japoneses en todos santos, durante el gobierno del general Francisco J. Mujica, porque había mucho zancudo, y también en la laguna de Santiago, la que en una labor titánica la secaron, y que además el eucalipto es bueno para otras enfermedades, que lograron combatir, mediante quemazones de la planta, y la gente en su gran mayoría estaba enferma de paludismo y dengue, y les daban unas calenturas y temblorinas de perro bailarín.
Abuelita, y con seguro que ya están hirviendo los remedios en los jarros, allá en la hornilla; “si, además del eucalipto estoy haciendo dos remedios para tu tío Lao”…las ardientes flamas de los tizones iluminaban aquel cálido ambiente, y en el ovalo perfecto de su bello rostro, chispeaban como esmeraldas sus rasgados ojos verdes, cubriéndoles su cabeza, su inseparable sombrerero de alta copa, tejido con cogollo de palma, donde podía verse bajo de él, los rubios cabellos aun; aunque salpicados de hilos de plata, “¿y ahora que tiene mi tío nanita?, ¡este muchacho!, cuando se bajó del taxi “EL REY”, venia trastabillando, con mucha calentura y la barriga hinchada, la piel y ojos amarillos, doliéndole el hígado, y defeco con el color de la de los perros, y por si fuera poco, el orín era de color obscuro, y me asuste y pensé que podría haberle picado una chinche hocicona por los síntomas, pero no, lo que quiere decir es que tiene hepatitis; esa enfermedad le da a los tomadores y también se confunde con los picados de chinche hocicona. Al escuchar esto, el pachuco defeco como de perro, pego un gruñido y se salió fuera de la cocina.
¡Nanitaaa!, al pachuco no le gusto lo que dijo, y se salió, “déjalo perro mentecato y delicado, también es un descreitóso como si el no defecara”, dijo muy airada mi nanita, a mí tampoco me gusto que le dijeran asi al pachuco, pero así lo dijo mi nanita, y su palabra era ley. Ni modo pensé, que se aguante el pachuco, Nanita, ¿y qué remedio para la hepatitis le estás haciendo a mi tío? Le voy a hacer dos remedios dijo.- en un jarro puse a hervir en 3 litros de agua 2 kilos de azúcar, y 12 naranjas agrias o amargas enteras, bien lavaditas, hasta que se despinten y se consuman, y queden del tamaño de un limón. Queda una jalea exquisita, y es la que va a tomar tu tío, hasta que se la acabe; y en el otro jarro, le voy a cocer en dos litros de agua, diente de león y raíz de choya, ¡Ay nanita!¿ Va a matar a un león, y le va a quitar los dientes? , no muchacha preguntona, el diente de león es una planta maravillosa con muchas propiedades curativas, entre ellas para limpiar y curar el hígado, pero luego te cuento de esta prodigiosa planta medicinal; y en conjunto los remedios dejaran como nuevo a tu tío Lao.” ¡Nanitaaa!..., este mismo remedio, le hizo a don Bernardo Maldonado, aquel señor buena gente, que tiene la tiendita por aquel rumbo del santuario, el que estaba desahuciado con esta misma enfermedad, toda amarillo y sanó… eguale, ese mismo dijo ella muy orgullosa.
A los tres dias mi tío Lao ya estaba como nuevo, y al perro se le había pasado la zumba, mi nanita le dio un huarache que tanto le gustaba, y con eso se le paso el sentimiento... ¡nanitaaa!... como me asuste, cuando fuimos aquella vez, por el rumbo del arroyo del palo, a buscar plantas medicinales, y por donde estaba una mojonera de piedra allá por el palmar del manglito, donde jugábamos el pachuco y yo, y debajo de ella salieron unos animalitos que me parecieron bonitos, por los puntitos que tienen arriba, y que usted me aventó asustada y me dijo que esos animales eran muy peligrosos, y se llamaban chinches hociconas o piedreras, que para lo único que usted no conocía remedio, era para el piquete de ese animal”. ¡Ni lo mande Dios, que a alguien le pique un animal de eso, porque no se salvaría, y no hay cura para ese piquete! ¿Y por qué nanita? “mira muchacha preguntona los antiguos me enseñaron a cuidarme de esta chinche hocicona o piedrera, decían que es un animal que parece inofensivo, que en su lanceta, tiene anestésico y el piquete no se siente. De momento no te pasa nada, pero el virus ya te lo inoculo o inyecto, introduciendo microbios en el organismo, con proceso largo, es de mucho riesgo tanto para los rancheros como para nosotros en el pueblo, y el picado de chinche hocicona está condenando a morir sin remedio. Les da una enfermedad que se llama “”DECHAGAS”, y a nivel mundial no hay medicamento ni de yerbas y ni de la otra medicina, con los años se sienten los efectos; se enferma el hígado, los riñones, les da insuficiencia cardiaca, retención de líquidos, crecimiento de barriga, derrames, y la piel se pone amarilla. El médico debe tener muy buen ojo clínico para determinar la enfermedad, porque pueden confundirse, algunos creen que es hepatitis, otros cáncer, y otros cirrosis; y el paciente sufre y sufre hasta que muere.
¿Y que es dechagas? , ¡Pues ni yo lo sé!;” Abuelita, es que veo amarillento a mío tío y con la barriga abultada me asuste y me acorde de la chinche hocicona” – pues grábatela bien para que te cuides de ese animal, a tus hijos y nietos, y a quien te crea les enseñaras la peligrosidad de este animal, porque yo me voy a morir algún día, pero todavía no, y no creo que encuentren remedio de este animal- ¿apoco voy a tener hijos y nietos abuelita, si estoy tan chiquita?. “claro que vas a tener hijos, pero cuando seas grande”. Dios te los ha de dar, porque los hijos son una bendición del cielo, y les vas a enseñar todo lo que te enseño a ti. ¿Y cómo cree usted nanita, que se pudiera evitar eso de la chinche hocicona?,- “la única manera es que se le dé a conocer a los rancheros, y demás habitantes la peligrosidad del animal, que conozcan que habita debajo de las piedras, y que al sentir la presencia humana salen de su madriguera, y empiezan a picar, y la persona no lo siente; a los años resultan enfermos, de lo que ya te dije, que tengan este conocimiento y que las maten tan pronto las detecten. Los rancheros que se van de casería, y a campear y que tienen que dormir en el monte son los más expuestos; también los niños que salen a campamento”.
¿Entonces a mi tío lao no le pico una chinche hocicona?- “No, Ni lo quiera Dios, con el preparado que le estoy dando, que es para las enfermedades del hígado en unos días estará bien”. Nanita, ¿no tiene apuntadas por ahí como hace los remedios, y para qué son buenas cada rama?, si, las tengo grabadas en la memoria y las estoy apuntando en la tuya. “Nanita, se acuerda de aquella señora que le trajeron de por allá de la sierra, para que la curara, cabeza liada y naguas largas, que se venía torciendo toda, y echaba espuma por la boca, según picada de ubar; y el muchacho aquel que le pico una tarántula, ¿qué remedio les dio para que sanara tan pronto?. Les di la hierba sin raíz, o triaca, la utilizaban los antiguos californios, y en los ranchos es muy común su uso, por que salva vidas; “¿Y cuál es esa abuelita?- el enfermo no debe saber lo que se toma, porque le daría asco y se moriría sin remedio; se pone un pedazo de excremento humano, envuelto en un pedazo de manta limpiecito, y cuando está hirviendo un medio litro de agua en el jarro de los remedios, con anís o canela , se le pone ese envoltorio, a que hierva por dos minutos, se saca, y se le da te calientito al paciente, por dos días, y es santo remedio contra la ponzoña venenosa; en los ranchos, sus gentes tienen este conocimiento y se curan solos. ¡Ahh!, por eso andaban tan misteriosos atrás del baño con el chamaquito aquel que venía con ellos. ¡Eguale!.. ¿Cuándo a mi hermanita le dio aquel te de bolingas de chiva con canela para que era?.. “para que le brotara el sarampión”. ¿Bueno, y a mi hermano con que lo curo de la tosferina?- Con iguana en caldito con arroz. “¿No decía usted que era arroz con pollo? “Mjjj”, Nanita a mí nunca me dé té de cerote o hierva sin raíz, porque me voy a morir de asco.- pues ande con cuidado que no le pique un Ubar, tarántula, viuda negra vinagrillo o víbora, porque si no, no se me va a escapar.
Oiga abuelita le quiero contar, que el otro día que fui a la tienda de Don Manuel Cota, a comprar el pan, pase por la casa de la partera y curandera del pueblo, doña Toñita Belmur, la mujer del zapatero; “¿y quién es?”, es aquella señora bonita, grandota y blanca, de ojos azules, que dicen que es española, la del molote pues con una peineta encajada, ¿y qué cree abuelita?, estaba bañando a un niño recién nacido con agua de manzanilla, y le puso romero en el ombligo, y lo fajo con un braguero, y en el suelo estaba muerto un cachorón; y en ese momento, me asuste tanto nanita, por que llegaron unos señores de un rancho y le trajeron a un muchacho amarrado, con los ojos muy pelones y que se retorcía todito, y le dijeron a doña Toñita; “Aquí le traemos a este endemoniado, para que por favor lo cure “y doña Toñita, le dio una patada al cachorón y se le quedo viendo al enchamucado y les dijo, ¡Que endemoniado ni que ocho cuartos!, este hombre tiene la rabia, y esa no la curo yo, llévenlo para San José de cabo”; ¿ Es peligrosa la rabia abuelita?, porque hasta los viejitos salieron corriendo, todos asustados.
¡Claro que lo es chamaca fisgona!, Dios nos libre de eso, porque tampoco la se curar yo. Dijo bien doña Toñita Belmur, solo en san José del cabo vive un señor que cura la rabia y esa receta solo se la pasan en la familia como una tradición. ¡Apúrese muchacha!, que ya están tocando la campana en la escuela. “Ayy nanita, no quisiera ir a la escuela, es que me duele mucho la garganta”, ¡pues quítese los huaraches, y parece en aquella piedra caliente, con el rayo del sol, orinece en los calzones, que le corra el orín por entre las piernas, hasta los pies y la piedra, y con eso va a sanar!- “abuelita, pero la vez pasada que me dio lo mismo, me curo de otro modo; me dijo que metiera un olote en el nijayote caliente, y le diera vueltas con los pies” . Pues ahora se mea en los calzones como le dije.
… y entre aromáticos humos... el bello rostro de mi abuela se divisaba… y los remedios hervían, en el jarro de barro, en las encaladas hornillas, de lumbreantes tizones… en la paz aquella… paraíso de mis evocadores recuerdos…
…Por el placer de Escribir…Recordar…Y… Compartir…

No hay comentarios.:

Publicar un comentario